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Comisión de la Verdad

“Colombia necesita renovar la convocatoria hacia esa paz grande por encima de todos los intereses políticos”

Palabras de Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad en ‘Latidos: la verdad como oportunidad para la paz’

ENCUENTRO | Noviembre 28 de 2021

“Colombia necesita renovar la convocatoria hacia esa paz grande por encima de todos los intereses políticos”

Buenos tardes a todos y a todas. Me dirijo a ustedes, al cumplir hoy tres años formales de la vigencia de la Comisión de la Verdad. Desde la gratitud perenne a Ángela Salazar y Alfredo Molano que desde el futuro nos jalonan en inspiración y desde el agradecimiento profundo a mis compañeros y compañeras del pleno de comisionados y a los equipos de trabajo de la Comisión en cuyas almas y cuerpos anida la pasión por la paz.

Durante estos años, en el contacto permanente e inabarcable con más de 9 millones de víctimas, a lo largo y ancho del país, la Comisión ha estado en los lugares del territorio nacional donde las mamás hablan de sus hijos desaparecidos, de sus esposos secuestrados, de los que fueron asesinados por hombres del Ejército en los “falsos positivos’, de los pueblos destrozados por las bombas, de los soldados y exguerrilleros sin piernas, de los niños volados por minas antipersona y de millones de desplazados por décadas y sobre todo en los tiempos de la brutalidad de los años de la guerra salvaje, entre 1995 y el 2009, cuando la acumulación de conflictos nunca resueltos pasó por encima de la Constitución de 1991 y estalló en una confrontación a muerte, porque ambos, en distintos momentos, las FARC-EP y las Fuerzas Militares, estuvieron a punto de ganar y para las dos partes la derrota era inaceptable.

Una confrontación donde la insurgencia, las fuerzas del Estado, los paramilitares, en el fragor de la contienda, violaron a diario el DIH, donde ocurrieron cuatro quintas partes de todas las víctimas de 60 años y donde el 80% de los asesinados fueron civiles que nada tenían que ver con la guerra.

El Acuerdo de Paz se firmó hace 5 años para detener esta locura y tuvo efectos inmediatos. Recordamos el espectáculo conmovedor de las FARC-EP bajando de las montañas, acompañados por los soldados y policías que habían sido sus enemigos a muerte. El 27 de junio de 2017, tuvo lugar en Mesetas la ceremonia de la dejación de las armas.

Con el arzobispo de Tunja, monseñor Luis Augusto Castro, acompañamos como garantes el cierre de los contenedores de Naciones Unidas, y cuando caminábamos entre las carpas de los muchachos desarmados, una pareja joven, un hombre y una mujer, nos dijeron: “Tenemos miedo, porque hemos entregado los fusiles que protegían nuestras vidas, hemos puesto la confianza en el Estado y en la sociedad, pero no nos creen en nuestra decisión de nunca más volver a la guerra”. Y recordamos que la paz se extendió en el país ese año de 2017, el año más pacífico que ha tenido Colombia en el siglo XXI. No era una paz para las FARC-EP, era la posibilidad de la paz grande de los colombianos. La paz que tenía que ponerse en marcha desde ese momento, generosamente, abiertamente. La transformación ética, política y estructural de este país.

Colombia hoy necesita renovar la convocatoria hacia esa paz grande por encima de todos los intereses políticos de partidos. Las conmemoraciones en que hemos participado en estos días, la presencia entre nosotros del Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, nos permiten creer que es posible tener el liderazgo nacional, no solo del Estado del que somos parte, sino de toda la sociedad, capaz de convocar a indígenas y afros, campesinos y jóvenes, sectores populares y clases medias, iglesias, colegios y universidades, a fuerzas militares y partidos, a los sindicatos y a la sociedad civil a construir la paz que nos abrace a todos sin exclusión.

Necesitamos la grandeza humana que acoge con determinación el Acuerdo establecido para ponerlo en práctica y para acrecentarlo y enriquecerlo. La magnanimidad que se corresponde a la que ha tenido el Consejo de Seguridad y Naciones Unidas – conocedores de los límites de todos los procesos de paz en el mundo - cuando por encima de las tensiones de la política internacional se ha unido por la paz de Colombia. Necesitamos los liderazgos territoriales para convertir las regiones enteras en pasión por la vida querida. Para lograr el sistema de seguridad hacia la protección de las personas en sus comunidades y la llegada del Estado con la Reforma Rural Integral (RRI).

