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Comisión de la Verdad

“Las mujeres hemos sido el soporte de las posibilidades de paz en el país y esperamos que la sociedad lo reconozca”

Seis defensoras de derechos humanos de la Orinoquia reflexionan sobre el lugar que ocupan las voces de las mujeres en la búsqueda de la verdad.

CONMEMORACIÓN | Marzo 08 de 2019

“Las mujeres hemos sido el soporte de las posibilidades de paz en el país y esperamos que la sociedad lo reconozca”

El 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, también es una fecha para recordar los vejámenes que las mujeres han soportado durante el conflicto, para conmemorar el coraje con el que se han sobrepuesto a las heridas corporales y psicológicas de la guerra, para exaltar la valentía con la que han defendido el derecho a la vida y a la paz, y para reflexionar sobre su papel crucial en la búsqueda de una verdad más amplia y completa.

Alejandra Pérez, defensora de derechos humanos en el oriente de Colombia, dice que esclarecer la verdad del conflicto armado a través de las voces de las mujeres implica hacer visibles sus experiencias como víctimas directas e indirectas, pero también comprender cómo la guerra y sus manifestaciones más crueles las impulsaron a convertirse en lideresas comunitarias y dirigentes sociales, en madres empoderadas y defensoras de los derechos humanos y del medioambiente, en reclamantes de tierras y buscadoras de desaparecidos, en constructoras de paz y tejedoras de memoria.

El hogar, lugar de los ‘efectos colaterales’ del conflicto

Los hombres en la guerra son asesinados, desaparecidos, desterrados, encarcelados. Y en su ausencia –dice Vilma Gutiérrez, dirigente social del Meta– “el hogar ha quedado bajo la responsabilidad exclusiva de las mujeres”, quienes además de cargar con el traumático peso de los hechos violentos, asumen las riendas del hogar y de la supervivencia económica y emocional de sus familias de manera abrupta y en medio de profundas soledades. Con los hijos a cuestas y en medio de ese trajín –expresa Vilma– “ni siquiera hemos tenido tiempo para hacer el duelo de las pérdidas”.

Es en el hogar donde se viven las secuelas de la violencia política. Allí se sienten los efectos psicológicos y materiales de la viudez, la orfandad, los señalamientos, las represiones y los estigmas. El hogar, por tanto, no es un asunto menor cuando de entender los impactos de la guerra se trata.

Mi cuerpo, un campo de batalla

Pero las violencias que han sufrido las mujeres no solo son efectos secundarios o colaterales de la guerra. Las violaciones, los asesinatos, las desapariciones, los desplazamientos forzados, las torturas y otros actos violentos perpetrados en su contra han tenido intenciones concretas.

Así lo explica Katerine, líder campesina y sobreviviente del conflicto en Guaviare: “los actores armados han asumido que nuestros cuerpos son campos de batalla. En ellos se han disputado la hegemonía de sus partidos políticos, de sus ideologías y de sus ejércitos. En nuestros cuerpos también se han disputado el control de los territorios y de los recursos naturales. Nos han violado con la intención de castigar a sus enemigos, nos han torturado por ser potenciales procreadores del enemigo y nos han asesinado y desaparecido porque, cuando nos organizamos, nos hacemos líderes y salimos a protestar, somos señaladas como sus enemigas”.

Raiza Parra, mujer trans y defensora de derechos humanos, cuenta, por su parte, que “para poder subsistir, las mujeres trans han sido obligadas a cumplir las órdenes y las normas impuestas por los actores armados”. “Si no somos como ellos quieren que seamos –dice- nos toca irnos de los pueblos”.

La soledad de la guerra, motor de la solidaridad entre mujeres

Para sobrevivir a la guerra y sobrellevar el silencio y la soledad que esta impone, las mujeres han creado espacios de solidaridad y sororidad. Sus casas, las escuelas a las que asisten sus hijos y las plazas de mercado se han convertido en lugares para la palabra, el afecto y el soporte emocional. Y ha sido justamente en esos sitios donde ellas han creado estrategias para organizarse, denunciar y hacer públicas sus verdades.

Esas formas de solidaridad y de construcción de paz han estado orientadas, además, por la ética del cuidado que las mujeres han cultivado no solo en sus hogares, sino también en sus comunidades. Mariela Sáenz, gobernadora indígena del Cabildo Siriano de Puerto López cuenta que en las rutas de su desplazamiento se ha encontrado con indígenas de otros pueblos, también desterrados por la guerra, de quienes ha cuidado como su familia. “La organización del cabildo fue idea de las mujeres indígenas, hemos querido organizarnos para vivir como vivíamos en las comunidades de donde venimos.

Reconocer la verdad de las mujeres: un acto reparador

Esclarecer la verdad tendrá sentido si le ayuda a la sociedad a reconocer lo que le ha costado reconocer y a entender lo que no ha podido entender. Y para las mujeres que han sufrido la guerra–dice Carolina Montoya, defensora de derechos humanos e investigadora de la Universidad de los Llanos- la verdad será genuinamente reparadora si permite que la sociedad entienda que, en el conflicto, las mujeres han muerto, han combatido, han sido heridas, han sobrevivido y han resistido, pero que, además, han forjado luchas, muchas veces invisibles y silenciosas, por un país diferente.

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