“Colombia no entiende que el campesinado quiere decir la verdad sin ser juzgado”
La Comisión de la Verdad viene desarrollando un proceso territorial y nacional para reconocer al campesinado como víctima, pero también como sujeto de resistencia, resiliencia y de transformaciones positivas.
El conflicto armado en Colombia ha estado atravesado, a lo largo de su historia, por el problema de la tierra, el control de su propiedad y uso, y por la condición histórica de que la tierra ha sido tanto botín de guerra como factor de poder regional y local. En esas tierras es donde se ha desarrollado gran parte del conflicto armado.
De las entrañas de las zonas rurales, de sus campesinos que las habitan, han salido todo tipo de actores del conflicto, activos y pasivos, pero también provienen aquellos que, sin tomar nunca un arma, se han visto involucrados en la guerra y la han vivido en carne propia, siendo usados como carne de cañón y viendo sus hijos morir o ser reclutados contra su voluntad.
Pero del campo igualmente ha nacido siempre la esperanza y la resistencia. La gente que se organiza en la junta de acción comunal, en la asociación campesina, en el cabildo y el consejo comunitario, que solidariamente se junta en mingas, convites y manos cambiadas para sembrar y cosechar. Que cultiva alimentos y sigue siendo, aún en épocas de importaciones, la despensa alimentaria de las ciudades.
Estas personas en medio del conflicto cantaron, bailaron, enseñaron, curaron y lograron que, aún en los peores momentos de la guerra, hubiera un futuro para construir. Personas que le apostaron a la paz a pesar de sus dolores y levantaron sus cabezas para seguir luchando y salir adelante.
En el marco del reconocimiento a las afectaciones del conflicto armado en las comunidades campesinas, sus luchas y resistencias, la Comisión de la Verdad junto con la Universidad del Tolima, organizó el radio-foro ‘El Campo Cuenta la Verdad’ el pasado 14 de noviembre, en el que participaron representantes del campesinado de Boyacá, Cundinamarca, Tolima y Huila. Durante el dialogo, que tuvo lugar en la Casa de la Verdad del Tolima, expresaron sus opiniones acerca de los impactos del conflicto en sus comunidades, sus luchas y resistencias.
Los panelistas invitados fueron Benjamín Guzmán, músico y compositor del sur de Tolima, quién en su juventud, mientras trabajaba en el campo, fue obligado a componerles versos a Manuel Marulanda, Raúl Reyes y Alfonso Cano, antiguos jefes de la extinta guerrilla de las Farc. José Guillermo Olarte Serrano, campesino del Huila, víctima del conflicto armado e integrante desde 1990 a la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC); Amparo Vásquez, lideresa y defensora derechos humanos de las mujeres campesinas de Cundinamarca y defensora de los derechos de la madre tierra; Paula Yulieth Fonseca, joven campesina de Sogamoso, Boyacá, perteneciente a la Asociación Nacional Campesina (ASONALCA) y Martha Patricia Obregón, Coordinadora de la Macrorregión Centroandina.
Bajo la pregunta ¿Qué es ser campesino? se dio inicio al radio-foro, Amparo Vásquez, lideresa y defensora derechos humanos de las mujeres campesinas de Cundinamarca respondió: “Para nosotras las mujeres de Cundinamarca, ser campesina es tener el vínculo con la tierra, el territorio y el medio ambiente”.
Por su parte, José Guillermo Olarte Serrano, campesino de municipio de Algeciras, Huila, contó su historia como campesino y víctima del conflicto: “Yo aparte de ser campesino, he sido víctima por pertenecer a la ANUC, hace cuatro años sufrí un atentado que me dejo con una discapacidad del 40% de audición. Los campesinos somos los más olvidados del país, vivimos la discriminación y la guerra durante todos estos años de conflicto; aparte de que pusimos los muertos, también nos obligaron a financiar a la guerrilla con los recursos que daba nuestra tierra, ahora que se firmó el acuerdo, lo que más anhelamos es la paz”.
Para Paula Yulieth Fonseca, joven campesina de Boyacá, ser campesino es “la lucha diaria y continua por la defensa de los territorios”.
Benjamín Guzmán, campesino, músico y compositor del sur del Tolima aseguró que ser campesino en Colombia es cargar un carné de desplazado. “Ser campesino en Colombia en comparación a los Estados Unidos, allá no nos llamamos campesinos, allá nos llamamos granjeros y son reconocidos por toda la nación, uno allá tiene un carné de granjero, pero aquí uno tiene el de desplazado”.
