Norte y cordillera del Cauca:
Entre la continuidad del conflicto y las resistencias ancestrales

Los habitantes del norte y la cordillera caucana le hablaron a la Comisión de la Verdad

El Cauca es un departamento ubicado en el suroccidente colombiano, entre la región del Pacífico y los Andes. Su población es mayoritariamente rural y está compuesta por comunidades campesinas, afrodescendientes e indígenas que tienen sus propias formas de organización y resistencia.

Entre febrero y septiembre del 2021, la Comisión de la Verdad desarrolló 12 espacios en el marco del Diálogo para la No Continuidad y la No Repetición del conflicto en el Cauca. En estos espacios participaron artistas, docentes, jóvenes, mujeres, campesinos, afrodescendientes, indígenas, empresarios, experiencias de convivencia, agencias de cooperación internacional y organismos multilaterales que habitan el norte del departamento y la cordillera caucana.

Exceptuando a los diálogos con jóvenes y mujeres, que se desarrollaron presencialmente en Popayán, todos los encuentros fueron virtuales. Los 12 diálogos fueron privados, a excepción del final, que fue un espacio público desarrollado el 3 de agosto, en el que tanto la Comisión de la Verdad como las comunidades participantes, presentaron los principales hallazgos del proceso y sus recomendaciones para la no repetición en el departamento.

Estas conversaciones entre diversos actores sociales alrededor de la persistencia de la violencia en la región, fueron la vía para que los asistentes al diálogo narraran a la Comisión sus vivencias, la realidad que viven en sus territorios y dieran sus recomendaciones para superar el conflicto armado.

La Comisión de la Verdad y Rutas del Conflicto construyeron este especial multimedia que narra las perspectivas y recomendaciones de quienes habitan el norte del departamento y la cordillera caucana para superar el conflicto armado en el territorio. Este especial está dividido en cuatro capítulos que dan cuenta de lo dicho por los asistentes a los Diálogos para la No Continuidad y la No Repetición en esa zona del departamento del Cauca.

Estos diálogos son una estrategia de la Comisión de la Verdad para que las y los colombianos comprendan qué está pasando en los territorios, cuáles son las circunstancias que hacen que el conflicto persista y qué tiene que pasar para que la guerra no se recicle. Además del Cauca, los Diálogos se llevaron a cabo en el Catatumbo, el Bajo Cauca Antioqueño y en las subregiones de Bajo Atrato, Darién y Urabá.

La Comisión de la Verdad se concentró en el Cauca para profundizar su proceso de diálogo ante la intensificación del conflicto armado, viendo con especial preocupación los municipios de las subregiones del norte y cordillera, sobre los que priorizó la conversación. Estos municipios corresponden a Miranda, Caloto, Toribío, Suárez, Santander de Quilichao, Jambaló, Buenos Aires, Corinto, Morales, Cajibío, El Tambo, Argelia, Balboa y Patía.

Para entender por qué se recicla la guerra en el Cauca hay que detenerse a comprender la historia del departamento. El Cauca ha sido el escenario de disputas históricas entre sectores sociales que se han enfrentado por la tenencia de la tierra, lo que ha dejado a la región sumergida en la violencia durante siglos. El primer capítulo hace la reconstrucción histórica de las vicisitudes de las comunidades caucanas, que han visto resurgir el conflicto una y otra vez desde la época de La Colonia y destaca sus procesos de resistencia.

A través de una serie de podcast que dialogan sobre las economías ilícitas de la coca y la marihuana, comienza el segundo capítulo, que aborda los factores de persistencia de la violencia en el territorio. Ese reportaje sigue hablando sobre la presencia de la minería legal e ilegal y continúa narrando la relación de las comunidades con los megaproyectos que se proyectan en el departamento. Luego, describe el panorama de los grupos armados que hacen presencia en la zona y termina denunciando la presencia diferenciada del Estado como uno de los motivos por los que el conflicto continúa.

El tercer capítulo ahonda en las historias de resistencia de las y los caucanos, y hace énfasis en los procesos de lucha que mantienen las comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes. La última parte de este especial multimedia hace una reflexión sobre el ejercicio de diálogo que desarrolló la Comisión de los Verdad, ahondando en las dificultades y aprendizajes que resultaron después de estos meses de conversación amplia y plural con las comunidades del norte y la cordillera caucana.

Un conflicto que no cesa

La violencia ha estado presente en el departamento durante siglos y ha sabido adaptarse a las circunstancias cambiantes de la región. Desde la época de la conquista, las comunidades caucanas se han visto afectadas por el racismo que han promovido las élites de la región, quienes han tratado de despojarles de su territorio y costumbres. Cinco años después de la firma de los Acuerdos de La Habana, la paz se sigue sintiendo lejos del territorio y hay comunidades que hoy padecen en mayor medida las consecuencias del conflicto armado que cuando estaban las FARC-EP.

