“Fuimos a Cali a escuchar y a tratar de comprender el conflicto que se vive”: Alejandra Miller
A raíz de la visita de la Comisión de la Verdad a Cali, una de las ciudades más fragmentadas por el Paro Nacional, la comisionada Alejandra Miller da sus impresiones sobre lo que se vio en las calles y el papel de la juventud, a quien se legará el informe
La semana pasada, la Comisión de la Verdad hizo presencia en Cali. En una visita encabezada por su presidente Francisco de Roux y acompañada por la comisionada Alejandra Miller, el equipo recorrió las calles y los puntos donde se concentran las movilizaciones ciudadanas que protestan en el marco del Paro Nacional. La Comisión estuvo en Puerto Resistencia y también acompañó la salida de la Minga Indígena de la ciudad.
Cali es uno de los lugares del país donde las protestas y la respuesta del Gobierno Nacional han causado una situación más compleja, en la que hay denuncias de abusos por parte de la Fuerza Pública y violaciones de derechos humanos. El mensaje de la Comisión de la Verdad a la ciudadanía fue el de no caer en provocaciones, mantener la movilización pacífica y exigir sus reclamos sociales sin acudir a la violencia.
En esta entrevista, la comisionada Alejandra Miller cuenta cuáles fueron los hallazgos durante la visita, cómo se vivió la situación y cuál es el papel que tendrá la Comisión luego de escuchar a diferentes sectores en la capital del Valle del Cauca.
¿Con qué propósito viajó la Comisión de la Verdad a Cali?
Alejandra Miller: La Comisión de la Verdad tiene un mandato de esclarecimiento, de reconocimiento, de avanzar hacia la convivencia para la no repetición. En cualquiera de esas áreas de la misionalidad cabía la posibilidad de aportar de alguna manera al conflicto que se estaba viviendo en Cali. Nos interesaba escuchar de todos los actores que están viviendo la situación, qué era lo que estaba pasando y no avanzar solo en información solo de medios de comunicación. También porque hay un mandato de convivencia y creemos que los mensajes de la Comisión pueden contribuir mucho. Nos fuimos a escuchar, a tratar de comprender el conflicto, y ver con nuestros hallazgos y nuestra investigación qué líneas de continuidad o discontinuidad podían estar presentes en Cali. La voz del padre Francisco de Roux es una voz autorizada éticamente para tender muchos puentes.
¿Qué encontraron con respecto a los jóvenes, a la minga, a este tema social que se está produciendo en Cali?
Alejandra Miller: Después de haber conversado con todos los actores, de haber estado en las calles, en los puntos de resistencia como los llaman los jóvenes, tenemos claro que la movilización y esa protesta tuvieron un origen, así como en el resto del país, de carácter social y ciudadano, que ha estado asociado a las demandas históricas relacionadas con la pobreza, la exclusión, la marginalidad. La pobreza se exacerbó en este último periodo con la pandemia, pero la desigualdad histórica que existe en la ciudad es lo que contribuyó a ese estallido, que también es la continuidad de lo que venía pasando a finales de 2019, pero con condiciones empeoradas. Se ha dicho en el país insistentemente que detrás de las protestas hay actores armados, que el conflicto armado. Yo creo que sin negar que habrá muchos que quieran pescar en río revuelto y cooptar las agendas, esto no obedece a una circunstancia del conflicto armado, y es importante resaltarlo porque los protagonistas de esta gran movilización y el paro son los jóvenes y la ciudadanía. Fue importante que al menos en Cali, creo que gracias a la tarea que hizo Francisco de Roux, se ha ido sumando la necesidad de resolver la situación por medio del diálogo de muchos actores: empresarios, Arquidiócesis, universidades. Juntar múltiples actores para buscar una salida no por la fuerza sino por medio de la negociación, de ponerse la camiseta para dar solución a las demandas de la calle.
En Cali y en el país hay un ambiente que está dado para recibir el informe final de la Comisión. Lo que encontramos en la calle fue una ciudadanía que busca la verdad, que anhela escucharla y está dispuesta a apropiarse de recomendaciones que transformen sus realidades. No es una minoría, es una gran mayoría que está buscando la paz y la transformación. A pesar del dolor y las afectaciones que se han dado en esta movilización, la ciudadanía está buscando caminos de concertación. Ahí hay un sujeto político que espera escuchar. Es un punto de quiebre en la sociedad que está en la calle. También empiezan a ratificarse algunos hallazgos abordados en el proceso de nuestra investigación, pero un elemento clave para resaltar es que las reformas no realizadas a sectores que nunca han sido tocados se han tocado son inminentes; es decir, ampliación de la democracia, los procesos de paz, generan escenarios de democratización, pero sobre cosas que no se tocan y es necesario que se empiece a hacer. Eso también hace parte de los factores de persistencia del conflicto armado y de los conflictos sociales.
¿Cómo ve la estigmatización como una causa de persistencia del conflicto armado? ¿Cómo se enlaza la estigmatización con lo que está pasando en Cali?
Alejandra Miller: Hemos visto en nuestros hallazgos, de manera permanente e histórica, un tratamiento contrainsurgente de la protesta social, y creo que en esta ocasión ha sido así, no ha sido la excepción. A la protesta se le ha dado un tratamiento de conflicto armado a partir de la estigmatización. Entonces aparecen sujetos y conceptos como los vándalos, el vandalismo, el terrorismo, afirmaciones como que detrás de los jóvenes están los grupos armados insurgentes o que existe una conspiración internacional. Eso no es por ahí, pero es la justificación para ese tratamiento contrainsurgente. Eso lo hemos identificado en varios momentos de la historia del país.
En perspectiva del legado de la Comisión, ¿cómo se toman estas manifestaciones de las juventudes y qué importancia tienen los jóvenes en ese legado?
Alejandra Miller: Estas manifestaciones se toman con mayor responsabilidad, pero también asusta un poco porque el compromiso con la juventud es grande. Nuestra responsabilidad es dejar un informe final que oxigene el alma y la vida de los jóvenes que hoy vemos en las calles, que lo único que reclaman es un reconocimiento de la sociedad, que haya justicia social, que la desigualdad no se lleve todos sus sueños, que la pobreza no los hunda en la marginalidad en la que se encuentran, que haya una sociedad transformadora y que no sea racista. Es decir, hay todas unas demandas con mirada hacia el futuro que tendremos que saber recoger en el informe para dejarlo como un legado. Lo que se ve en las calles son una ciudadanía que podrá apropiarse fácilmente de las recomendaciones de la Comisión de la Verdad, ponerlas a andar y exigir que se cumplan. Nuestra responsabilidad es mayor porque las verdades y las propuestas de transformación deben ser hondas y profundas, para que ese legado efectivamente sirva a esta ciudadanía que hoy hierve en las calles, pero que lo que quiere es un país mejor para todos y todas.
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