Fin a 17 años de duelo. Bojayá entre la esperanza y el temor
Los familiares de las víctimas de una de las peores masacres en la historia del conflicto armado colombiano, ocurrida el 2 de mayo de 2002, despidieron este domingo a sus muertos en una emotiva ceremonia.
Muy temprano llegaron al polideportivo de este corregimiento a cerrar un ciclo que los mantuvo en vilo durante 17 años: recuperar y darles sepultura a los cuerpos de sus seres queridos.
El acto ecuménico liderado por la Diócesis de Quibdó, acogió el llanto, pero también la alegría de casi 600 familias que acompañaron la ceremonia. “Hoy nuestros muertos descansan en paz”, gritaron hasta cansar.
Durante el acto religioso el presidente de la Comisión de la verdad, Francisco De Roux aseguró que fue la codicia de todo un país la que facilito el horror vivido en Bojayá, al tiempo que destacó el poder de resiliencia de sus pobladores para continuar aun en medio de la zozobra.
De Roux pidió los familiares ayudar a la Comisión en la búsqueda de la verdad que requiere el país para sanar las heridas de la guerra. E invitó al país a preguntarse el por qué permitió que esta masacre ocurriera.
“¿Por qué ocurrió esto contra un pueblo pacífico, contra un pueblo que lo que quería era mostrarnos un camino a los colombianos? ¿No fue acaso la codicia de Colombia, la codicia por los recursos naturales que ustedes tienen?, ¿cuál fue el papel de las instituciones?”, preguntó el presidente de la Comisión.
“Ayúdennos a trabajar por la verdad, para que esto no siga en Colombia. Ustedes tienen una autoridad moral que nadie tiene en Colombia, y Colombia tiene que oírlos”, les dijo a los familiares.
Los actos de despedida iniciaron hace cerca de ocho días. Los ataúdes con los cuerpos recorrieron el río bajo ritos y alabanzas hasta llegar al corregimiento. También fueron acompañados de novenas, cantos, rezos y unos arrullos para los niños asesinados durante la masacre.
El temor y la urgencia de la verdad
En medio de las ceremonias de despedida, el Comité de Víctimas de Bojayá, expresó a través de una carta pública, su temor ante una nueva violencia. Consideran que es necesario la presencia del Estado y las garantías de seguridad para todos los habitantes.
“Exigimos al Estado que no nos sigan matando, exigimos verdaderas garantías de no repetición. Exigimos que su presencia no sea solo militar, sino a través de una gran oferta social con garantías preventivas y reparadoras”, cita la carta.
La historia de que no se puede repetir
El 2 de mayo de 2002, guerrilleros de las Farc y paramilitares se enfrentaron entre las cabeceras municipales de Vigía del Fuerte y Bojayá, conocida en la zona como Bellavista. Allí, los paramilitares se escondieron detrás de la Iglesia y hacia las 11 de la mañana las Farc lanzaron contra ellos una pipeta de gas llena de metralla que cayó dentro de la parroquia, donde se refugiaban más de 300 personas. El cilindro bomba rompió el techo de la iglesia, impactó contra el altar y estalló produciendo una gran devastación. El enfrentamiento había empezado el 20 de abril y duró hasta el 7 de mayo.
Además de las pérdidas de vidas humanas y materiales, la masacre ocasionó profundos y complejos daños e impactos morales, culturales y psicológicos sobre las poblaciones negras e indígenas de Bojayá y de la región. Los hechos acontecidos además de causar serias lesiones físicas en las personas sobrevivientes, constituyeron un ataque a un centro religioso con importante valor simbólico e impidieron prácticas ancestrales como los ritos mortuorios, que son estructuradores de la vida y cultura de estos grupos. A raíz de ello, se produjo el desplazamiento forzado de miles de personas, lo cual implicó el destierro y la sobrevivencia en condiciones deplorables e indignantes, en los lugares donde se vieron obligadas a permanecer.
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