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Comisión de la Verdad

Relato llanero

Conoce más sobre los Mínimos Humanitarios en Arauca a través de esta narración y las voces de quienes han sufrido el impacto del conflicto armado en la región.

TERRITORIOS | Marzo 04 de 2022

Cortesía: CIAT

“¿Cómo le va, cámara? Mi comadre y yo le vamos a contar una vaina que importa a todo habitante de Arauca. Quien lo cuenta lo ha vivido y sabe lo que dice. Los ríos, caños y lagunas, así como los esteros, los garceros, el piedemonte y la sabana han sido testigos del horror de la guerra, que le quita la dignidad a quien la padece y no le deja resollar tan fácilmente. ¡Qué vaina, chico! Y en su curso solo quedan recuerdos, un suspiro y un ¡ah malaya! que ni el tiempo borrará. 

Necesitamos quitarnos las esquirlas de la guerra y repensarnos en Arauca como humanidad, como un territorio digno de paz. Recuperar la confianza, dejar de lado toda envidia y embuste, que ha sido otra causante de tantas muertes por acá; el chisme ha puesto tanto muerto como las balas. Este caminar y procura de cambio es el que hace el araucano promedio día a día; hay que seguir poniéndole manos a la obra. ¡A ordeñar, pariente, porque nos aclaró el día!”.

Posiblemente, por estar distante del centro del país y por la administración política, los mínimos sociales básicos para el desarrollo en Arauca siguen sin ser plenamente satisfechos. Además, el departamento sigue viviendo un conflicto social armado que viene de décadas atrás y que ha mutado según los contextos políticos, sociales, económicos, y los planes de cada actor armado. Aquí pondremos las voces que representan a las 160.000 personas registradas como víctimas en la Unidad de Víctimas y que dan argumento testimonial a los Mínimos Humanitarios. 

 

La vida es sagrada 

Cada quien es irrepetible, cada persona es irremplazable, cada muerte es irreversible. Este Mínimo Humanitario defiende el derecho a la vida y a no ser privado de ella de ninguna forma. Afirmar que la vida es sagrada es decir que queremos ser y trascender como individuos en todas las dimensiones humanas.

Arauca ha soportado casos como la masacre del Matal de Flor Amarillo (2003), los desplazamientos de La Holanda y La Arabia (2004-2007), el bombardeo al caserío de Santo Domingo (1998), el despojo y la vulneración de derechos a los habitantes de las veredas La Osa y El Vivero por petroleras que perforan sus tierras, las tomas guerrilleras en Cravo Norte, Puerto Rondón y Cubará, el genocidio a la Unión Patriótica, el Partido Liberal y el Partido Conservador, y el asesinato de líderes sindicales, docentes y personal de la salud.

 

Por el respeto a líderes y lideresas, defensores y defensoras de derechos humanos

“Dormir en un chinchorro, hamaca o campechana de manera tranquila, o patronear una curiara o canoa se volvió una nostalgia”.

Las persecuciones contra gestores de derechos humanos se hicieron más evidentes entre los años ochenta y el inicio de los años 2000. Integrantes políticos, lideres sociales y de oposición, personal de la salud y educadores han sido las principales víctimas del conflicto armado en Arauca.

Hoy vemos cómo el recrudecimiento del conflicto armado por el control territorial entre las disidencias de las FARC y el ELN sigue aumentando el número de víctimas en la región.                     

“Esta es la hora y no sabemos dónde está el compadre, la comadre, el presidente de la junta, la profe de la escuela o la enfermera del puesto de salud. En Tame casi todos los miembros del sindicato Anthoc fueron asesinados, pero, en todo el departamento, el sector de la educación es el que más muertos ha puesto”.

 

No más trampas explosivas, minas ni municiones 

“Con decirle, chico, que queda uno más desorientado que un zorro en pleno mes de marzo, con ese verano tan fuerte y sin horizonte. Es muy difícil así vivir otras cosas bonitas del Arauca, vigilando dónde se pisa o camina, y que vaya y lo embrome una mina, o pendiente de a qué horas se arma una vaina por ahí”. 

