A lomo de mula, cruzando trochas, ríos y manglares, las comunidades del Naya llegaron para contar su verdad
Las comunidades negras e indígenas que habitan la región del Naya, históricamente afectadas por el conflicto, hablaron de los impactos ocasionados al territorio y de las resistencias de quienes tienen la esperanza de un mejor futuro.
La dignidad de las comunidades étnicas del Naya, su resistencia histórica, el amor y el respeto por el territorio fueron reconocidos en un encuentro propiciado por la Comisión de la Verdad.
Autoridades, líderes y representantes de los pueblos eperara siapidara y nasa, e integrantes del Consejo Comunitario de la cuenca del río Naya, tras largas horas de viaje entre trochas y carreteras, esteros y manglares, llegaron a Buenaventura, Valle del Cauca, el pasado 26 de mayo. Estas comunidades negras e indígenas que habitan la región desde el siglo XVII, se congregaron para narrarle a Colombia los impactos que afectaron profundamente la autonomía y el gobierno propio, la construcción de la identidad y la cultura de los pueblos de la región, lo cual transformó las prácticas, las formas de pensar, de sentir, de ver el territorio y de relacionarse entre quienes lo habitan.
Para el comisionado Leyner Palacios, “el mayor reclamo de la comunidad del Naya está en poder recuperar los cuerpos de las personas que los actores armados desaparecieron en esta larga cadena de victimización, pero también las acciones en cuanto a derecho. Son comunidades que viven en condiciones infrahumanas y la reparación tiene que ver con la existencia de esos derechos”.
Las voces del Naya fueron escuchadas por lideres de organizaciones sociales, organismos de cooperación internacional y medios de comunicación que ayudaron a resonar los testimonios. “Este espacio es fundamental para reconocer las luchas y los procesos colectivos de resiliencia, resistencia y construcción de paz de los pueblos y las comunidades del Naya. Es una oportunidad para rechazar las violaciones que han sufrido y para reconocer los impactos diferenciales, individuales, colectivos, psicoespirituales y territoriales de la violencia sobre sus planes de vida y los territorios”, afirmó Juliette de Rivero, representante en Colombia de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
En el marco de este reconocimiento a la dignidad de las comunidades étnicas del Naya se recordó uno de los hechos más desgarradores del conflicto armado en Colombia: la masacre del Naya. Las comunidades asistentes narraron el dolor y contaron lo ocurrido como un ejercicio de memoria y dignidad de las víctimas.
“Con la masacre del 2001 fuimos atropelladas en nuestros derechos, en nuestra dignidad y en nuestro sentir. Fuimos dejadas en el silencio y la apatía de quienes no sufren la violencia, la pobreza y la injusticia”, expresó Diana Carolina Caviche, autoridad del pueblo nasa de los resguardos Kite Kiwe y El Playón. Su testimonio es parte de los recuerdos de los daños morales, psicológicos y espirituales que este hecho ocasionó en las mujeres de la región, algunas como ella, en estado de gestación, que perdieron a sus hijos en medio del desplazamiento.
El mayor Franio José Reinoso se refirió por su parte a 28 niños y niñas que murieron a causa de las fumigaciones con glifosato a cultivos de amapola, y al dolor de las madres que hoy, 21 años después, no han recibido respuesta y continúan a la espera del esclarecimiento de la verdad.
Los niños, niñas y adolescentes tuvieron un reconocimiento especial en este espacio, por las múltiples afectaciones e impactos que dejó el reclutamiento y el desplazamiento forzado de sus territorios, y que ocasionó la pérdida de su núcleo familiar y hasta de sus propias vidas, como también por las formas de afrontamiento y resistencias de las que han sido protagonistas. “Se vulneraron los derechos y la vida. Muchos fueron enterrados, violados, asesinados. Otros se desplazaron y dejaron sus territorios, lo cual generó odio y rabia entre algunos jóvenes, en una región que hoy después de tanto tiempo, continúa en abandono y olvido estatal”, indicó Kevin Yule, joven autoridad del resguardo Sinaí.
A pesar de los embates del conflicto armado, la región del Naya se refleja en los rostros de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes que han sabido responder creativamente a los desafíos del mismo. Tal como lo expresó Naya Niridia Ruiz Medina, de la Asociación de Mujeres AINI, “su rostro se refleja en el arte, en la armonía, pero también en los ríos, en la cordillera, en las playas y montañas".
Y es que, para los habitantes del Naya, los niños han recibido el mayor impacto, han cargado con la zozobra y el miedo, pero es grato reconocer la inmensa alegría que aportan a todo el territorio colectivo. “Son ustedes la herramienta del encuentro y la convivencia, el símbolo de la vida, la presencia histórica que motiva la lucha incansable de cada uno de los líderes y defensores. Son símbolo de paz y lucha. No puede haber un futuro sin ustedes, niños, niñas, adolescentes y jóvenes, porque en ustedes estará la verdad. Con ustedes vamos a sacar la región del Naya adelante”, concluyó la lideresa de Mujeres AINI.
En respuesta a este sentir, los niños y niñas presentes en el encuentro, hijos de personas de la región a quienes el conflicto les arrebató la posibilidad de seguir viviendo, se manifestaron con un mensaje esperanzador: “Somos legado de vida, somos frutos de amor por los que no están y aún estamos esperando, somos las voces de unidad, somos semillas de paz”.
Las mujeres han tenido un lugar central en la guerra que ha vivido Colombia y específicamente la región del Naya. Las victimizaciones que han vivido han dejado marcas profundas en sus corazones y aún así han continuado sosteniendo la vida de sus familias y de sus comunidades. Esas mujeres, valientes y resistentes, han sanado dolores individuales y por medio de la juntanza colectiva han fortalecido a sus comunidades y llenado de esperanza los territorios.
“Hemos sufrido por la desaparición del territorio y la perdida de las semillas, que son nuestros hijos y familiares, pero eso también nos ha dado la fuerza para seguir caminando; ellos son los principios y nuestra bandera de resistencia para seguir perviviendo en el tiempo”, manifestó Inés Chichiliano, del resguardo Joaquincito.
Liliana Ruiz, integrante de la Asociación de Mujeres AINI señaló al respecto que “es justo reconocer el aporte histórico y definitivo de cada una de las mujeres, matronas de vida, mayoras, hijas, esposas, nietas y lideresas que, desde su sabiduría y conocimientos empíricos, hemos aportado a la resistencia, liberación, proyección del territorio biodiverso y legado de la madre tierra como rostro de identidad, de construcción de paz, con justicia social, organizativa, ambiental y de género. Somos y seremos el ombligaje de la tierra”.
Las voces de los y las habitantes del Naya expresaron el rechazo a todo acto bélico que impida recuperar la paz territorial y avivaron la esperanza de construir y resistir a través de la palabra, a pesar de la persistencia del conflicto armado. Bajo esta premisa, los habitantes del Naya seguirán insistiendo y tejiendo paz, con la convicción de que es posible construir una nación en la que sea posible pervivir en el tiempo.
La Comisión de la Verdad ratifica el compromiso con la verdad y la dignidad de todas las víctimas del conflicto armado, en particular la de especial protección, como la de los pueblos étnicos de la región del Naya. La Comisión insta al Estado colombiano a brindar las condiciones para la garantía del derecho a la convivencia pacífica y la garantía de la no repetición de hechos victimizantes.
A continuación, reviva la transmisión de este encuentro ↓↓
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