“Ni siquiera en los sueños dejo de buscar a mi hija desaparecida”
Así lo dijo Paulina Mahecha, una de las mujeres que ha abanderado la búsqueda de personas dadas por desaparecidas en la Orinoquia, durante un acto de reconocimiento a su labor organizado por estudiantes de la Universidad de los Llanos.
En abril de 2004 Paulina Mahecha volcó su vida entera a la búsqueda de su hija María Cristina Cobo Mahecha, torturada, violada, desmembrada y desaparecida por paramilitares en Guaviare, donde trabajó como enfermera después de graduarse de la Universidad de los Llanos. Desde entonces han pasado 15 años y tres meses de búsqueda, de trámites burocráticos, de investigaciones y pesquisas, de excesivos interrogantes y escasas respuestas, de inoperancias institucionales, de destellos de esperanza y de verdades a medias.
Paulina ha hecho todo lo que ha estado a su alcance para armar el rompecabezas del caso de su hija. “He ido incluso a los lugares en los que se ha dicho que María Cristina fue enterrada y, con pala en mano, he recorrido kilómetros en busca de sus restos”, cuenta. Pero su proceso de búsqueda no acaba y la zozobra es permanente.
“El suplicio de no encontrarla no tiene horario. ¿Qué pista falta? ¿A quién más le pregunto? ¿Qué más puedo hacer? ¿Qué versión debo creer? Día, tarde y noche pienso en la manera de dar con el paradero de su cuerpo”.
A Paulina le han dado diferentes versiones sobre lugar en el que su hija fue enterrada. Recientemente le dijeron que los restos de María Cristina fueron lanzados a un río, lo que hace aún más compleja la búsqueda.
La sororidad: motor de los procesos de búsqueda de personas desaparecidas
Al principio, la búsqueda que emprendió Paulina fue un proyecto más bien solitario; un monólogo de dudas, denuncias y plegarias que pocos querían escuchar. En el camino, sin embargo, encontró a otras mujeres con historias de vida parecidas. En común tenían el vacío causado por la desaparición de un ser querido, el anhelo de encontrarlo, la angustia de no poder hacerlo. Compartían la falta de un cuerpo y de un rostro, la imposibilidad de cerrar un duelo y de hacer una sepultura. Las movía el mismo motor: la necesidad de encontrar una certeza. Entonces se juntaron, se organizaron e hicieron de sus experiencias personales de búsqueda un proyecto político, colectivo. Para encontrar a sus desaparecidos tenían que encontrarse entre ellas primero.
Ellas son algunas de las mujeres que buscan desaparecidos en los Llanos. Sus historias particulares de dolor se juntaron en una historia común de resistencia.
Paulina Mahecha y muchas otras mujeres que buscan personas desaparecidas en los Llanos Orientales se conectaron no solo en sus tragedias, sino también en sus afectos. Y esa conexión –que no tardó en convertirse en hermandad- les permitió desarrollar, de forma autodidacta, destrezas para investigar, para rastrear pistas, para proponer estrategias y protocolos de búsqueda, y para hablar el mismo idioma de las autoridades judiciales, de los antropólogos forenses y de los psicólogos. Muchas de ellas, además, llevaron su compromiso más allá del esfuerzo por localizar a sus seres queridos, decidieron acompañar a otras buscadoras, convertirse en defensoras de derechos humanos y sumarse a movimientos sociales más amplios.
Las mujeres buscadoras suelen convertirse en acompañantes de procesos de búsqueda de otras personas y familia. Su rol también es comunitario.
Un reconocimiento estudiantil a su valentía
La lucha de Paulina y la de cientos de mujeres en la Orinoquia y en el país involucra a familias, comunidades y organizaciones que no solo rodean, sino que potencian su búsqueda, que resisten con ellas y que reconocen el coraje con el que han afrontado la desaparición de sus familiares y amigos. Pero ese reconocimiento a veces se limita a los entornos más inmediatos de estas mujeres y su lucha suele ser invisible para otros sectores sociales que ignoran las dimensiones y las consecuencias de la desaparición forzada en Colombia.
Por eso, estudiantes del Colectivo ‘+Oportunidades’ de la Universidad de los Llanos decidieron apostarle a visibilizar el movimiento de mujeres que buscan a sus seres queridos en la región. El pasado 2 de agosto, en un acto de reconocimiento público, este grupo de jóvenes, junto con la Comisión de la Verdad, homenajeó a Paulina y a otras mujeres por su labor de búsqueda en la Orinoquia. Los estudiantes hicieron de los pasillos, las aulas, los jardines y los auditorios de Unillanos –que también fue la universidad de la desaparecida María Cristina Cobo- un lugar para exaltar las trayectorias de las madres, las abuelas, las hijas, las amigas, las esposas y las compañeras que diariamente intentan encontrar a los que faltan. Fue un homenaje a su lucha por mantener viva la memoria y el buen nombre de sus familiares desaparecidos, así como a la valentía política con la que han movilizado sus denuncias y sus reclamos de justicia y verdad.
“Hemos hecho un pacto estudiantil por la verdad con las mujeres buscadoras. Desde la Universidad queremos aportar a que la sociedad reconozca su rol en la construcción de una Orinoquia en paz y sin desaparición forzada”, dice David Villarraga, miembro de ‘+Oportunidades’.
El acto de reconocimiento al papel de las mujeres en la búsqueda de personas desaparecidas es el punto de partida de un pacto estudiantil por la verdad en Unillanos. Los estudiantes se comprometieron a acompañar a las buscadoras en sus luchas.
“Eso es lo que queremos –señala Paulina- que todo el mundo sepa que hemos buscado durante años y que seguiremos buscando por sabanas, trochas y caminos; en los hornos crematorios, en las lagunas, en los cementerios, en las fosas, en las escombreras y en las playas de los ríos en verano. Que todos sepan que no desfallecemos. Buscaremos los cuerpos, los rostros, las manos, los pies, los troncos y las espaldas. Caminaremos lo que sea necesario caminar. Hasta encontrarlos. Hasta saber de ellos. Hasta tener certezas”.
Los grupos de teatro El Tente y Las Corocoras, integrados por mujeres buscadoras, se presentaron durante el Acto de Reconocimiento.
Ellas han encontrado en las artes escénicas la posibilidad de hacer público el dolor que con palabras convencionales les cuesta narrar.
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