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Comisión de la Verdad

Mujer: el segundo episodio de ‘La fuerza de mi voz’

En el episodio dos de ‘La fuerza de mi voz’, una mujer cuenta historias de su tránsito por distintos lugares y a medida que lo hace habla de todas las mujeres que ha sido y que es. Su narración es también una invitación a pensar sobre la identidad.

PODCAST | Agosto 05 de 2021

Mujer: el segundo episodio de ‘La fuerza de mi voz’

“Cuando Luz Marina Giraldo ingresa a las filas empieza a formarse esa Yesenia. Encuentro allí unos hermanos que me protegían y algunas hermanas que empezaron a formar mi carácter. La verdad es que para mis momentos más difíciles que he tenido que afrontar me envalentono por Yesenia. Yo creo que Luz Marina sin la fuerza de Yesenia no es muy fuerte. Luz Marina es muy soñadora, insegura, no puede tomar decisiones radicales. Entonces cuando yo veo que Luz Marina está así en esa indecisión yo tengo que apelar por Yesenia qué es la de las decisiones, la que no le interesa, que es la que va para allá, la que tiene un norte, la que sabe que quiere, la que es decidida, la todoterreno”

En el segundo episodio del podcast ‘La fuerza de mi voz’ la invitada es Luz Marina Giraldo, ella recuerda su infancia en una vereda de San Martín, Meta, su vida en la guerrilla y luego como han sido sus días después de dejar las armas tras el Acuerdo de Paz firmado entre Estado colombiano y las antiguas FARC-EP.

En su relato, las múltiples formas de ser ella que va descubriendo, en cada momento que vivió, no hacen parte del pasado, sino que la integran a lo largo de su trayectoria y la constituyen en el presente. No fue Luz Marina ni fue Yesenia, es Luz Marina y es Yesenia. Pero no recurre a esos nombres para fijar una identidad o para determinar qué es ser mujer sino al contrario, para develar la trampa de cualquier esencialismo, para borrar la posibilidad de ser definida, para hablar sobre las múltiples maneras que tiene una mujer de habitar el mundo.

Durante su militancia en las desaparecidas FARC- EP curó personas, se enamoró, sedujo, fue seducida, hizo renuncias, abandonó y fue abandonada, se sintió débil y fuerte, estuvo en combates, sobrevivió a bombardeos, resistió tiroteos y emboscadas, estuvo en la cárcel, fue estudiante, creyó en la lucha armada y también en la no armada. Todas las versiones de ella que experimentó en ese lapso, así como en otras etapas no pueden simplificarse en una etiqueta porque ante esas múltiples facetas lo único que se puede hacer es encontrar dónde se conectan, no para intentar definirla, sino para conocerla y entendernos mejor.

En ese punto de intersección de múltiples identidades en el que se pone en cuestión la idea hegemónica de lo que significa ser mujer y también ser guerrillera nace la posibilidad de leer la historia de otra forma, una en la que se supere el relato binario de víctimas y verdugos.

Es por razones como la anterior que la Comisión de la Verdad ha venido observando, escuchando, sintiendo, escribiendo sobre lo que nos pasó como nación desde esos intersticios, pues reconoce la importancia de que desaparezcan todas las ficciones identitarias que invitan a leer el pasado común como si fuera ajeno, a meter al otro y la otra en moldes rígidos que aplanan sus experiencias hasta caricaturizarles, glorificarles o envilecerles perpetuando falsos antagonismos. En el proceso de esclarecimiento de la verdad la Comisión ha resistido la tozudez esencialista para que en el Informe Final se asome entre líneas el humano: las mujeres y los hombres que han habitado Colombia y compartido la vida en ella.

Los y las invitamos a escuchar este capítulo sobre la historia de una mujer que se nombra guerrillera, civil, escritora, enfermera, trabajadora social, madre ausente, madre presente, esposa, viuda, rebelde, disciplinada, reclusa, expresidiaria, excombatiente, estudiante, firmante de paz, miembro de un partido político, creadora de una fundación, lideresa porque al final del episodio una revelación aflora: una persona que reconoce su experiencia de vida como la acumulación de múltiples identidades que convergen para liberarla, para que pueda ser otras, es una persona que se reconoce en todas, por ahí pasa la gestación de una vida colectiva mejor. El desarrollo de la nación es un proceso paralelo al de desidentificación.

 

 

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