Tanto las minas como los residuos explosivos de guerra generan gravísimas lesiones físicas en sus víctimas y un ambiente de terror e incertidumbre para la población en general. 

“Muchas personas perdieron su vida en minas antipersonales, minas que quedaban por allí, porque igual la guerra estaba allí, cerca, muy cerca. Nos decían: ‘Mire, esa parte no la visiten, porque allá es un campo minado’. Muchas de esas personas que armaban esas minas murieron y muchas de esas minas quedaron y nadie más las conocía. Y muchas de esas fueron las minas que han hecho daño, porque quienes las instalaron murieron, y nadie más supo de eso. ¿Quién la encontró?: el campesino, el vecino, la persona que fue a hacer su trabajo, a hacer su labor. Recuerdo que hubo una por ahí, por los lados de Bajo Cusay. Por ahí iba una señora y cayó en una mina”.

Testimonio de víctima de minas antipersonal, en entrevista con la Comisión de la Verdad.

 

El respeto a campesinos, afros, indígenas y población diversa

“La solución al conflicto no puede seguir siendo el pensamiento y accionar bélico. Es que es muy fácil pensar desde la tranquilidad de un sofá mientras se ve la televisión o un celular. ¿Quiénes son los que ponen el pecho? ¡Los más pendejos! Nadie sabe lo que es ver a los suyos y a uno mismo padeciendo el horror de la guerra. Solo se ven las madres llore que llore, sumidas en el dolor y el silencio del sin saber, hombres esperrují’os, como pollo chupa’o ‘e sapo, cabizbajos. Son situaciones que muchos han buscado resistir y afrontar, mientras otros pareciera que estuvieran muertos en vida”. 

Arauca tiene una población multicultural compuesta por comunidades de campesinos, afros, indígenas y población diversa, que debe ser reconocida y respetada con acciones para forjar paz:

“Grave, grave. Tocó echarlo pa’ Santander, entonces me vine. Me vine de por allá. Mi hijo desapareció, se lo llevó la guerrilla; estaba trabajando cuando se lo llevaron. Yo fui buscándolo, preguntándolo por lado y lado, y nada. Nadie me dio razón, y hasta la fecha no sé nada. Y mi esposo siguió grave y falleció. A los ocho meses de haber fallecido, me mataron el otro hijo”.

Campesina víctima del conflicto armado en Arauca.

“Las voces hablan por sí solas y el que entendió, entendió. Las grandes víctimas son la población y el territorio. Los campesinos, aquellos que cultivan la tierra y producen nuestra comida. Así es la vaina. Pero, mire, usted, no son sólo los campesinos, sino también la población diversa la que han llevado del bulto en el territorio, personas de carne y hueso, como cualquiera de nosotros”.

La población LGBTIQ+ ha sido discriminada y estigmatizada por los actores armados:

En el 2006 también volví a ser amenazada, pero por las FARC. A mí me dieron 24 horas para que me desapareciera de aquí del municipio, del departamento de Arauca. Yo no me fui. Yo busqué, fui, hablé y pregunté: ¿Qué pasó conmigo? ‘Amigo mire yo soy esto, yo soy gay, pero yo no me meto con nadie. Yo soy una persona que no hago escándalos’, porque hasta por eso lo mataban a uno. Si usted hacía un escándalo y se emborrachaba, pues la mataban y más si era gay, con más razón. Entonces yo fui y hablé. En ese entonces amenazaron a cuatro más”.

 Entrevista de persona LGBTIQ+ en Arauca, para la Comisión de la Verdad.

 

Los cuerpos de las mujeres no son territorio de guerra

“Y es que esa vaina, chica, es cierta. ‘Al burro le ponen leña porque no pone’, pero si nos ponemos las pilas a ver la gente cordial, trabajadora y leal que somos, si seguimos conociendo y queriendo lo nuestro, se va espantando todo aquello que no nos deja. ¡Que la brisa pase pa que pase el zancudero! Vientos de paz, no de repetición, unos mínimos y principios que nos muevan a repensarnos como departamento. ¡Eso es hacer cultura! Para eso todos somos agentes de cambio, pero hay personas que han sido decisivas en esa transformación: las mujeres. 

