“La paz en Colombia necesita incorporar a todos los que tomaron el camino de la guerra”
Palabras del presidente de la Comisión de la Verdad al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Bogotá, D.C., 12 de julio de 2019
A esta hora se está celebrando en el pueblo de Corinto, en el sur del país, el funeral de Luis Carlos Yunda, excombatiente de las FARC, líder de un proyecto de producción de frutas financiado por la cooperación internacional y el gobierno. Hubo un atentado contra la familia. El hermano de Luis Carlos está herido, grave. Hoy en el funeral entierran también a Margarita, la mamá de Luis Carlos. Ella llegó a hacer oración ante el cadáver de su hijo y, al verlo asesinado, tuvo un infarto. Luis Carlos deja dos niños pequeños.
Yo estuve en La Habana, Cuba, acompañando a seis grupos de víctimas, victimas de todos los lados del conflicto. Las víctimas dieron testimonios dolorosos de secuestros de más de 12 años, bombas que mataron a decenas de civiles, falsos positivos del Ejército, que asesinó a jóvenes inocentes. Masacres de más de 100 personas, mutilados por las minas antipersona, mujeres violadas, etc.
Las víctimas en La Habana dejaron dos mensajes claros.
Primero: Colombia tiene que superar la polarización violenta, porque la causa más grande de la tragedia de millones de víctimas es la ruptura del ser humano entre nosotros. Nos hemos odiado, nos hemos excluido, hemos buscado la venganza contra el otro. Tenemos que reconciliarnos para que nuestros hijos no hereden la misma tragedia.
Segundo: Colombia tiene que hacer transición hacia la democracia incluyente y equitativa. Por eso, hay que conocer la verdad profunda de la historia y las estructuras que dieron lugar al conflicto, para hacer los cambios necesarios y para que no continúe la victimización.
Estos dos mensajes de las víctimas explican por qué son importantes las instituciones que buscan la convivencia y garantizan el derecho a la transición, para que la paz sea posible. Esas instituciones son la Justicia Especial para la Paz, la Unidad para los Desaparecidos y la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad.
La Comisión de la Verdad, conformada por once comisionados, un secretario general y un equipo de 400 personas, más numerosos aliados, responde a las dos peticiones de las víctimas con el diálogo social para la convivencia y con el conocimiento para la no repetición. Estas dos dinámicas interactúan continuamente, porque el conocimiento origina las preguntas para el diálogo social y este aporta información, que el conocimiento contrasta, analiza y esclarece.
La Comisión de la Verdad tiene una duración de tres años. En este primer año, la prioridad es escuchar a víctimas de todos los lados y a sus familias, a los afectados de los grupos armados del conflicto y a los sobrevivientes de la tragedia de todas las clases sociales, cuyos seres queridos fueron asesinados o llevan en sus cuerpos las heridas y las pérdidas. Estamos a la escucha de 16 mil víctimas escogidas. Además, la Comisión está en diálogo permanente y puertas abiertas con todos los grupos e instituciones, con mesas de conversación de organizaciones de víctimas, excombatientes de las FARC, empresarios, periodistas, académicos, dando prioridad a las comunidades negras e indígenas, y con organizaciones de mujeres y LGTBI, diversos grupos de las Fuerzas Armadas, exguerrilleros de grupos distintos a las FARC, organizaciones de campesinos y colonos, partidos políticos e iglesias y comunidad internacional. Nos han sorprendido más de dos mil prisioneros, que están condenados en distintas cárceles y quieren colaborar con la verdad.
El diálogo social tiene comunicación con tres públicos: los amigos de la paz, que son muchos y de muchas organizaciones sociales, algunos de polarización amiga; los adversarios radicales contra la paz de La Habana, que son la polarización enemiga, y el grupo más numeroso, que son los indiferentes, los confundidos y los jóvenes. Para cada uno de estos grupos se tiene una estrategia de comunicación convocante. A la comunicación se une la pedagogía sobre toda la sociedad, para invitar a la búsqueda de la verdad en escuelas, en el voluntariado de jóvenes universitarios y con líderes preparados. El diálogo social da gran importancia al arte y la estética, para superar el trauma cultural con obras de arte que impacten al país.
El diálogo social tiene una agenda de actos públicos de dignificación de las víctimas y aceptación publica de responsabilidades, y actos de diálogo para la no repetición de la violencia. Hace dos semanas, en Cartagena, tuvimos el encuentro sobre la verdad de la violencia sexual dentro del conflicto, que reunió a centenares de mujeres y personas LGTBI de toda Colombia y mostró el delito de guerra que más se ha mantenido en silencio. En el mismo mes se tuvo en Bogotá el Primer Diálogo para la No Repetición, ante la televisión y los medios, para plantear ante los que toman decisiones en el país preguntas difíciles sobre el asesinato de líderes que los dirigentes no se atreven a realizar. En las próximas semanas seguirán 15 actos, programados en las distintas regiones de Colombia.
