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Comisión de la Verdad

“De esa violación nació mi hijo”

Relato sobre hostigamiento, violencia sexual y reproductiva, y desplazamiento forzado.

INFORME ESPECIAL | Diciembre 28 de 2020

“De esa violación nació mi hijo”

Durante el espacio de escucha ‘Desarmando el prejuicio: verdades desde la diversidad sexual y de género’, Claudia Patricia, una mujer lesbiana, habló sobre las violencias que sufrió durante los años 2006 y 2010, en el municipio de El Carmen de Bolívar, Bolívar.

“En ese tiempo, los paracos actuaban en el territorio con un jefe al que llamaban ‘Pelo de burra’. Comandaban la zona entre Luruaco, Santa Cruz y corregimientos de Clemencia. El hombre que lideraba el grupo de Clemencia se denominaba ‘El Manco’. Fredy Manco fue la persona que se obsesionó conmigo: me obligaba, me amenazaba, me decía que si no trabajaba y hacía lo que quería, mataría a mis papás, luego a mi hermano y luego vendría por mí. Por ese motivo, cada vez que se presentaba en mi casa, en su moto, mostraba un arma y un machete, y me decía que nos fuéramos que había cosas que hacer”, contó Claudia.

Durante casi tres años, Claudia Patricia fue obligada a transportar mercancía robada, animales y hasta personas desmembradas. “Aquí en el municipio había un batallón de infantería con el que esta gente se apoyaba. Ellos les despejaban en el camino para poder transportar la mercancía sin que los pararan y los retenes que hacían; ahí era donde yo actuaba, porque a las mujeres, en ese entonces, cuando manejábamos moto no nos paraban ni nos requisaban”, expresó Claudia.

Al mismo tiempo, ‘El Manco’ se encargaba de acosarla: “Me molestaba y me decía que yo tenía que ser su mujer, que él haría lo que fuera para que yo dejara de andar con mujeres, que me enseñaría a ser mujer, y se aferró a la idea de que yo debía ser de él como fuera, que yo tenía que cumplirle como mujer, aunque él sabía y tenía claro que nunca me gustaron ni me gustarán los hombres. Él mismo pagaba o invitaba a mujeres para que se acostaran conmigo, pero que yo le tenía que devolver el favor acostándome con él. Yo todo el tiempo lo esquivaba y le dejaba claro que yo solo estaría con mujeres, que nunca me han gustado los hombres”.

A pesar de ello, a inicios de 2010, ‘El Manco’ llegó a su casa y valiéndose de amenazas hizo que lo acompañara, sin embargo, esa vez Claudia no volvió a su casa: “Yo perdí la memoria, no recuerdo más. Cuando tuve la oportunidad, ya reaccioné, me desperté y al quererme levantar estaba amarrada de manos y pies en un catre, sin nada de ropa, me dolía todo el cuerpo porque aparte de que me tenía amarrada, me apagaba los cigarrillos en mi cuerpo, me golpeaba y tenían como con una bolsa con un tipo de droga que no sé cuál era. Empecé a forcejear para soltarme y entraron unos tipos, él los dejaba cuidándome cuando él se iba. Me dijeron que esperara, que él llegaría, pero que primero se divertirían conmigo. A lo que me inyectaron algo, no sé qué fue. Yo perdí el conocimiento nuevamente y yo sé que pasé varios días ahí encerrada, castigada; había sido violada, golpeada, ultrajada por hombres que, por ser lesbiana, decían que me lo merecía”.

Luego de escapar, abandonar el territorio y ocultarse por un tiempo, Claudia descubrió que había quedado embarazada producto de esa violación, y aunque en varias ocasiones intentó interrumpir el embarazo, Claudia dio a luz al bebé. Luego de salir del municipio, conoció a Omar Meza, activista y líder del sector LGBTI, quien la contactó con la organización Caribe Afirmativo y con el Centro de Memoria Histórica, entidades con las cuales inició un proceso de reparación, apoyo psicosocial y legal. Aunque presentó su caso ante la Unidad de Víctimas, muchos de los crímenes que ejercieron contra ella no fueron reconocidos. Claudia aún está a la espera de la reparación.

Para 2019, en medio de uno de sus proyectos como activista, nuevamente fue violentada y amenazada, lo que la obligó a abandonar el territorio y empezar de cero: “Yo aún sigo luchando por mi comunidad, con las ganas de que esto no se repita, de evitar que lo que yo viví, y que sé que otras personas también de la comunidad lo han vivido por parte de, incluso, hasta policías, militares que nos atacan, nos acosan, se excusan en ese uniforme, nos gustaría que no volviera a pasar. Nosotros queremos vivir una vida en paz, sin dañar a nadie y por eso le pido al Estado, a las entidades del Gobierno, a la Unidad de Víctimas que no nos revictimicen más, que no nos ataquen más, que nosotros queremos ser como antes vivíamos”.

Actualmente, vive con su pareja y su hijo, sueña y lucha por el día en el que pueda vivir en paz, sin miedo y sin tener que esconderse. Quiere emprender y crear una fundación en la que las personas del sector LGBTI puedan llegar y sentirse como en casa, libres y seguras.

“La violencia por prejuicio es una poderosa noción para explicar la violencia del conflicto armado, pues demuestra que los ataques contra las personas LGBTI no fueron aleatorios, sino que hay un mecanismo complejo de discriminación que explica tanto su ocurrencia, como el por qué todos los actores armados sacaron réditos de estos ataques”, explica Susana Peralta, abogada de la organización Colombia Diversa. Ella considera que al ser ejercida contra personas disidentes del sistema sexo-género-deseo, la responsabilidad de estos hechos violentos recae únicamente sobre el perpetrador, quién cree que ser lesbiana, gai, bisexual o trans es algo enfermo, indeseable o asqueroso.

 

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