Las comunidades han sufrido las violencias del EPL, las FARC-EP, los paramilitares y grupos posdesmovilización. La primera guerrilla en llegar a la zona fue el Ejército Popular de Liberación (EPL), que llegó a la región a mediados de los setenta, luego de su creación en Córdoba en 1967.
A finales de esa misma década también llegaron las FARC-EP a la región. Luego de su quinta conferencia en 1974 y la sexta en 1978, decidieron expandir el accionar del grupo y tener al menos un frente por departamento, para evitar ser cercados por las Fuerzas Militares. Así se dio nacimiento al Quinto Frente Urabá Antioqueño, cerca de la frontera con Chocó.
Desde 1982 se tiene conocimiento de que ambos grupos tenían presencia en El Bajo Atrato - Darién. El Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep) por medio de entrevistas recogidas en uno de sus informes del Bajo Atrato encontró que la presencia de los guerrilleros no se limitaba a una presencia armada, sino que buscaban intervenir en “asuntos administrativos, económicos y sociales, que apuntaban a ganar reconocimiento militar y político y configurarse como una especie de Estado paralelo”.
Los enfrentamientos entre los dos grupos guerrilleros comenzaron en el Urabá en 1978, cuando Bernardo Gutiérrez se retiró del frente quinto de las FARC-EP junto con once personas y se unió al EPL.
El gobierno de Belisario Betancur (1982-1986) le apostó a la paz por medio de conversaciones con grupos guerrilleros para llegar al fin del conflicto de manera negociada. Al finalizar el mandato de Betancur, los diálogos fracasaron con la mayoría de guerrillas, que conformaron la Coordinadora Nacional Guerrillera (CNG). Las FARC-EP no participaron de este grupo y, en cambio, firmaron un nuevo cese al fuego y consolidaron la existencia de la Unión Patriótica (UP) como movimiento político alternativo a los partidos tradicionales, con la elección de cinco senadores, nueve representantes, veinte diputados y trescientos cincuenta y tres concejales en 1986.
El Cinep señala que durante esta etapa el proyecto político de la UP tomó fuerza en el Urabá antioqueño y chocoano, donde el poder local se sintió amenazado y recurrió a los grupos paramilitares. Durante los años posteriores continuó el asesinato de los líderes de este partido, que según informe del Centro Nacional de Memoria Histórica dejó más de cuatro mil personas asesinadas, secuestradas o desaparecidas entre mayo de 1984 y diciembre de 2002.
El cese al fuego fracasó y las esperanzas de paz terminaron. La Coordinadora Guerrillera se interesó en vincular a las FARC-EP en su proyecto. Así, en 1987 se constituyó la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB) que comenzó a debilitarse con los procesos de paz del final del gobierno de Virgilio Barco y el comienzo del gobierno de César Gaviria.
En el Urabá el EPL firmó la paz en 1991, aunque, inmediatamente se creó una disidencia, liderada por Francisco Caraballo. Con la desmovilización del EPL nació el partido político Esperanza, Paz y Libertad. “El EPL fue la única fuerza que en ese momento negoció la reinserción, no solo el tema político. Trabajamos (con la comunidad) en la parte de alfabetización, se hicieron cartillas, se hizo escuela y caracterización del proceso de bienestar de las familias”, dijo una persona que estuvo en el proceso de paz del grupo guerrillero, entrevistada por Rutas del Conflicto y la Comisión de la Verdad.
Las FARC-EP vieron este proceso de paz como una traición y los declaró objetivo militar, con lo que se produjo una ola de asesinatos contra los integrantes del nuevo partido político. “Renuncié al trabajo que venía desarrollando en la reinserción y alfabetización por la serie de masacres contra los desmovilizados del EPL”, afirmó un excombatiente de esta guerrilla.
Uno de los hechos más recordados es la masacre de 1994 en La Chinita, un barrio de invasión y obrero de Apartadó, Urabá, donde guerrilleros de las FARC-EP ingresaron y asesinaron a treinta y cinco personas, varias de ellas simpatizantes del partido creado por los desmovilizados del EPL. (ver masacre)
Con la arremetida de las FARC-EP, un sector de desmovilizados del EPL, retomó las armas, con un grupo llamado Comandos Populares. Entre finales de 1995 y comienzos de 1996, los dos grupos perpetraron varias masacres contra lo que ellos consideraban, las bases políticas del enemigo. Los paramilitares de Córdoba, comandados por los hermanos Carlos y Vicente Castaño y las fuerzas del Estado, aprovecharon esta situación para llegar con fuerza al territorio.
En 1996 el frente Pedro León Arboleda, otra disidencia del EPL, que operaba en los límites entre Antioquia y Chocó, se entregó a las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU). El nombre de Juan de Dios Úsuga David, alias Giovanny, que más adelante volverá a cobrar importancia, hizo parte de quienes cambiaron de bando ese año.
