“Colombia ha vivido el exilio más largo del mundo como consecuencia de la guerra”: Carlos Martín Beristain
Palabras del comisionado durante el cierre del ‘Encuentro por la Verdad: reconocimiento del exilio en las fronteras con Colombia’.
Cruzar esta frontera ha sido un salto para la búsqueda de una protección que mucha gente trató de tener primero en Colombia y luego en países de frontera como Ecuador, Panamá, Venezuela, Costa Rica, Brasil o Perú. Reconocemos hoy esta invisibilidad como una injusticia y una responsabilidad del Estado en su desprotección, y nos comprometemos a que esta verdad del exilio esté presente en el informe de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad y en las recomendaciones que la Comisión tendrá que hacer al Estado, a la sociedad colombiana y a la comunidad internacional.
Hemos escuchado historias duras, el sufrimiento de una Colombia olvidada, que nos convoca porque quiere ser escuchado y tenido en cuenta. El exilio en los países de frontera es una realidad invisible dentro de otra que también lo es. La mayoría de la gente que tuvo que salir del país por motivos del conflicto armado de su casa, de su tierra, de su familia, lo hizo cruzando en bus o a pie, desgastando las suelas de sus zapatos o la piel de sus pies, con una maleta o un morral, y dejando atrás sus vidas y sus pérdidas.
Ecuador, Venezuela, Panamá, Brasil o Perú, en otros casos, fueron el espacio de protección. En diferentes épocas, con las víctimas y equipos de los diferentes países hicimos las líneas del tiempo que muestran la evolución de esa migración forzada en épocas en las que de un lado de la línea se daban masacres, fumigaciones o bombardeos, ataques y amenazas, extorsiones y secuestros, ejecuciones y desapariciones forzadas. En el otro lado, los procesos de la huida. Hoy hemos visto que la huida no fue fácil, siempre peligrosa e incierta y que en los países de acogida se da mayor seguridad, y la gente ha buscado nuevas iniciativas, pero también un difícil proceso para buscar un estatus que le permita quedarse, conseguir un trabajo o condiciones de reconstrucción de sus vidas; sin embargo, muchas veces se encontraron con el rechazo o la exclusión.
Hemos visto cómo las personas no salieron de una vez de su país, trataron de quedarse y protegerse a veces en el abrazo de otros familiares, o en un lugar que nadie les conozca. Otras veces comunidades enteras o pedazos desgarrados de las mismas, indígenas, afrodescendientes y campesinas, tuvieron que huir, pero no tuvieron la protección del Estado y, a veces, instituciones del Estado se convirtieron en parte de quienes los expulsaron. Esta situación clama al cielo. El Registro Único de Víctimas solo incluye un 5% de las víctimas que salieron forzosamente del país. La mitad de ellas registradas lo son en los países en frontera.
Por eso estamos aquí reconociendo que Colombia ha vivido el exilio más largo del mundo como consecuencia de la guerra, fundamentalmente desde finales de los años 70, hasta ahora mismo porque continúa.
Las fronteras
Las fronteras son lugares lejanos del centro de poder, y operan tantas veces como lugares sin ley y con un poder omnímodo de diferentes grupos sobre la gente, porque en las fronteras se juega la guerra y sus tránsitos: lugares de retaguardia y de tráficos de lado y lado, el conflicto colombiano también se exporta a los países cercanos.
Lo que más asombra cuando uno se acerca a esos territorios es que la gente sí sabe, aunque los Estados tienen a las fronteras como ese país lejano donde las condiciones de vida de la gente casi no importan. Hemos escuchado a los testigos morales que han acompañado a las víctimas y nos han mostrado como organizaciones de ayuda humanitaria y derechos humanos han sido el refugio dentro de los países. La situación de la población refugiada debe ser el centro de las preocupaciones por la seguridad humana.
El trabajo de la Comisión de la Verdad
Esperamos que lo vivido por las víctimas se encuentre con las palabras que lo habitan, no tiene que ver solo con uno mismo. Es un ejercicio social. En el diálogo en un taller en el que compartimos las aceptaciones y los rechazos, una de las refugiadas nos dijo así: “queremos hablar, pero ¿cómo sabemos que esta vez sí se va a hacer algo?”. Por eso estamos aquí.
