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Comisión de la Verdad

“El conflicto fractura, pero las comunidades son capaces de reconstruir”: Santiago Londoño

El abogado y exsecretario de gobierno de Antioquia asegura que no hay rincón de Colombia que no haya vivido el conflicto armado y que eso debería ser una oportunidad de encontrarnos y decir: “¡Esto que nos pasó es un desastre!”.

HABLEMOS DE VERDAD | Marzo 31 de 2021

“El conflicto fractura, pero las comunidades son capaces de reconstruir”: Santiago Londoño

Santiago Londoño Uribe, abogado de la Universidad de los Andes y magíster en Derecho Internacional Humanitario y Derechos Humanos, aseguró que la resistencia es una de las cosas que nos unen como país, y que no habrá una nueva narrativa mientras la institucionalidad no reconozca su responsabilidad y se comprometa con la no repetición. Londoño también es fundador del pregrado de Ciencia Política de la universidad Eafit. En la arena pública empezó el recorrido como concejal en 2008, y entre 2012 y 2015 fue secretario de gobierno de Antioquia.   

 

Cuéntele a las personas que van a leer esta entrevista desde dónde habla, quién es usted

Santiago Londoño Uribe: A los 23 años, mientras estaba en la Universidad de los Andes, fui inspector de policía y tránsito del municipio de Jardín, Antioquia. Eso me dio la oportunidad, siendo muy citadino, de entender dinámicas que pasaban por lo rural, como el conflicto armado. Después hice una maestría y le metí teoría a ese tema que, para mí, es el problema central de este país: el conflicto nunca ha permitido que enfrentemos problemas estructurales, como la desigualdad; ha servido para desenfocar las políticas públicas y chuparse el presupuesto. Luego de estar casi una década en la academia fui elegido concejal. En 2012 empecé el cargo más emocionante que he tenido, el más duro también: ser secretario de gobierno de Antioquia. Son 125 municipios muy complejos. Tenía las responsabilidades de la política de seguridad del departamento, pero al mismo tiempo de todo lo que tenía que ver con víctimas y derechos humanos. Existe la idea, y eso es parte de nuestra fractura, de que la defensa de derechos humanos se hace desde la oposición, pero, todo lo contrario, la seguridad no se puede hacer de espaldas a los derechos humanos. No hay tal cosa como una política de seguridad sin una gran línea de derechos humanos.

 

Teniendo ese panorama de un departamento clave en el conflicto armado interno, ¿cuál considera que es el gran reto de la Comisión de la Verdad?

Santiago Londoño Uribe: Si bien el derecho y la política son herramientas importantes para entender la realidad y para transformarla, no son las mejores herramientas para generar tejido social o para intentar buscar bases compartidas entre comunidades. La política es de ganar o perder elecciones. El derecho es adversarial, generalmente. El arte, en cambio, tiene muchas más herramientas y facultades para entender la realidad que compartimos, no lo que nos diferencia o nos fractura. Creo que la búsqueda de la verdad debe pasar por ahí. La Comisión de la Verdad, precisamente por no ser adversarial, por no estar dedicada a la aplicación de lo judicial —que esa es la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP)— es la que tiene las mejores herramientas para construir un relato que una al país. Con algunas particularidades, no hay rincón de este país que no haya vivido este conflicto armado. Eso debería ser una oportunidad de encontrarnos y decir: ¡Esto que nos pasó es un desastre!, una catástrofe humanitaria que no puede volver a pasar. Creo que la Comisión, como lo viene haciendo, debe enfocarse en eso, con un gran número de personas diferentes para hablar de lo que significó este conflicto. Estoy convencido de que en esa narración encontramos muchos más puntos en común que diferencias. Necesitamos mover las emociones políticas de la reconciliación y la reconstrucción, como dice Martha Nussbaum.

 

¿La resistencia es un punto común?

Santiago Londoño Uribe: Yo creo que cada comunidad, sector e individuo ha enfrentado la guerra de una manera distinta, pero comparten la capacidad de superarlo. Hay un estudio que revisó 35 conflictos armados en todo el mundo, y concluyó que, si bien en los primeros momentos hay un rompimiento del tejido social, unos años después el efecto es todo lo contrario. Es decir, se analizó y se documentó que las sociedades, después de ciertos años del conflicto, son mucho más unidas y solidarias. El conflicto al principio quiebra y rompe, pero después de unos años la gente entiende que lo único que le queda es el vínculo.

 

¿Y ese hilo narrativo es el que le parece importante contar?

Santiago Londoño Uribe: Yo creo que hay que tratar de llegar ahí: el conflicto rompe, fractura; pero las comunidades, los individuos y los sectores son capaces de reconstruir, de repensarse y de salir adelante.

 

¿Qué más cree que nos une?

Santiago Londoño Uribe: Hoy somos capaces de reconocer que no podemos volver a vivir esto, que nunca fue justo, que no era justo ni secuestrar, ni desaparecer, ni amenazar, ni cobrar vacunas, ni usar las fuerzas del Estado ilegalmente. Si eso logramos hacerlo desde lo humano, sin partido político, sin color, yo creo que la Comisión cumple con creces sus funciones. Y para eso el arte, la cultura, la literatura son mucho mejores herramientas que el derecho y la política.

 

En ese giro del relato de nación, ¿qué rol tiene la institucionalidad?