En 1995 se creó el grupo paramilitar de los Guelengues en Necoclí, Antioquia, bajo las órdenes del ganadero Carlos Alberto Ardila Hoyos, alias ‘Carlos Correa’. Según la sentencia del proceso de Justicia y Paz en contra del bloque Elmer Cárdenas, los hermanos Castaño eran los comandantes generales mientras que Correa respondía por las finanzas de la organización.
En octubre de ese mismo año, al ver que faltaban personas para las incursiones paramilitares y llegar al Bajo Atrato, la casa Castaño creó el grupo de Los 70 en la zona rural del municipio de Necoclí. A lo que se le sumó el grupo Chocó, con treinta hombres, para realizar las incursiones en Unguía, Acandí y Riosucio.
Así, el entramado paramilitar, conformado por los hombres de los Castaño, miembros de la fuerza pública y empresarios de la región se consolidaron en el Urabá en 1996. A principios de 1997, la expansión continuó hacia el Chocó por el río Atrato, con las operaciones Génesis del Ejército y Cacarica de los paramilitares. Varios líderes de la región fueron masacrados y gran parte de la población abandonó el territorio y se desplazó a los cascos urbanos. A partir de ese año, los grupos paramilitares se unificaron en una sola estructura, llamada Bloque Elmer Cárdenas, liderada por Freddy Rendón Herrera, alias ‘El Alemán’, como parte de las Autodefensas Unidas de Colombia.
Durante los años posteriores, se fortaleció el poder del entramado paramilitar en la región, con los proyectos de palma que se gestaron en las tierras de los desplazados.
En 2003 llegó el proceso de diálogo entre el gobierno de Álvaro Uribe y las Autodefensas Unidas de Colombia, en Santafé de Ralito, Córdoba. El Bloque Elmer Cárdenas se retiró de la mesa de negociación y no admitió los acuerdos por diferencias con el Estado Mayor de la organización. En septiembre de 2005 volvió al proceso y en junio de 2006 se desmovilizó la mayor parte de la estructura armada, 1.536 personas.
Pero este proceso de desmovilización fracasó en la región, con la conformación, casi inmediata de un grupo conocido en ese momento como Los Urabeños, creado en 2006 por Vicente Castaño y dos de sus lugartenientes, Ever Veloza García, alias HH, y Daniel Rendón Herrera, alias don Mario, hermano de ‘El Alemán’. Desde sus inicios han delinquido en la zona de Bajo Atrato -Urabá.
Ante la desaparición y posible asesinato de Vicente Castaño en 2007, ‘Don Mario’ tomó las riendas del grupo criminal, que pasó a llamarse Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) hasta su captura en 2009. Desde entonces los hermanos Úsuga, que habían pertenecido al EPL y a las AUC, se convirtieron en los líderes de la organización. Giovanni murió en un operativo de la fuerza pública en enero de 2012, quedando como única cabeza de las AGC, su hermano Dayro Antonio Úsuga, alias ‘Otoniel’.
Aunque la fuerza pública ha realizado varios operativos que han terminado con la captura y muerte de varios jefes de esta organización, las AGC, también conocidas como el Clan del Golfo, se fortalecieron en la región durante casi una década y se expandieron a otras zonas del país.
Con la firma del Acuerdo de Paz con la guerrilla de las FARC-EP, en 2016, el Bajo Atrato-Darién y Urabá pasó a ser disputado entre las Autodefensas Gaitanistas de Colombia y el ELN. Los combates entre estos dos grupos armados por el control del narcotráfico siguen dejando comunidades indígenas y afro desplazadas y asesinadas.
En la actualidad, la presencia del ELN ha disminuido y las AGC controlan el territorio. Esto ha traído la disminución en los enfrentamientos que dejan a las comunidades en medio. “Nosotras no podemos salir del territorio con tranquilidad. No sabemos si vamos a quedar en la mitad de un enfrentamiento”, afirmó una lideresa del territorio, que participó en los diálogos. Sin embargo, las amenazas y la violencia se mantienen, así como la resistencia de quienes han habitado estos territorios durante décadas.
Según la fuerza pública aún delinquen sietes estructuras ilegales armadas en la zona. Las personas ya no los ven solamente en camuflado y por los ríos, también están en las comunidades. El silencio reina ante el miedo de que los grupos armados se enteren de alguna denuncia.
El conflicto entre los grupos armados ya no es el mismo, la guerra ideológica entre paramilitares y guerrilla cada vez es menos clara. "Desde el 97 no hay una lucha contrainsurgente, lo que hay es una lógica de imposición de procesos de narcotráfico, los grupos armados se distribuyen y disputan las zonas por el narcotráfico", dice Leyner Palacios comisionado de la Comisión de la Verdad. Por lo que se reclama una mayor presencia estatal en la región.
Las comunidades recomendaron que el Estado no debe llegar solamente en su forma militar. También debe hacerlo con oportunidades, principalmente para los jóvenes que se están llevando los grupos armados ilegales. Aunque en la zona del Urabá, el Comité Universidad Empresa Estado Social, CUEES reconocé los avances que han tenido, dicen que falta seguir trabajando. El Bajo Atrato y el Darién, lo reconocen como una zona con menos oportunidades.