Tras la firma del Acuerdo de Paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP) se creó la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, en su mandato está apostarle a la convivencia como un elemento transformado desde los territorios. Además, desde el punto cinco del Acuerdo Final se viene hablando de la necesidad de acuerdos territoriales que permitan el diálogo y la concertación de temas que por causa del conflicto armado hoy están dificultando la convivencia en las regiones.
Desde el comienzo de la Comisión de la Verdad se puso en marcha crear una metodología que permitiera dar pasos para un convivencia sana y un buen vivir en los territorios. El diálogo sería la herramienta fundamental para transformar los conflictos, poner de acuerdo a las comunidades y transformar las regiones que sufrieron a causa del conflicto. Una apuesta del trabajo de convivencia desde los territorios es ampliar la visión de que convivir sanamente no solo se resume en la percepción de seguridad y de justicia.
Los casos de la ribera de Tunjuelito en Bogotá, el barrio Brisas del Polaco en Ocaña, Norte de Santander y el corregimiento de Villanueva en Colón, Nariño tienen una conflictividad común, la estigmatización. por diferentes motivos y expresada de diferentes maneras. El conflicto generó los estigmas pero la guerra llegó de manera diferenciada. Los Acuerdos para la Convivencia y Buen Vivir, una iniciativa de la Comisión de la Verdad, buscan favorecen las acciones que incentiven los principios fundamentales para convivir sin conflictos y democráticamente.
“Son necesarios porque permiten poner en escena las diferentes problemáticas que se viven en los territorios”, dice Ubencel Duque Rojas, director del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio. Para él lo que más rescata es la posibilidad de generar lazos con la institucionalidad y las administraciones locales. ”Pero al mismo tiempo la comunidad permite también construir su tejido social con fortaleza, para poder lograr perspectiva de justicia social en aras de construir las mejores condiciones para permanecer en el territorio”, finaliza.
En la construcción de los Acuerdos participan líderes y lideresas, personas que viven en los territorios, organizaciones y colectivos de personas que trabajan en conjunto con comunidades afectadas por el conflicto armado. Desde el 2019 la Comisión de la Verdad viene trabajando con varias comunidades que van desde el Magdalena Medio, pasando por el Catatumbo, hasta el Guaviare con la comunidad indigena Nukak. Una apuesta para la construcción de comunidades, de paz y de reconciliación en medio de las huellas que la guerra dejó.
Según el Decreto 588 de 2017, la convivencia se plantea como uno de los cuatro objetivos principales de la Comisión de la Verdad, y se entiende como un paso esencial para la reconciliación y consolidación de paz en el territorio. Por su lado, el Acuerdo Final recalca que deben haber “pactos de convivencia pacífica al interior de las comunidades, que incluyan a las víctimas y a quienes hayan podido tener participación directa o indirecta en el conflicto”.
Mediante el diálogo se concertan las soluciones para crear un ambiente transformador en el territorio. Su particularidad es que los Acuerdos trabajan desde lo territorial, lo que quiere decir que cada conflicto debe ser priorizado de manera diferente de acuerdo a sus necesidades.
Aunque algunos conflictos pueden parecer sencillos de resolver, es necesaria la disposición de las partes y conocer el contexto en que se presentan. “La verdad es la base para la construcción de un futuro posible”, enfatiza Óscar Suarez, psicólogo del equipo de Convivencia de la Comisión de la Verdad, sobre el trabajo de la Comisión y su responsabilidad territorial tras la firma del Acuerdo Final.
Así, muchas veces dialogando en medio del conflicto armado se gestan proyectos que permiten organizar comunidades y empoderarlas de herramientas que brinden alternativas diferentes a la violencia. “Promover el diálogo como forma de solucionar los conflictos”, lo recuerda Lorena Corvera, Casa de la Verdad de Norte de Santander.
Al iniciar el trabajo de la Comisión fue necesario crear una metodología que permitiera que las comunidades construyeran en conjunto con la Comisión unos acuerdos con miras a la sana convivencia, buen vivir y la reconciliación. La Comisión buscó referentes, tanto en Colombia como a nivel internacional, para que a través del diálogo llegar a concertaciones.
En la propuesta de cómo realizar los acuerdos fue necesario el trabajo mancomunado con los equipos territoriales de la Comisión. Son quienes conocen el territorio y tienen un enlace con las comunidades y habían trabajado temas de esclarecimiento de la verdad. Fue así que, en el 2019 se puso en marcha la ruta para la construcción de los acuerdos, que se divide en cinco pasos.
En el proceso de construcción de acuerdos de convivencia se realizaron varios módulos de trabajo que van generando las condiciones para favorecer el diálogo social. El interés es trabajar secuencialmente estas fases de manera conjunta con las comunidades y los grupos focales, buscando dialogar sobre las necesidades, problemas y cómo construir un territorio en paz.
Para ello, fue clave crear alianzas con entidades que tenían una relación previa con las comunidades, además de crear grupos motores conformados por líderes, lideresas, habitantes del territorio. Estos actores serían los encargados de continuar el proceso tras el fin de la Comisión de la Verdad y ser el puente facilitador en la construcción del Acuerdo.
El trabajo con los grupos motores y las comunidades permitió un vínculo de confianza que fue fundamental para la construcción de los Acuerdos. “Fue un proceso. A medida que iban llegando todos eran muy callados pero ya con verse continuamente y los encuentros con el grupo motor fue abonando el trabajo”, afirmó Carolina Sanchez, de la Comisión de la Verdad.
En medio de algunas regiones donde la presencia de grupos armados se ha intensificado, los acuerdos también han llegado como una forma de resistencia. Las comunidades han trabajando en que no hablar de lo qué pasó puede intensificar conflictos y no tener una sana convivencia. Las comunidades tenían esos aprendizajes y el acuerdo les permitía ser escuchados y ser agentes de cambios. Además como lo explica Óscar Suarez, del equipo de convivencia de la Comisión, el diálogo les permitió y les permite generar estrategias para continuar con sus proyectos en medio de la presencia de grupos armados y reconstruir vínculos de confianza que llevan a la construcción del tejido social, deteriorado por la guerra.
Los equipos territoriales de la Comisión de la Verdad que participaron en la construcción de los Acuerdos de Convivencia en Bogotá, Ocaña y Nariño comparten sus reflexiones finales: los retos y adversidades a la hora de generar confianza en el territorio; las semejanzas y diferencias que se encuentran en cada uno de ellos.
Al cierre de la Comisión, los acuerdos se encuentran en etapa de profundización. El monitoreo a los compromisos adquiridos por la comunidad tendrá el apoyo de aliados estratégicos y de instituciones que permitan fortalecer la ejecución. Aunque la Comisión termine su mandato, el proceso metodológico del acuerdo y el apoyo que puedan recibir de los aliados de la comisión y las instituciones locales permitirá la sostenibilidad del Acuerdo para la Convivencia y el Buen Vivir.
“Más allá de la firma hemos intentado conversar y concientizar que el proceso no acaba ni con la firma ni con el fin de la Comisión. Hemos hecho una ruta con los equipos territoriales, una agenda que permita sostener el acuerdo por parte de las comunidades”.