El conocimiento de lo que nos pasó en el conflicto para que nunca vuelva a repetirse es la respuesta a la segunda petición de las víctimas. Eso fue lo que nos pidió la mamá campesina que contó cómo su hijo de ocho años había explotado con la granada que un grupo armado dejó en el patio. El niño se metió en el pequeño cuarto de herramientas para jugar con el artefacto. Cuando la mamá sintió la explosión, llegó corriendo. El niño estaba allí, reventado contra las paredes. Ella trajo un balde y fue raspando al niño de las paredes, hasta que lo tuvo casi completo en el balde. Y después de narrar esta realidad espantosa, se volvió hacia nosotros y nos dijo llorando: “yo quiero que me digan la verdad: quiénes eran ellos, por qué vinieron a traer armas a esta vereda tranquila, qué intereses los movían, quién les dio la orden…”
El conocimiento parte de la información entregada por las víctimas, recoge en un sistema de big data millones de datos secundarios, incorpora archivos, introduce la información reservada que ya tenemos de la Fiscalía, la Procuraduría, el Ejército y la Policía, centros de investigación y también la información de la JEP y de la Unidad de Desaparecidos. Luego se construyen patrones, para definir formas de victimización, y se pasa a contextos explicativos, con participación de académicos, para poder entender qué pasó, cómo pasó, qué responsabilidades históricas hay, qué responsabilidades éticas y políticas. Y estamos conversando en mesas donde se contrastan las posibles hipótesis o interpretaciones. Actualmente están en este trabajo cien personas de la Comisión.
El desafío en conocimiento es muy grande. Queremos llegar a una intelección compleja y llena de sentido de la tragedia del conflicto, a una aproximación a la verdad, a hipótesis serias y en algunos casos a evidencias que nos permitan acercarnos a una comprensión de la historia desde puntos de vista diferentes. Y de esta manera, abrir un camino hacia el futuro, basado en la verdad y en la justicia. Pero no un camino para continuar en la exclusión y el odio, sino para construir juntos desde las diferencias étnicas, culturales, políticas, de género. Por eso, este es un conocimiento para la no repetición.
Todos los temas de conocimiento que tiene la Comisión por decreto son estructurales. Por ejemplo, la relación del narcotráfico con la guerra, la relación del paramilitarismo con el Estado, el daño que el conflicto hace a la democracia, la violencia que desplazó a los campesinos y les quitó la tierra, etc. Todos estos temas son muy controversiales, y para resolverlos todos es necesario implementar integralmente el acuerdo de paz entre el Estado y las FARC. No basta con reincorporar a los excombatientes de las FARC; eso sería una paz pequeña, una paz incierta, porque van a continuar las razones estructurales del conflicto.
Ustedes, amigos del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, han hecho un gran servicio a Colombia y al mundo. No vayan a dejar su tarea en la mitad del camino. Ustedes han puesto en marcha un sistema de transición hacia la democracia participativa y equitativa, sin armas en la política. Las condiciones necesarias para que se haga la transición son las tres instituciones del Sistema: la Justicia Especial para la Paz, la Unidad para encontrar a los Desaparecidos y la Comisión de la Verdad. Pero estas condiciones no son suficientes. Las condiciones necesarias y suficientes solamente se llenarán cuando se ponga en ejecución de manera integral el acuerdo entre el Estado y la guerrilla. Cuando sea una realidad la reforma rural integral y la reforma a la participación política y presencia de víctimas en el congreso. Cuando se cumplan las estrategias pactadas contra el narcotráfico, que son sustitución de cultivos, trabajo entre el gobierno y los jefes FARC para identificar a los carteles de la mafia y persecución a los aparatos criminales que matan líderes y excombatientes y no solamente a los sicarios que disparan. Si todo el acuerdo no se ejecuta integralmente, pasará lo que con otros problemas de Colombia, donde se hace una solución parcial e incompleta y todo vuelve a lo mismo.
Solamente cuando esté en marcha el acuerdo pleno, para todos los colombianos tendrá sentido la justicia especial del posconflicto, será posible encontrar a los desaparecidos y podremos seguir profundizando una verdad seria, clara, justa, dura, que nos abra a la dignificación de todos y a la reconciliación.
Y una última palabra. La paz en Colombia necesita incorporar a todos los que tomaron el camino de la guerra. Ayúdennos a retomar la mesa de negociación con el ELN. Es cierto que el presidente se quedó sin espacio político para continuar después del atentado de Bogotá. Pero hoy es posible. Y aunque esa mesa no llegue al acuerdo de paz durante el gobierno de Duque, mientras exista la mesa van a disminuir las víctimas y el sufrimiento de las comunidades.
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