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Comisión de la Verdad

“Si les dedicamos un minuto a cada uno de esos 6.402 jóvenes, nos tomaría 8 días y 1 mañana poder honrarlos”

Palabras de Francisco de Roux en el encuentro de Reconocimiento de responsabilidades sobre ejecuciones extrajudiciales en Bogotá y Soacha.

ENCUENTRO | Mayo 10 de 2022

“Si les dedicamos un minuto a cada uno de esos 6.402 jóvenes, nos tomaría 8 días y 1 mañana poder honrarlos”

Buenas tardes a todas y a todos y particularmente a las madres de Soacha, por supuesto a todos los presentes. Déjenme empezar por decirles que yo sí quisiera, aunque Gabriel de Jesús Rincón y el sargento Pérez nombraron a algunos de los jóvenes asesinados, yo quiero nombrarlos a todos. Quiero nombrarlos a todos porque nosotros estamos aquí porque ellos nos han convocado y porque los sentimos presentes, como ustedes decían las mamás.

He compartido con las mamás experiencias espirituales. Sé de su espiritualidad tan profunda y sé que son esos muchachos, esos jóvenes de ustedes, sus hijos queridos quienes les mantienen con fuerza en esta lucha, por ellos: Mario Alexander Diego Armando, Johnny Duván, Armando Castro, Eduardo Garzón, Jaime Castillo, Julián Oviedo, Óscar Alexander, Daniel Alexander, Elkin Gustavo, Diego Alberto, Jaime Esteban, Jader Andrés y Víctor Fernando.

Yo quiero agradecerles a ustedes, queridas madres, porque ustedes nos han hecho un bien inmenso. Una de ellas nos decía en la reunión que tuvimos en Cali y que fue tan fuerte: “Yo te engendré en mis entrañas y mientras mis entrañas se abrieron para darte vida, el día que te dispararon sobre tus entrañas y te rompieron tus entrañas, tú me engendraste, a mí, tu madre, para que yo nunca dejara de luchar por la verdad y luchara para que cambien todas las cosas, aquí en Colombia”.

Esta lucha de ustedes en la que nosotros las hemos visto cambiar. Ustedes estaban con el dolor de Ana, que como tú misma nos decías: “te volviste loca”. Ustedes estaban con el dolor de Ana y con esa fuerza tremenda con la que hoy también lo dijo Ana: “Estos hijueputas tienen que llegar a sufrir como nosotras sufrimos”. Y muchos de los que están aquí cuando escucharon decir eso en Ana, se enardecieron y se llenaron de rabia y aplaudieron y quisieron decirlo con la misma fuerza. Claro, porque fue un crimen espantoso.

Ha habido muchísimos crímenes en esta guerra. Hemos llorado, igualmente, los secuestrados, los muchachos asesinados por la guerrilla. Hemos llorado mucho, con Luz Marina, los desaparecidos y las desaparecidas, pero nada hubo más grave, más terrible, más devastador: que los hombres del Ejército asesinando a los hijos de ustedes; asesinando a 6402 muchachos. Yo acabo de leer la lista de sus hijos, pero si nosotros les dedicamos un minuto, hagan la cuenta, a cada uno de esos 6.402 y estuviéramos 12 horas, cada día, nos demoraríamos 8 días y una mañana. Un minuto para cada uno de sus 6.000 muchachos para poder honrarlos; así ha sido de grave lo que ha pasado aquí.

Yo quiero decirles a los comparecientes que han querido venir aquí y muy, particularmente, a Gabriel de Jesús y al sargento Pérez porque sé que el general Paulino Colorado tuvo que salir porque tuvo un golpe de salud, se le vino abajo la presión y tocó sacarlo para brindarle ayuda, porque estas cosas son supremamente duras. Quiero decirles a todos, primero, a ustedes queridas madres, gracias. También, a ustedes, Gabriel de Jesús y sargento Pérez y por supuesto general Paulino, gracias por haber venido. Yo sé lo duro que es esto. Ustedes escucharon que la gente se resistió, por lo menos, al final aplaudimos, pero es muy duro aplaudir, después de las cosas que ustedes han pasado e hicieron y de las cuales son criminales, pero el que estén presente acá es muy importante para todos nosotros y muy importante para Colombia.

