A mis tíos

Mi corazón se rompe una y otra vez en el momento que empiezo a recontar las memorias de aquel oscuro 8 de marzo de 1982. A pesar de que era solo una niña, la huella que dejaron a mis tíos Alfredo y Humberto Sanjuan Arévalo es tan indeleble que ha pasado la prueba del tiempo y la distancia.

Sus vidas y personalidades han ayudado a forjar la mía de manera tangible y determinada, me enseñaron a poner el bienestar del ser humano primero antes que todo.

Aún recuerdo como si fuera ayer su compromiso desinteresado por llenar mi vida de felicidad y posibilidad de ser lo que quisiera en la vida.

Eran grandes y determinados, llenos de sueños y amor por los demás, que se reflejaba en todo lo que hacían y en cada paso que daban.

Sus miradas eran cálidas y daban unos abrazos que cualquier niño deseara recibir de sus ídolos.

Me llenaron de amor y apoyo cada minuto que pasaron a mi lado, me hicieron sentir protegida y que siempre contaba con ellos, los arrancaron de mi vida, pero jamás los arrancaran de mi corazón. Hablo con ellos diariamente y me imagino que si estuvieran a mi lado se sorprendería de saber cuánto los amo.

Extraño sus voces en las mañanas, las caminatas en sus espaldas y sus sonrisas de oreja a oreja. Los seguiré esperando, porque sería lo único que podría llenar ese inmenso vacío que dejaron en mi corazón.

Quisiera decirles que llevo su sangre en mis venas, sus ideales en mi cabeza, sus canciones en mis oídos y su amor en mi vida.

Su sobrina que los extraña

Hilda Maritza