¡Mire! Juzgue usted mismo, pariente, por su propia vista, con este relato”:

“En mi caso, como mujer, ya empecé a crecer, ya estaba señorita, ya me miraban como material, y también me miraban como si... ya me miraban de otra manera. Y era que: ‘tiene que estar conmigo’, a nivel sexual, y no sólo a mí, sino a muchas de mis amigas. Entonces ya ellos pretendían que nosotras teníamos que acostarnos con ellos. Cuanto más poder tuviera el tipo, entonces era una obligación prácticamente. En mi caso, nunca llegó a ocurrir, pero sí hubo algunas que las tomaron por la fuerza. Violación se daba de todos los grupos, FARC, ELN, soldados…”.

Entrevista a mujer víctima del conflicto armado en Arauca, para la Comisión de la Verdad.

 

La desaparición forzada

“No es fácil volver a creer, yo sé que ‘no pasa por palo gacho, picure que ha sido trampeado’. Van más de cuarenta años de conflicto y de tanta cosa de arriba, abajo, del centro y del lado. Las cosas no se pueden resolver ni a bala, ni de ninguna manera violenta”.

En Arauca, otra práctica que ha afectado a la población es la desaparición forzada. Entre los años 2003 y 2004 se concentra la mayor cantidad de desapariciones por municipio, con un máximo de 436 víctimas por año, según datos de la Unidad de Observatorio de Memoria Histórica de Colombia y de la Unidad de Víctimas. 

 

No más niños, niñas, adolescentes ni jóvenes en la guerra

“El llanero y el colono son del tamaño del compromiso que se le presente, es decir, el compromiso es grande. Mire, ‘el perro que late mono, no sirve pa’ chiguirero, porque cuando voltea pa’ arriba, pierde los rastros del suelo’. Hay que poner los pies en la tierra y no dispersarse o esperar a que otros solucionen”.

El reclutamiento de menores se da por coacción y persuasión, especialmente, de grupos guerrilleros y paramilitares. Pero también ha sido una estrategia contrainsurgente de la fuerza pública, bajo políticas como las llamadas ‘redes de informantes’. Las voces de las víctimas lo cuentan: 

“Muchas veces ofrecían una mensualidad de 200.000 pesos, y digamos que, si llegaba yo y llevaba dos compañeros más, a mí me daban 200.000 pesos por llevar a mis compañeros. Ofrecían motos, ofrecían ayuda para la mamá, para los hermanos, para la familia en general. Se metían en el factor económico, que siempre aquí ha sido muy escaso, y pues así era que lo convencían a uno. Un amigo, por ejemplo, veía cómo el padrastro golpeaba a la mamá, entonces se le metieron por ahí: ‘Si usted se viene con nosotros, usted lo puede matar, usted puede hacer con él lo que quiera y nosotros no le decimos nada’. Aparte de eso le vamos a dar plata, le vamos a dar moto, y pues él se fue. Entonces así muchas veces los convencían, o sea, siempre se les metían como por la debilidad, por el lado más frágil de cada uno”.

 Entrevista a mujer víctima del conflicto armado durante su infancia en Arauca, para la Comisión de la Verdad. 

 

Respeto a la misión médica y a las misiones humanitarias

“Más claro no canta un gallo, pero ‘perro jarto no rastrea cacería’, lo que implica que, quien no ha padecido el conflicto, no le preocupa mucho la cosa. Poco a poco se anda lejos pal que quiere caminar y así como a los niños, niñas y adolescentes se deben priorizar, un pueblo sin salud no puede progresar. ¿Cómo es posible, cámara, que Arauca sea uno de los territorios en donde hay más asesinatos a miembros del sector salud?”

En Arauca se han utilizado los puestos de salud para infligir torturas. Las arbitrariedades de la guerra han desconocido la neutralidad del médico y que su labor no es ideológica o bélica, sino de servicio. 

“En esa época fue terrible porque se agudizó el conflicto. Las casitas eran de tabla, nos tocaba a todos encerrarnos, tirarnos al piso. Un día hubo un enfrentamiento, unos del grupo guerrillero patrullaban en la calle y un día llegaron y tiraron a un muchacho en frente de la casa. Logramos llevar al muchacho al puesto de salud, pero allá llegaron y lo remataron”. 