Quiero agradecerles a todos mis compañeras y compañeros de la Comisión, a Alejandro Valencia, gracias por decir las cosas que la Comisión ha visto en esto y haberlo dicho con el coraje con el que tú mantienes en la Comisión la defensa de los Derechos Humanos en el corazón de lo que nosotros hacemos. Además, de decirles mis queridas madres que ustedes también nos han transformado, quiero agradecerles a mis compañeros de la Comisión de la Verdad, al grupo que trabaja la parte íntima entre nosotros, la parte emocional y a todos mis compañeros y compañeras: a ustedes los han señalado, los han presentado ante el país como polarizados como enemigos de la verdad, como sospechosos. Vamos a seguir adelante y vamos a seguir adelante al lado de estas mamás tan corajudas y de todos los que están por nosotros y con nosotros en esta tarea.

Gracias, también, a ustedes mamás por habernos empapado de su dolor; cómo les debemos por eso, cómo fueron ustedes cambiando hasta que Ana se expresó aquí con esa fuerza. Ella misma se volteó ante el sargento Pérez y ante los dos hombres que estaban aquí y le extendió la mano para mostrar que estaba en una actitud que es la que nosotros hemos visto cambiar en ustedes y las hemos visto tomar la palabra y hablar con tanto coraje. Todavía recuerdo el día que estuvimos en una misa, en la conmemoración, y recuerdo que también estuvieron con ustedes estos hombres que hoy han dado testimonio. Lo recuerdo en el alma porque lo que quisieron leer en ese día fueron las palabras del profeta Isaías cuando cuenta cómo, así como sus hijos, las ovejas fueron llevadas al matadero y fueron puestas en el altar del templo de Jerusalén, esas ovejas y las fueron matando. Aquí, no eran ovejas, eran sus muchachos y el templo no era el de Jerusalén, para decirlo con las palabras de los militares: “era el templo de la patria”. Sobre la patria mataron a sus hijos, pretendiendo que con eso honraban a la patria. ¡Qué cosa tan grave y tan dura! Después, tuvimos la reunión, ese día, en el Parque de los Novios, acá en Bogotá.

Yo quisiera pedirles que no paremos esta lucha, este dolor de ustedes tiene que subir por todo el Ejército de Colombia y apoderarse de toda la Institución y tiene que conmovernos a todos los colombianos para que las cosas que han ocurrido nunca más sucedan. No saben lo que ha sido escuchar a las mamás de los indígenas, las mamás de los afros y de los campesinos con este mismo clamor que ustedes originaron en Colombia, para que este muro de la mentira pudiese romperse en Colombia gracias a ustedes.

Quisiera agradecerle mucho a Roberto Menéndez, gracias por tus palabras, gracias por la compañía que siempre hemos tenido con la MAPP OEA. Gracias por la invitación que nos hacen a superar las polarizaciones y a construir en la verdad y con una gran determinación, convocándonos a todos en Colombia, desde la profundidad de estos dolores hacia la convivencia y la reconciliación. Gracias, Gustavo Alejandro porque nos has acompañado desde la profundidad de Argentina desde que llegaste nos has traído desde, un principio, el relato de las Madres de Plaza de Mayo. Gracias, Luz Marina Monzón, que bueno es estar contigo en esta búsqueda de fondo de las mujeres y los hombres desaparecidos en Colombia. Por supuesto, gracias Ariel porque nos trajiste la palabra tan honda de la JEP, tú que has acompañado a este grupo de mujeres desde el principio.

Quiero agradecer a Alejandra Miller porque nos pusiste en el centro de esto, la lucha de la mujer, como tú siempre lo dices: “La lucha política, a fondo por la mujer”. Quisiera terminar recogiendo unas palabras que me conmovieron mucho, las de nuestra queridísima Andrea cuando nos cantó: “Todos somos mamitas y no queremos parir para en esta guerra ver a nuestros hijos morir”. Ese es el grito de las mujeres hace rato en Colombia, no parimos hijos e hijas para la guerra y luego, terminó cantando: “Todos somos hijitos, hermanos de Caín, refresquemos la memoria para que no se vuelva a repetir”. Gracias a todos y a todas.

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