La Comisión de la Verdad ha recogido 1.600 testimonios de personas y familias que tuvieron que cruzar estas fronteras, a través de entrevistadores y equipos de confianza en muchos países. En muchos casos encontraron apoyo y seguridad que no tuvieron en Colombia. En su huida les acompañó el miedo y la inseguridad les hizo ir aún más lejos, a ciudades, o ser reasentados en otros países. Otros sufrieron la persecución del otro lado.
La inseguridad que se extiende
Por inverosímil que parezca, el 5 de octubre de 1994 la directora de ACNUR en Ecuador recibió una carta de un grupo paramilitar denominado Macogue, que le pedía cooperación para la “tarea patriótica de eliminar a varios terroristas de organizaciones de derechos humanos izquierdistas, solicitando apoyo para determinar su paradero en el país”. Entre ellos se refería al director del Semanario Voz, del Partido Comunista, y le señalaba que le enviaría un nuevo listado de otros terroristas refugiados. Es un ejemplo de esa época, de la extensión de la amenaza. Este ejemplo extremo, hasta de enviar una amenaza así por escrito, muestra también que en las fronteras hay más miedo y vulnerabilidad. Hoy hemos escuchado varios testimonios que han sido transmitidos en silueta para proteger la identidad de las víctimas. También escuchamos todos esos silencios que aún no se atreven a hablar.
Tu verdad vale la pena
En uno de nuestros encuentros con población colombiana refugiada, una mujer nos dijo: “pedir asilo es tratar de convencer al otro de que tu verdad vale la pena”.
Esta verdad que hemos escuchado duele, pero vale la pena, y es algo que la gente exiliada lleva consigo, pero que responde a dinámicas colectivas y periodos históricos. A finales de los años 90, la agudización del conflicto alrededor de los diálogos del Caguán y su posterior ruptura conllevó dos grandes fenómenos expulsores de población civil hacia Venezuela, Ecuador y Panamá especialmente.
A pesar de la gravedad de esta crisis humanitaria, y su impacto regional determinante, fue casi invisible en Colombia. Fue una enorme crisis humanitaria en la frontera, pero esas cosas apenas eran conocidas y no se miraba lo que allí pasaba. Mientras trabajaba con la Pastoral Social en la frontera de Venezuela, cuando llamábamos por teléfono para ver si se podía llegar para el acompañamiento a las víctimas, muchas veces nos decían algo que se entendía muy bien: la situación está muy caliente.
La salida a los países en frontera de forma masiva ocurrió con diferentes tipos de patrones:
- Una salida de Colombia de líderes, lideresas o militantes políticos, de sindicalistas o personas perseguidas en el contexto del estatuto de seguridad o el caso del partido de la Unión Patriótica (UP) en los años 80-90.
- A finales de los años 90 e inicios de 2000, el exilio masivo por la arremetida paramilitar, con el perfil de grandes grupos y comunidades, que se fue dando más hacia las fronteras, y que implicó ataques contra la sociedad civil.
- Después, otro perfil de gente que venía huyendo de ambos lados del conflicto, de la guerrilla y los paramilitares, de zonas en disputa, que antes tenía control de uno y donde entró el otro y al cambiar de control amenazaban a la población. También otros sectores que hemos entrevistado como empresarios víctimas de secuestro que buscaron refugio del dolor o las extorsiones en Ecuador o profesionales que huyeron a Costa Rica.
- En los últimos años, a pesar de la firma de los acuerdos de paz con las FARC-EP, el conflicto ha continuado y también el flujo de refugiados que muestran que el exilio es algo que tenemos que conocer para entender las dinámicas del conflicto. El asesinato de líderes tiene su correlato también en la huida a través de las fronteras. El exilio colombiano es un indicador de la continuidad del conflicto y también un necesario punto de vista y aporte para la construcción de la paz.
