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Comisión de la Verdad

“A la cultura nos la han vuelto astilla”: Mary Grueso Romero

La Comisión de la Verdad está investigando los impactos del conflicto armado interno a lo largo del litoral Pacífico y en todo el país. Para tener una versión integral, también indaga qué pasó y cómo se afectó a la familia negra en el territorio.

ENCUENTRO | Agosto 13 de 2020

“A la cultura nos la han vuelto astilla”: Mary Grueso Romero

 

El pasado 31 de julio se realizó el conversatorio virtual 'Impactos del conflicto armado en la familia negra', encuentro preparatorio del reconocimiento nacional a las comunidades negras, afrodescendientes, raizales y palenqueras “La Verdad del Pueblo Negro”. Contó con la participación de la maestra, poetisa y escritora afrocolombiana Mary Grueso Romero, la activista, feminista e investigadora afrocolombiana María Campo y la asesora e investigadora de la Comisión de la Verdad Castriela Hernández.

La conversación, moderada por Natalia Ocoró Grajales, investigadora de la Comisión de la Verdad, inició con la explicación acerca de la constitución de los sistemas familiares y de parentesco de las comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras, que comprenden un complejo entramado de relaciones que vinculan la consanguinidad y también el paisanaje, la vecindad y el parentesco ritual y espiritual, y que determinan que sea normal que dentro de estas comunidades todos sean familia, más allá de los lazos de sangre.

Estas dimensiones de la vida comunitaria están modeladas por principios de circulación, control social y de intercambio que trascienden a la esfera del pueblo y configuran la familia extensa y extendida negra. Frente a este tema, la poetisa Mary Grueso resaltó: “Para la gente negra, los amigos han sido parte de la familia, esa familia extensa que en el Pacífico a todos nos han enseñado a respetar”. De esta manera, la constitución familiar y de parentesco de los pueblos étnicos representa el centro de la vida cultural, ritual y comunitaria en la que se llevan a cabo procesos identitarios y de socialización que les permite conservar sus prácticas como pueblo étnico.

Al interior del pueblo negro, algunos de los impactos relacionados con el conflicto armado están vinculados con la desarticulación de sus sistemas familiares y parentales por razones de desplazamiento, presencia de grupos armados, despojo territorial, miedo generalizado, reclutamiento forzado y otras formas de exclusión relacionadas con condiciones precarizadas de bienestar y necesidades básicas insatisfechas en los territorios. El impacto de esta situación desencadena el desplazamiento forzado de dichas comunidades, que han vivido allí por más de cuatro siglos. La consecuencia inmediata es la desarticulación de sus troncos y sus familias como una modalidad de aniquilación cultural desde el territorio.

A partir del fragmento de uno de los testimonios documentados por la Comisión de la Verdad en espacios de participación colectiva en la región Pacífico, se realizó el contexto de las principales afectaciones que ha tenido la familia afrodescendiente asentada en esta región: “El chontaduro se acabó por la coca (…), mucha gente está sufriendo porque siembran las palmas y no les da, no crecen, y si crecen algunas, cuando ya están cargadas no sirve de nada, porque la lejía de la coca se encarga de desgranar el chontaduro de la palma y no crece nada. A raíz de eso, la gente tuvo que salir de sus lugares nativos a la ciudad, para buscar mejores fortunas, y por eso los muchachos se metieron en malas prácticas. En la tierra que podrían trabajar, ya no pueden hacerlo”.

Por su parte, María Campo añadió: “Antes de la llegada del conflicto armado a nuestros territorios, las mujeres eran las encargadas de la salud de la familia, basada en hierbas naturales sembradas en las azoteas. Con la llegada del conflicto armado, la medicina tradicional y la tradición oral se deterioró, constituyéndose en un ‘ecoetnogenocidio’ contra el pueblo negro”.

Durante el conversatorio se dijo que en el marco del conflicto armado la militarización de los territorios de pueblos étnicos ha desencadenado la violación sistemática de derechos humanos fundamentales de carácter individual y colectivo, situación que ha afectado la vida social, familiar y comunitaria de las poblaciones negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras. En el informe ‘Problemática Humanitaria en la Región Pacífica Colombiana’, de 2016, la Defensoría del Pueblo menciona que “la estrategia de militarización del territorio trae consigo una visión de la población del Pacífico como amiga o enemiga, por lo cual ha sido obligada a involucrarse en el desarrollo de actividades propias de la confrontación armada, en donde les es impuesta la instalación de bases militares en territorios étnicos, o es señalada como un obstáculo para el desarrollo regional”.

En este sentido, la poetisa Mary Grueso expresó: “Para mí, es mucho lo que los negros hemos alcanzado, pero habríamos conseguido más si no fuera por el conflicto armado, que ha destrozado nuestra cultura. A la cultura nos la han vuelto astilla”.

En el Censo de Colombia de 2018, el DANE estableció que en Colombia 2,98 millones de personas se reconocen como negras, afrodescendientes, raizales y palenqueras. Comparar esta cifra con la del Censo de 2005, realizado por la misma entidad, determina que en los últimos 13 años esta población se ha reducido más de un 30 %. Este dato podría contrastarse con los registros de la Unidad de Víctimas, que reportan que 1.125.252 de estas personas negras son víctimas del conflicto armado. “Esta es una cifra que nos debería dar vergüenza como sociedad”, agregó María Campo. De acuerdo con el Censo 2018, de los casi tres millones de personas, 549.218 son mujeres negras, 1.677.505 son niños, niñas y adolescentes (entre 12 y 17 años) y 800 personas pertenecen a la comunidad LGBTI.

En el diálogo también se planteó que uno de los principales impactos del conflicto armado a la familia negra está relacionado con las afectaciones a las mujeres. María Campo expuso que “el conflicto armado ha traído empobrecimiento a la mujer negra porque ha tenido que salir del territorio sin condiciones para su supervivencia y para continuar con sus prácticas culturales, y esto nos impide gozar de nuestros derechos”. La poetisa Mary Grueso Romero contó que en su experiencia como maestra ha sido muy doloroso ver cómo muchos estudiantes terminaban el bachillerato y al poco tiempo aparecían muertos en una esquina, porque atracaban, y tras la sectorización de los barrios, perdían su vida por traspasar las famosas fronteras invisibles. En esta misma dirección, Castriela Hernández señaló que el racismo fue determinante en el comportamiento del conflicto armado en los cuerpos y territorios de comunidades negras, los cuales reconfiguraron prejuicios raciales coloniales y perfiles criminales que cosificaron y estigmatizaron a las personas negras.

Finalmente, Castrelia Hernández expresó: "Para la Comisión de la Verdad es importante contar con todos los relatos de todos los lados; es la única manera que tenemos para analizar y explicar el relacionamiento entre las situaciones que viven las familias negras y el conflicto armado".

Los afrontamientos y repertorios de resistencias del pueblo negro se han desplegado a través de múltiples manifestaciones de carácter público, privado y cotidiano a lo largo del conflicto armado gracias a diferentes estrategias pacíficas que le han permitido continuar en el territorio y aprender a vivir en otras ciudades, adonde la misma violencia lo ha llevado.

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