Santiago Londoño Uribe: Tiene que hacer su propio proceso de mea culpa y pedir perdón porque fue otro actor del conflicto. Cuando el Estado debió haber sido el tercero que aseguraba condiciones, que protegía, que permitía que hubiera seguridad o que tomaba decisiones en justicia, fue verdugo, persecutor, violador de derechos. Cuando el Estado rompe el principio de confianza tiene que reconstruirla, y reconstruir el tejido institucional. Creo que no habrá una nueva narrativa si no se da ese proceso. La institucionalidad tiene que reconocer que fue parte del problema y que, para ser parte de la solución, tiene que hacer cambios entendiendo qué es lo que no puede volver a pasar y acogiendo las recomendaciones que haga la Comisión.

 

¿Y los empresarios?

Santiago Londoño Uribe: En muchos casos se piensa que su rol fue reactivo, que estaban haciendo lo suyo y les cayó el conflicto armado, pero no son capaces de hacer extensivo ese análisis a las comunidades. Existe la idea de que, si a esta gente del Bajo Cauca o de Urabá les cayó la guerra tan duro, “por algo sería”. Ahí hay un problema profundo, porque se crean categorías de víctimas: las puras y las que no lo son tanto porque estaban cerquita a los territorios que se consideraban guerrilleros, o eran de izquierda. Con esa mirada es muy difícil reconocer responsabilidades y ser empático. Unos sí eran víctimas, porque estaban generando empleo, pagando impuestos y llegaron por ellos, pero los otros, que son del territorio, “vaya usted a saber”. Explicar la estigmatización es parte del reto de la Comisión. El otro problema es que hay una mirada poco autocrítica. Lo que alcanza a leer uno en sentencias judiciales, en investigaciones académicas, es que, en términos generales, los empresarios sabían lo que pasaba y pagaban, algunos porque les tocaba, pero entendían a dónde iba el asunto. Esto ha sido tabú para muchos sectores.

 

¿Por qué cree que es tan difícil hacer estos reconocimientos?

Santiago Londoño Uribe: Porque pareciera que, si hay un reconocimiento de responsabilidades, de alguna manera queda teñido para siempre. Y no. Reconocer qué se hizo, qué se financió, definitivamente tiene un impacto, pero no quiere decir que nos vamos a quedar ahí. Hay que entender que, si somos responsables, lo hicimos por necesidad extrema. Eso no quiere decir que está bien, pero el Estado no debió haber dejado nunca solo a nadie. El Estado dejó sola a la gran mayoría, por corrupto, por inepto, por pequeño, por miope, por lo que sea, pero a donde vaya uno encuentra historias de gente que está echada a la deriva. Y los empresarios no son la excepción. Hay que reconocer que muchos, de muy buena fe, hicieron empresa, contrataron gente, pagaron impuestos, pero no tenían quién los cuidara. La decisión fue equivocada, sin dudad alguna. La gran lección de este país tendría que ser, primero, que el Estado tiene un papel en la defensa de los territorios y de las personas que no puede dejarle a nadie y, segundo, que el momento en que se toma la decisión de ir a las armas, así sea para defenderse, es un momento fracasado y trágico. No hay ninguna historia de una defensa que sea sólo defensa. Todas las defensas terminaron en catástrofes humanitarias, porque la lógica de la guerra es así.

 

Usted acaba de hacer una investigación en la comuna 13 de Medellín, sobre procesos de gobernanza urbana, ¿qué podría decir sobre la participación de la comunidad en la construcción de ese relato compartido?

Santiago Londoño Uribe: En las instituciones subestimamos a las comunidades y a su capacidad intrínseca de organizarse y de entender qué es lo mejor para ellas. Tienen muchas herramientas que hay que entender, que hay que potenciar. Ellos saben muy bien cómo pueden reconstruirse. Necesitan apoyo y recursos. Hay que poner la institución a favor de sus iniciativas, no imponiéndoles, desde Bogotá, el diseño de un proceso. Esta gente es la que realmente vivió el conflicto en carne propia, saben cuáles son las particularidades de su territorio y, sobre todo, cuáles son sus capacidades. Otra lección es que es que esto hay que hacerlo entre muchos y entre los diferentes.

 

¿Qué cree que debería pasar con el Informe Final? ¿Qué obligación tenemos como ciudadanas, como instituciones, como colectivos, como comunidad?

Santiago Londoño Uribe: Lo primero, y eso estoy seguro que lo están haciendo así, debe tener voces de gente muy distinta, de historias muy distintas, para que cuando eso se lea, se lleve al teatro, se ponga en un documental, se lleve a la música, a todo lo que van a hacer, la gente diga: ahí estoy yo. Si yo no soy capaz de reconocerme ahí, es un documento como muchos de los que hay, como los libros del Centro Nacional de Memoria Histórica, a mí me encantan y han sido muy útiles, pero no han permeado a la sociedad. Segundo, que el relato conmueva, que yo entienda eso que pasó, entienda lo que es ser un secuestrado, lo que era ser un guerrillero que perdió a su mejor amigo, a su mamá o que un día dijo no puedo con esto y me tengo que ir. Es muy duro porque seguimos en el conflicto. Si hubiera sido un cierre, la gente hubiera tenido tiempo de decir: se acuerdan de… Pero no. Hoy seguimos contando masacres.

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