Queremos también hablar aquí de la no repetición, no como un deseo bien intencionado o una proclama. Después de la firma del Acuerdo de Paz, 18.000 colombianos han pedido asilo en Ecuador. Los números a veces hablan tan profundo como las letras.
Los pueblos kuna, wuayú, bari o cofán, o los siona que hemos escuchado entre otros, están divididos por fronteras, con Venezuela, Panamá o Ecuador, y han sufrido las consecuencias de la guerra. El hecho de estar a los dos lados no suma protección, sino que multiplica la indefensión. A la impunidad o el miedo que existe, se añade que nadie se hace cargo. Las comunidades afrodescendientes del pacífico se han visto especialmente afectadas por desplazamientos sucesivos y exilios en Ecuador o Antofagasta, en Chile.
Las respuestas
A la población refugiada se le acusa muchas veces de sospecha. Como me dijo una mujer refugiada primero en Ecuador y luego en Chile, cuando la gente le preguntaba: ¿y qué hiciste para tener que salir de Colombia?
Los refugiados y refugiadas no son perseguidos por delinquir sino por estar en las zonas de disputa, por liderar procesos de restitución de tierras, por estar en medio de los cultivos de coca o de la presencia de grupos armados. Además, por negarse a pagar a guerrillas o paramilitares, o por ser maestros en zona roja, o por huir del reclutamiento forzado o la amenaza de violencia sexual en territorios olvidados. Como dice el escritor Eduardo Galeano en su poema sobre Los Nadie: “donde la vida humana vale menos que la bala que los mata”.
En otro de los talleres de escucha en este exilio en los países en frontera, un hombre campesino refugiado y defensor de derechos humanos nos dijo que el problema era la ideología, y cuando le pregunté qué era eso me respondió: nos tuvimos que venir por pensar diferente. La Comisión quiere reconocer que ese pensar diferente es parte del talento y la verdad que Colombia necesita para reconstruirse.
Los impactos del exilio
Hemos escuchado testimonios duros de personas de carne y hueso como cada uno de nosotros. Las consecuencias del exilio conllevan un empeoramiento de la situación personal y familiar, el desarraigo y la separación familiar crónica o el dolor de no poder estar cuando los familiares o amigos enferman o mueren.
Estas historias nos duelen y nos ayudan a entender que la situación del exilio colombiano es un indicador de la difícil situación de la construcción de la paz en el país y que la verdad que ustedes cuentan debe ser parte de esta verdad incluyente que la Comisión quiere reconocer y que Colombia necesita entender.
Políticas
El exilio y la situación de la gente en las fronteras necesita políticas de cooperación regional basadas en la seguridad humana lo cual pasa por la educación, el trabajo, la salud y la cooperación con las comunidades de acogida y gobiernos no solo nacionales sino locales. También de acciones que ayuden a entender al otro no como un enemigo, sino como la expresión de una situación de derechos humanos que necesita una respuesta compartida. La mayoría de los refugiados y víctimas en otros países no quiere volver, por miedo y falta de condiciones. Pero debe haber políticas de atención que faciliten las decisiones de las víctimas para reconstruir sus vidas, aquí o allá. Y recordamos a los gobiernos, que, aunque en Colombia existe un proceso de paz que trata de afianzarse en medio de muchas dificultades, ese proceso es aún incompleto y la continuidad del conflicto no elimina las necesidades de protección de parte de la población colombiana que sigue huyendo.
Nos llevamos ese compromiso con nosotros, y esta voz que les dice que no los olvidamos. El exilio tiene dos tiempos: el tiempo detenido porque es un limbo, como el de la semilla que está en tierra fría esperando meses. Ustedes nos han enseñado que aquí no hay espera sino voluntad de reconstruirse. Es ese ahora ese otro tiempo del calor de las plantas que crecen y dan frutos de forma acelerada día a día. Hemos escuchado también a esa segunda generación que forma parte de esa semilla. Gracias por ese compromiso por la vida, y por la confianza en el trabajo de la Comisión. Un abrazo a quienes están aquí y a quienes nos escuchan allá en Colombia y el mundo.
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