En el Cauca la situación es apremiante. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), actualmente el departamento cuenta con más de 16.000 hectáreas de coca cultivadas. Estos cultivos se concentran principalmente en los municipios de El Tambo y Argelia. En el Cauca, UNODC evidenció que a partir del 2019, las hectáreas cultivadas de hoja de coca se redujeron un 1% respecto al 2018. Sin embargo, pese a la mínima reducción, ese enclave productivo se ha especializado en la producción de cocaína, lo que ha aumentado significativamente la productividad de esos cultivos en comparación al resto del país.

Frente a esto, la respuesta del Estado continúa siendo, principalmente, la militarización, que a juzgar por el incremento histórico de los cultivos cocaleros, no ha sido efectiva. A eso se le suma la presencia de la minería legal e ilegal. Todo lo anterior, propicia las condiciones ideales para la presencia de grupos armados en la región, lo que terminó por reciclar la violencia en el territorio.

Durante el diálogo de profundización con experiencias de convivencia, algunos asistentes coincidieron en que después de la firma de los Acuerdos de Paz hubo más o menos un año y medio de tranquilidad, en el que se pudo recorrer libremente el territorio. Pero el panorama cambió drásticamente. Del 2017 al 2020, en el Cauca fueron asesinados 266 líderes sociales y 45 firmantes de paz.

En los últimos años, el asesinato de líderes sociales y las masacres han vuelto a ser noticia en el país. El Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz, Indepaz, denunció que durante el 2020, en el Cauca fueron perpetradas 14 masacres, y fueron asesinados 100 líderes sociales y 8 firmantes de paz. Este año, hasta el 19 de septiembre, Indepaz documentó 13 masacres, y hasta el 14 de septiembre, el asesintato de 17 líderes sociales y de 7 firmantes de paz.

En medio de este complejo panorama territorial se encuentran las comunidades caucanas, compuestas por campesinos y grupos étnicos de indígenas y afrodescendientes, que han sido las más afectadas por la violencia. Para el periodista caucano José Navia, los conflictos en el departamento se han ido agudizando con el tiempo, volviéndose también más complejos. “Han ido entrando nuevos actores armados. Actores sin ningún recato, sin ninguna cortapisa para entrar a asesinar”, afirmó.

En un informe que busca analizar el recrudecimiento de la guerra a pesar de los Acuerdos de Paz firmados en el 2016, Indepaz señala que, “las masacres vuelven a escalarse como método de sometimiento mediante el terror, en zonas de interés para grupos armados ilegales y alianzas múltiples para disputar riquezas y poder”.

En un comunicado publicado el 6 de diciembre, la Comisión de la Verdad explicó que el norte del departamento del Cauca es una zona donde existen intereses en disputa que van desde las economías ilegales hasta la tenencia de la tierra. Esto mismo se afirma en otro informe realizado por la Comisión, explicando además que las comunidades tienen un peso étnico significativo y una postura contraria a la de los actores armados. El movimiento campesino y gran parte de los empresarios de la región han sufrido también los impactos de la guerra, no obstante, han apoyado muchos de los esfuerzos de paz que se han realizado en el departamento.

El consejero mayor del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), Ermes Pete, ratifica la postura del movimiento indígena, argumentando que la apuesta es por la paz: “La salida no es la guerra, porque si hubiera sido la guerra, en 50 años que duraron las FARC-EP hubieran logrado lo que pretendían desde su ideología. Pero esa no es la salida, nos hemos dado cuenta en Colombia, que la salida al tema del conflicto no son las armas sino el diálogo. Por eso nuestro lema siempre ha sido: ‘Cuente con nosotros para la paz, nunca para la guerra’”.

A pesar de los continuos hechos victimizantes y situaciones amenazantes que viven día a día las comunidades, ellas siguen resistiendo y apostando a la construcción de territorios en paz. “Hay que resaltar la fortaleza de las mujeres, la fortaleza de las dinámicas organizativas y de las comunidades en general, para seguir buscando la posibilidad de ser, hacer y estar en este territorio, y entonces valorar toda esa resiliencia que tenemos como pueblos. Y ese anhelo de que la situación de violencia cese en nuestros territorios y en nuestras comunidades.”, concluye Clemencia Carabalí, lideresa afro del norte del Cauca.

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La violencia ha tratado de debilitar las dinámicas organizativas de defensa y reivindicación de los derechos de las comunidades caucanas, pues hay quienes quieren desarticular a las organizaciones sociales y desactivar el alcance que tiene el trabajo comunitario en ese departamento. Para Carabalí, hay intereses legales e ilegales de mantener a la población sumida en el miedo.

Las comunidades étnicas y campesinas, a pesar de la situación del conflicto en el territorio y el control territorial de los grupos armados, compartieron sus experiencias, sus procesos de resistencias y generaron espacios de diálogo seguros. Para los habitantes y las entidades que asistieron a los Diálogos de No Repetición es ideal que estos procesos continúen y no desaparezcan en el tiempo.