Entrevista a víctima del conflicto armado en Arauca, para la Comisión de la Verdad. 

 

El conflicto no es asunto de migrantes

“A Arauca hay que recorrerla y conocerla para amarla. Para integrarse a sus costumbres llaneras, hay que visitar sus parques naturales, ríos, sabanas y prósperas tierras productoras de cacao, plátano y petróleo, que se cobijan con la Cordillera Oriental y el Nevado del Cocuy. Hay que disfrutar el sol de Arauca capital, con su itinerante amigo, el río que lleva su mismo nombre y que sirve de frontera con la República Bolivariana de Venezuela”. 

Para entender a Arauca hay que considerar no sólo su territorio, sino también a sus vecinos. Su mayor frontera es con Venezuela, país con el que comparte 2.219 kilómetros del río Arauca, que a su vez ha sido testigo del desarrollo del conflicto. La relación entre Colombia y Venezuela en esta frontera ha sido de hermandad, reciprocidad cultural, comercial y social.

Históricamente, Arauca ha tenido mayor contacto con Venezuela y no con el interior de Colombia, no solo por la cercanía geográfica del país hermano, sino por la ausencia selectiva y tardía del Estado colombiano. Desde inicios hasta finales del siglo XX, Venezuela fue el mayor receptor del éxodo colombiano, en primer lugar porque la gente se sentía atraída por el auge económico del país vecino y, en segundo lugar, porque la gente huía del conflicto armado colombiano.

En esa época, la migración venezolana hacia Colombia había sido históricamente mínima, sin embargo, esto cambió a inicios del siglo XXI. Según datos de Migración Colombia, Arauca ha recibido por lo menos a 25.000 migrantes venezolanos. El informe de Human Rights Watch de 2020 dice que la cifra supera los 44.000 migrantes. La gran mayoría de migrantes que cruzan o se asientan en el departamento son población altamente vulnerable; son personas que han llegado desde 2015 huyendo de la crisis humanitaria, política y económica de su país. Muchos viven en condiciones precarias, duermen en las calles o asentamientos improvisados, tienen dificultades para ganar dinero y no tienen acceso a servicios públicos ni atención de salud. Todo lo anterior hace que los migrantes venezolanos sean más susceptibles de violencia y de ser captados o reclutados por grupos armados.

 

Bienes civiles y públicos

Los desplazamientos y los enfrentamientos por controles territoriales han terminado por afectar los bienes civiles y públicos en Arauca. La Comisión de la Verdad encontró reportados más de 1.800 casos de bienes civiles y públicos afectados durante el conflicto armado, como iglesias, escuelas, puestos de salud, tanques de agua, edificios de gobierno, medios de transporte, equipos para ganadería, infraestructura petrolera, entre otros. 

Municipios como Cravo Norte y Tame quedaron casi completamente destruidos, y los habitantes tuvieron que abandonar sus inmuebles para escapar del paramilitarismo. De los enfrentamientos entre guerrillas (2005-2011), una de las voces cuenta: “Era triste ver cómo impactaban con ráfagas o bombas las instalaciones de las empresas comunitarias y, sobre todo, cómo asesinaban a sus trabajadores por el mero hecho de ser señalados de trabajar en ellas”.

Por otra parte, el atentar contra la infraestructura petrolera impacta la sabana y el piedemonte, los ríos y esteros, la fauna y flora de la región.

“De todo lado nos afecta esta vaina. La vaina es rara y seria, nada puede justificar el dañarnos a nosotros mismos”.

Entre el 20 de agosto de 1986 y el 17 de enero de 2020 hubo 730 voladuras a la infraestructura petrolera: “¿Por qué vuelan el oleoducto? o ¿por qué tumbaban torres? Muchas de esas acciones no tenían que ver necesariamente con operaciones militares de sabotaje a la infraestructura, tenían que ver con contrataciones, mantenimientos y justificación de pérdidas”, dijo un actor armado a la Comisión de la Verdad.

¡Báileme ese trompo en la uña!”.

 

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