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Comisión de la Verdad

Escarbando la verdad, desenterrando la justicia

Colombia debe reconocer que las mujeres y familias buscadoras de personas dadas por desaparecidas han adoptado metodologías y formas de búsqueda propias con las que han abierto caminos.

ESPECIAL BUSCADORAS | Marzo 26 de 2020

Las regiones más afectadas por el flagelo de la desaparición forzada en Antioquia y el Eje Cafetero son el oriente antioqueño, con 2.792 personas desaparecidas, Urabá con 4.737 personas y el departamento de Caldas con 4.004 casos reportados.

La historia de Colombia algún día contará lo que hicieron las familias de las personas desaparecidas en la guerra. Lo que hicieron para encontrar a sus seres amados. Dirá la historia, que la mayoría de los buscadores eran mujeres. Que nunca se rindieron. Que mientras atendían la casa, pensaban por dónde empezar la búsqueda. En su lógica de madres, abuelas, tías o hermanas desarrollaron un sentido propio de la investigación que les dio confianza para aprender sobre derecho, investigación social y conceptos y métodos de investigación forense. Aprendieron a hacer cartografías y a mapear zonas de posible exhumación. Fueron capaces de moverse en la oscuridad de esos temas porque tenían una motivación superior a la de todos los investigadores del Estado.

Tal vez la historia diga que las buscadoras fueron como Úrsula Iguarán, la fundadora de Macondo, que después de quedar ciega era la única que podía encontrar los objetos perdidos. 

Las buscadoras tuvieron que descifrar las dinámicas del conflicto armado nacional y entender cómo esa pesadilla que parecía ajena se vivía en sus entornos locales. Ellas se ocuparon de todo lo que les permitiera recolectar información para la localización y la identificación de su familiar. En su búsqueda se encontraron de frente con la inminencia de la muerte y debieron aceptarla. Solo así podían seguir. Buscaban a sus hijos en la inmensidad del universo. Y al indagar por ellos no era suficiente decir qué clase de música oían cuando estaban alegres. Ni cómo las abrazaban antes de irse a dormir. Tampoco bastaba con decir que siempre sonreían porque confiaban en la humanidad. Esas señas particulares debían guardarlas para otro momento. En la investigación solo importaban los tatuajes, las cicatrices, los lunares, las fracturas, los retenedores y las calzas de los dientes. Nada más.

 

dia madres desaparecidos

 

En una sociedad responsable, la búsqueda de personas desaparecidas les corresponde a las instituciones del Estado. Sin embargo, en este proceso, marcado por el dolor y la esperanza, los colectivos, organizaciones de familiares y algunas personas que individualmente trabajan por el mismo objetivo se han convertido en estrategas de metodologías y planes de incidencia social y política.

Las buscadoras han creado conocimientos nuevos sobre estrategias de búsqueda y han acudido a guaqueros, líderes espirituales, rutas de viajes, indagaciones, fichas de perfil de la persona, y muchos otros caminos propios. Inclusive los sueños han sido un apoyo para la tenacidad y la convicción de los familiares. Así fue como, cuenta Fabiola Lalinde, famosa por su persistencia en la que ella mismo llamó operación Sirirí, que su hijo Luis Fernando le mostró en sueños el lugar donde debía buscar sus restos. Y ella, con la fe que da el amor, fue hasta el sitio indicado y los recuperó.

Tal vez algún día la historia de Colombia cuente la verdad. Y entonces el mundo sabrá que, a pesar de su inmenso dolor, las buscadoras nos dieron una lección de persistencia, de creatividad y determinación.

 

Esta es la primera de un especial de siete entregas en el que explicamos qué reconoce la Comisión de la Verdad en las buscadoras y cómo vamos en Antioquia con el proceso de esclarecimiento de la verdad de la desaparición forzada.

Especial: Reconocemos la búsqueda de más de 100.000 desaparecidos en Colombia

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