Porque la ausencia de la paz grande ha sido también la ausencia de respeto a quienes, poniendo la confianza en nosotros, habían dejado las armas. Cada mes, desde el día que hicieron la dejación de armas, hemos tenido en promedio cinco excombatientes de las FARC-EP asesinados. La precaria presencia del Estado igualmente permitió que la guerra de la coca y de la minería ilegal penetrara en las comunidades, en los territorios que dejó la guerrilla, y que volvieran las minas antipersonal en las playas de los ríos, la destrucción de la naturaleza con la deforestación del Amazonas y del andén el Pacífico y el terror de las comunidades y más de mil líderes asesinados desde la firma del Acuerdo.

La ausencia de la paz grande trajo la desvalorización de la misma paz, la paz que exigía mucho coraje nacional, mucha audacia para reconocer la verdad de nuestra tragedia humana, para enfrentar democráticamente los cambios estructurales por los que gritaban en las calles los jóvenes el pasado abril. La paz fue destituida del deber y el derecho incondicional que le dio la constitución, se le puso adjetivos, se la sacó del estado de opinión, hasta silenciar su implementación integral de la campaña política, porque la paz no da votos.

Tenemos que rescatar la grandeza de la paz. La Comisión de la Verdad tiene la responsabilidad de contribuir a este esfuerzo colectivo. Invitamos a que la paz sea tema esencial en la discusión sobre el futuro, en la reconciliación basada en la verdad y la aceptación de responsabilidades históricas, políticas, éticas. Invitamos a que todos los candidatos y candidatas se comprometan con la paz grande.

Pedimos particularmente al ELN y a los grupos que se reclaman como insurgencias políticas y pedimos al Estado que se pase cuanto antes a la negociación. La guerra en Colombia no arregló nada, la guerra dañó todo lo que tocó, empezando por dañar a quienes la pelearon. Por todas partes desde Arauca hasta Urabá y desde allí hasta Nariño y el Amazonas la gente está clamando: “Paren esa guerra, párenla ya, párenla de todos los lados.

Estamos construyendo el Informe Final para invitar, desde la verdad, a construir, desde nuestras diferencias políticas, de género, culturales y étnicas, el país que piden las víctimas en su clamor por la reconciliación y la nación alegre y justa que nos reclaman en una encuesta nacional los niños y niñas y jóvenes de Colombia.

En el Informe Final vamos a entregarle a las víctimas, a la sociedad colombiana y a sus líderes y lideresas, así como a miles de colombianos y colombianas exiliados por el conflicto, y la comunidad internacional, un legado que no eludirá verdades fuertes y dolorosas sobre lo definitivamente intolerable, al tiempo que destacará múltiples experiencias de luchas civiles y no violentas por la paz desde las más diversas instancias de la sociedad y de instituciones. El Informe dejará en su legado un conjunto de recomendaciones en marcha para que no haya más repetición.

La construcción de la paz grande es una tarea de largo plazo, la ruta de la transición hacia ella continuará después de la finalización de nuestro mandato. Por ello dedicaremos estos próximos 7 meses, hasta junio de 2022, a terminar el Informe en diálogo con la sociedad, a la puesta en marcha del Comité de Seguimiento y Monitoreo sobre las recomendaciones que dejamos, y a la entrega técnica de nuestros archivos. En julio y agosto los comisionados y comisionadas, con parte de nuestro equipo y especialmente con los miles de aliados, organizaciones, instituciones y personas, recorreremos el país socializando este legado.

Esa será nuestra contribución a la ruta de la transición, para que no tenga reversa y sigan con determinación creciente la pasión por la paz grande.

Quiero dar mis agradecimientos de nuevo a la confianza y la generosidad de las víctimas que nos han traído hasta aquí y que lograron, de la Corte Constitucional unida, el que tuviéramos unos meses más de extensión para cimentar la paz en la verdad; a Naciones Unidas, a la Misión de Verificación, al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y a ustedes amigos de la comunidad internacional.

Tengan la seguridad de que su apoyo no caerá en el vacío. Los cinco años del Acuerdo de Paz y los tres que conmemoramos hoy relanzarán con nueva fuerza la esperanza y la pasión por la paz grande de Colombia.

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