‘Futuro’, el cuarto episodio de ‘La fuerza de mi voz’
En este episodio Ana Estevez recuerda su pasado en Santo Domingo, un caserío de la vereda Vista Hermosa, Meta, para hablar del futuro posible, del futuro eludido, del futuro soñado y del presente: el futuro que aconteció.
“Siempre rondaban muchos helicópteros, siempre miraba a la gente pasar del monte y todo eso. Me acuerdo mucho de que ya era de noche y quitaron las luces; mi mamá me iba a bañar. Cuando mi mamá escucha ese tiroteo, mi mamá me coge un bracito, me monta a la cama y me mete debajo del colchón con mis hermanos y yo ríame porque yo no sabía nada, entonces era risa por aquí, risa por allá”.
El anterior fragmento sobre el pasado de Ana, la protagonista de este episodio hace parte de una historia individual y colectiva en la que biografía e historia se entrecruzan. Este cuarto capítulo de ‘La fuerza de mi voz’ pone de manifiesto que para entender el devenir de un lugar y de una sociedad es imprescindible conocer y comprender las vidas de quienes lo han habitado.
“Mi nombre completo es Ana Lía Trujillo Estévez, tengo 14 años, vivo en Vista Hermosa, Meta. Nací en Bogotá, pero como un año viví en Santo Domingo en una Vereda de acá de Vista Hermosa y ya después mi mamá quiso venirse para acá por todos los problemas que pasaron allá en Santo Domingo... el conflicto armado... no nos iba a dar un buen futuro a nosotros y todo eso, o sea había muchas cosas que no eran buenas. Es que ellos vivían ahí, o sea no tenían ningún problema, ellos pasaban y era cómo mirar una gente normal, común y corriente, ya lo habían normalizado en esa vereda”.
Ana y su familia padecieron el destierro a causa del conflicto armado. Los hechos que Ana relata a lo largo de este capítulo les sucedieron a ella, sus hermanos, sus vecinos, su comuna y a Colombia, su país. En ese sentido esos sucesos fueron determinando y dándole forma no solo al futuro de Ana sino al de la nación.
“Todo lo que me cuenta mi mamá y mis hermanos es que allá había muchísimos problemas y que a veces obligaban a los jóvenes a meterse a cosas que no debían. Había muy mal futuro. Ahorita que ya crecí un poquito pienso que vivir en ese momento todo eso, y ahorita que lo viven por allá en el Cauca, en muchas partes, yo creo que es muy feo. Tener que vivir con miedo de que hay salir a tal hora porque si no lo pueden encontrar a uno y pasarle de todo es como muy horrible. Mi mamá también por lo que se tuvo que venir y traer a mis hermanos acá fue porque los que “mandaban” en esa época le habían dicho que mis hermanos ya estaban de edad para tener un buen futuro, que le iban a dar plata, que le iban a dar de todo, y mi mamá pues sabía que no era así, allá había un comandante y cuando él quería cogía a los jóvenes y se los llevaba”.
Sin embargo, la historia de Ana nos habla de varios futuros. En esta parte del testimonio habla del mal futuro, del que su madre huyó junto con ella y sus hermanos para eludir la posibilidad de que sus cuerpos fueran convertidos en botín de guerra, para evitar que su hermano fuera obligado a empuñar un arma y en cualquier caso para esquivar el riesgo de normalizar las dinámicas del conflicto armado, para preservar la humanidad.
“Una muchacha llegó casualmente de Santo Domingo y le dijo a mi mamá que iba a empezar un proyecto, una escuela política de puras mujeres y que nos iban a llevar a pasear, que nos iban a hacer conocer muchas partes, muchas cosas sobre las mujeres, pero pues uno siempre como que ‘ah no siempre nos van a enseñar lo mismo a nosotras’, pero después de que ya yo fui avanzando en esa escuela creo que cambiaron muchas cosas porque yo pensé en algún momento que nosotras no íbamos a salir adelante o sea nunca se vería una mujer representándonos, nunca se respetaba nuestra opinión, nunca nos tenían en cuenta, pero después de que yo entré a esa escuela todo cambió, yo como persona cambié muchísimo mis pensamientos y nos hacíamos valer mucho en esa escuela. Yo sueño que haya una buena alcaldesa que arregle el pueblo, que mi mamá salga adelante”.
En este último relato, otro futuro aparece, también otra Ana. Estas palabras revelan que es posible labrar otros caminos que conduzcan a futuros distintos y por eso nadie está condenado a vivir en guerra; que, como ha dicho la Comisión de la Verdad de manera insistente, es importante conocer el pasado para no repetirlo; pero, sobre todo, que Colombia es capaz de imaginar otras formas de habitar el país y de convivir con sus conciudadanos y conciudadanas.
Les invitamos a conocer esta historia para comprender lo que ha pasado en el país a través de los relatos de Ana y a imaginar con ella otros futuros para Colombia.
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