Otra de las aristas que se tocó durante el foro fue ¿Cómo los campesinos han afrontado el conflicto armado?
“Lo hemos afrontado con silencio, resistencia y resiliencia, y no me refiero como directamente lo viví yo, sino como lo vivieron mis padres y mis abuelos. En los años 60 y 70 los grupos armados, el Ejército y la guerrilla, recorrían nuestras veredas y la forma de proteger la vida era callando. Cuando el Ejército pasa y preguntaba ¿por aquí pasó la guerrilla? Mis padres contestaban que no; la misma respuesta se daba cuando la guerrilla preguntaba por el Ejército. Callar, mentir o no mencionar a ninguno de los dos sobre su paso por los territorios, fue nuestra forma de afrontar y sobrevivir.
Como mujeres campesinas también nos hemos organizado, es importante que estas luchas no sean individuales, por que los problemas no son individuales, son sociales, nos vinculan a todos los campesinos y a las ciudades también. Si no hubiera campesinos cultivando y trabajando la tierra, ¿qué sería de nuestras ciudades? Olvidamos el campo y el papel que tiene el campesino para Colombia y para el mundo”, afirmó Paula.
Otra de las preguntas fue: ¿Qué verdad cuentas los objetos, olores, lugares o prácticas cotidianas en el campo?
“Yo vengo de una casa hecha en tierra, y ese olor a tierra me recuerda buenos momentos, pero también me recuerda la guerra, y es ese olor el que, estando en la selva de concreto, muchos anhelan volver a percibir, pero también se extraña el sonido del azadón y el machete, pero no para la guerra, sino para sembrar y labrar. La tierra y los campesinos tiene y tenemos muchas verdades ocultas. Colombia no entiende que el campesino quiere decir la verdad sin ser juzgado o juzgada”, manifestó Amparo.
“El agua es vida, de la zona que vengo es paramo, solo se escucha el sonido de las aves y el sonido del agua caer en la tierra y así queremos que continúe. Cuando nuestras madres cocinan con leña, este olor y sabor es lo que nos motiva, nos da vida y ganas de seguir en el campo y de seguir construyendo paz”, expresó Paula
¿Qué mensaje envían ustedes para la no repetición?
“Dicen que un pueblo que no conoce su historia, está condenado a repetirla. La Comisión de la Verdad tiene una tarea muy importante y sus resultados las debemos conocer y mostrarla a nuestros hijos para que conozcan la verdad del conflicto armado, para que no se vuelva a repetir la guerra”, dijo Amparo.
Como cierre del espacio, Martha Patricia Obregón, coordinadora de la Macrorregión Centroandina hizo un llamado e invitación para que la sociedad colombiana se vuelva a escuchar desde la esencia del ser humano y que desde allí se pueda sacar esos recursos que permitan construir paz.
Reconocimiento y encuentro por la verdad regional en Cajamarca, Tolima
Entre el 26 y el 27 de noviembre, la Comisión de la Verdad realizará en el municipio de Cajamarca, Tolima, el Encuentro por la Verdad regional ‘El Campo Cuenta la Verdad’ en el que se reconocerán los impactos, las luchas y resistencias de la comunidad campesina en el marco del conflicto armado colombiano.
En este encuentro se dialogará sobre el despojo de tierras, desplazamiento forzado y reparación colectiva. Se escucharán testimonios y reflexiones, también se realizará un intercambio de vivencias y conceptos sobre la identidad y la cultura campesina. Asimismo, habrá un espacio de análisis sobre la estigmatización y la destrucción de procesos organizativos del campesinado y en general a las organizaciones campesinas y la persecución por razones políticas.
¿Qué son los Encuentros por la Verdad?
Son espacios que la Comisión de la Verdad crea con un sentido de construcción sobre el pasado y el futuro, no solo para las víctimas, sino para las instituciones y la sociedad en su conjunto, que ponen en juego o apelan a diversas dimensiones humanas como la afectiva, la simbólica, cultural, artística, la pedagógica y la política, con el objetivo de reconocer la dignidad, la resistencia de las organizaciones y poblaciones víctimas de la guerra, así como visibilizar los impactos individuales y colectivos sobre estas.
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