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Comisión de la Verdad

“Los cinco años que conmemoramos relanzarán con nueva fuerza la esperanza y la pasión por la paz de Colombia”

Palabras de Francisco de Roux durante el encuentro ‘#5AñosTejiendoPaz | Tejiendo un acuerdo para la vida’

ENCUENTRO | Noviembre 24 de 2021

“Los cinco años que conmemoramos relanzarán con nueva fuerza la esperanza y la pasión por la paz de Colombia”

Buenos días a todos y a todas, quisiera hablar desde el lugar que a todos nos da legitimidad en esta nación de más de 9 millones de víctimas. El cuerpo ensangrentado del pueblo de Colombia como nos dijo el papa Francisco.  

Todos los días la Comisión de la Verdad, desde hace tres años, ha estado recibiendo a las víctimas desde esa profundidad dolorosa, desde ese lugar ensangrentado donde las mamás hablan de sus hijos desaparecidos, de sus esposos secuestrados, de los que fueron asesinados por hombres del Ejército en los “falsos positivos”, de los pueblos destrozados por las bombas, de los soldados y exguerrilleros sin piernas, de los niños volados por minas antipersona y de millones de desplazados.

Es sobre todo de la herida de la brutalidad de los años de la guerra grande, salvaje, entre 1995 y el año 2009, cuando la acumulación de conflictos nunca resueltos pasó por encima de la Constitución de 1991 y estalló en una confrontación a muerte, porque ambos, en distintos momentos, las FARC-EP y las Fuerzas Militares, estuvieron a punto de ganar y para las dos partes la derrota era inaceptable. Una confrontación donde la insurgencia, fuerzas del Estado, paramilitares, en el fragor de la contienda violaron a diario el Derecho Internacional Humanitario, donde ocurrieron cuatro quintas partes de todas las víctimas de 60 años y donde el 80% de los asesinados fueron civiles que nada tenían que ver con la guerra.

Señor secretario, el Acuerdo de Paz se firmó hace cinco años para detener esta locura y tuvo efectos inmediatos. Recordamos el espectáculo conmovedor de las FARC-EP bajando de las montañas, acompañados por los soldados y policías que habían sido sus enemigos a muerte. El 27 de junio de 2017, tuvo lugar en Mesetas, Meta, la ceremonia de la dejación de las armas, con el arzobispo de Tunja, monseñor Luis Augusto Castro, acompañamos como garantes el cierre de los contenedores de Naciones Unidas, y cuando caminábamos entre las carpas de los muchachos desarmados una pareja joven, un hombre y una mujer, nos dijeron: “Tenemos miedo, porque hemos entregado los fusiles que protegían nuestras vidas, hemos puesto la confianza en el Estado y en la sociedad, pero no nos creen a nosotros”. Y recordamos que la paz se extendió en el país ese año de 2017, el año más pacífico que ha tenido Colombia en el siglo XXI. No era una paz para las FARC-EP, era la posibilidad de la paz grande de los colombianos. La paz que tenía que ponerse en marcha desde ese momento, generosamente, abiertamente. La transformación ética, política y estructural de este país.

El gobierno del presidente Iván Duque, que ha marcado el escenario internacional, con el abrazo fraterno de recibir a los venezolanos, ha financiado la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas y la Comisión de la Verdad. Nos ha pagado la extensión de siete meses más de la Comisión de la Verdad, una decisión unánime que agradecemos a la Corte Constitucional. Lo que ha hecho con los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET) es muy importante, había que mostrar con hechos, en terreno, que la paz y la reconciliación participativa son posibles. Sin restar el mérito de esa realización, debo traer aquí la expresión del evangelio “eso había que hacerlo, pero lo otro indispensable no podía omitirse”.

Eso otro indispensable es la paz grande que no hemos tenido, Colombia necesitaba la convocatoria hacia esa paz grande por encima de todos los intereses políticos de partidos. No tuvimos el liderazgo nacional, no solo de presidencia, sino de toda la sociedad, capaz de convocar a indígenas y afros, campesinos y jóvenes, sectores populares y clases medias, iglesias, colegios y universidades, a Fuerzas Militares y partidos, a los sindicatos y a la sociedad civil a construir la paz de todos que quería el pueblo. No hubo entre nosotros grandeza humana para tanto, no logramos unirnos por la causa grande, como sí supo hacerlo el Consejo de Seguridad y Naciones Unidas por encima de las tensiones nacionalistas para unirse por la paz de Colombia. No tuvimos los liderazgos capaces que visionaran esa paz grande que necesitaba el país, por la ausencia de esta paz grande, y por eso no me voy a referir a las cosas hechas por la Comisión de la Verdad al lado de la JEP y de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, por la ausencia de esa paz grande, que empezaba por la paz territorial, que convierte las regiones enteras en pasión por la vida querida. No se dio la transformación del sistema de seguridad hacia la protección de las personas en sus comunidades, ni la llegada del Estado con la Reforma Rural Integral (RRI), el resultado no solo por eso sino también por los más de mil líderes asesinados desde que se firmó la paz.

La ausencia de la paz grande fue también la ausencia de respeto a quienes poniendo la confianza en nosotros habían dejado las armas. Cada mes, desde el día que hicieron la dejación de armas, hemos tenido en promedio cinco firmantes de la paz asesinados. La ausencia del Estado igualmente permitió que la guerra de la coca y de la minería ilegal penetrara en las comunidades, en los territorios que dejó las FARC-EP, y que volvieran las minas antipersonal en las playas de los ríos, la destrucción de la naturaleza con la deforestación del Amazonas y del andén el Pacífico y el terror de las comunidades.

La JEP, por esa misma realidad, ha sufrido momentos muy difíciles. Y finalmente la ausencia de la paz grande trajo la desvalorización de la misma paz, la paz que exigía mucho coraje nacional, mucha audacia para reconocer la verdad de nuestra tragedia humana, para enfrentar los cambios estructurales que volvieron a pedir los jóvenes de la primera línea el pasado abril.  Se fue bajando el discurso de la paz, se le puso adjetivos para controlarla, se la sacó del estado de opinión y hoy, en la campaña política es políticamente incorrecto hablar de paz, los candidatos no lo mencionan porque la paz no da votos. 

Tenemos que rescatar la grandeza de esa paz que realmente el país quiere. La Comisión de la Verdad tiene la responsabilidad de contribuir a este esfuerzo colectivo. Estamos construyendo el Informe Final para invitar desde la verdad que nosotros mismos, a construir desde nuestras diferencias políticas, de género, culturales y étnicas del país que piden las víctimas en su clamor por la reconciliación y por la nación del futuro que se merecen los niños de Colombia.

Queremos resaltar la inmensa importancia de este acto, mucho más de las palabras que hemos dicho aquí, este momento es inmensamente elocuente, tener al presidente Duque, tener al secretario general de las Naciones Unidas, y a los firmantes del Acuerdo de Paz, el expresidente Santos y Rodrigo Londoño. Gracias porque esto abre para nosotros perspectivas.

Quiero unir mis agradecimientos de nuevo a Naciones Unidas, a la Misión de Verificación, al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y a ustedes amigos de la comunidad internacional. Tengan la seguridad de que su apoyo no caerá en el vacío. Los cinco años que conmemoramos hoy relanzarán con nueva fuerza la esperanza y la pasión por la paz grande de Colombia.

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