La verdad contada desde los patios y kioscos de La Palma
La Comisión visitó varias veredas de este municipio ubicado en la provincia de Rionegro, Cundinamarca, a 150 del noroccidente de Bogotá.
La Comisión de la Verdad viajó al municipio de La Palma, Cundinamarca, para dar inicio a una travesía por los lugares que hace unos años quedaron deshabitados por cuenta del conflicto armado, zonas a las que la comunidad ha retornado poco a poco.
Allí se escuchó a hombres y mujeres quienes, a través de relatos y recuerdos de situaciones vividas durante la guerra, aportan al esclarecimiento de la verdad, al reconocimiento, a la convivencia y a fundar las bases para la no repetición.
Patios y kioscos, espacios para contar la verdad
Algunos hogares colombianos cuentan con un pequeña área o construcción en material de cemento o de guadua y palma, lugares dispuestos para la recreación, el descanso o para servir como protección del sol y de la lluvia. Estos lugares fueron idóneos para realizar pedagogía, entablar diálogos de escucha y realizar entrevistas colectivas e individuales, con el fin de esclarecer los hechos ocurridos en el marco del conflicto armado en La Palma.
La travesía inició en la zona rural, allí en medio del color verde de las montañas, los amarillos de las flores y el cantar de las aves, se escucharon historias en las que se logró evidenciar las dimensiones de la guerra, que no solo se miden por el número de víctimas que deja, sino por los hechos que trascienden a su término.
Sentados en sillas de madera, sillas plásticas, mecedoras y hamacas, la comunidad relató a la Comisión cómo en agosto y septiembre de 2002 cientos de familias salieron forzadamente de sus hogares. Según cifras del Registro Único de Víctimas (RUV), mientras en el año 2000 se presentaron 7.254 desplazamientos, en 2001 la cifra aumentó a 9.437 y en 2002 se llegó a los 24.086 desplazados en Cundinamarca, siendo La Palma el municipio que mayor población expulsada registra en todo el departamento.
El primer desplazamiento masivo ocurrió en agosto de 2002 cuando un grupo de paramilitares al mando de alias ‘Tumaco’ entró a las veredas y reunió a sus pobladores y los amenazó con asesinarlos sino salían del pueblo, “pues según dijeron se iban a enfrentar con la guerrilla”, asegura Martha*. En el segundo caso, también amenazaron a los pobladores para que salieran de su tierra a través de panfletos e información voz a voz y asesinaron a algunos campesinos a quienes acusaban de ser supuestos colaboradores de la guerrilla.
Otros campesinos tuvieron que dejar sus fincas porque los grupos armados las convirtieron en territorio de guerra, “en nuestras fincas construían trincheras”, expresó Ignacio*. Estos hechos, además de destruir el tejido social de la región, paralizó su crecimiento económico.
“En el mes de septiembre de 2002 a las siete de la noche junto a mi esposa e hija nos tocó abandonar la finca. Cogimos una cobija y un junco, lo enrollamos y salíamos corriendo para escondernos en los cafetales para que las balas no nos alcanzaran. Allí nos encontramos con otras 22 familias que estaban en la misma situación que nosotros, huyendo de su territorio, esa noche la luna alumbraba como si fuera de día, como si fuera el sol; estábamos todos callados, cualquier ruido nos generaba mucho miedo. La vereda La Hermosa fue el centro de recogida de todas las familias desplazadas, luego todos nos fuimos para Bogotá”, asegura Freddy*.
En el mes de octubre Freddy regresó a su predio, pero su territorio estaba en muy mal estado. “Fue muy triste llegar y no encontrar nada, los perros y las gallinas ya no estaban, las flores estaban marchitas y los cultivos estaban quemados. Esto pasa como la muerte, llega sin pedirlo y en el día menos pensado”.
¿Cuál era el atractivo de La Palma para los grupos al margen de la ley?
Luego del fallido proceso de paz que se adelantó entre el gobierno y la entonces guerrilla de las Farc en San Vicente del Caguán entre 1998-2002, grupos de guerrilleros salieron de la zona de despeje con el objetivo de asentarse en varios municipios aledaños a Bogotá. Al parecer, La Palma era clave, pues al municipio lo atraviesa la cordillera Oriental que conecta directamente con la localidad de Sumapaz, una zona geográfica estratégica por su ubicación periférica.
Otro fenómeno se incubó en la región: la llegada de paramilitares. Posteriormente, estos grupos fueron parte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), conformando el Bloque Cundinamarca, grupo que sostuvo un pacto de no agresión con los guerrilleros, en el cual se acordaban límites de operación en el territorio, pero se rompió luego del asesinato de varios hombres de las AUC por parte de la guerrilla. Así se dio comienzo a la confrontación entre las AUC y las Farc en la región.
Renace la esperanza
Luego de años de dolor, el municipio de La Palma deja ver su nueva cara, un panorama donde el optimismo y la esperanza renacen. Aún en los caminos se evidencian viviendas abandonadas, pero también se ven familias con el deseo de quedarse en las parcelas y sacar adelante su pueblo, para recuperar los cafetales que se marchitaron con el paso del tiempo y borrar para siempre la sombra que dejaron aquellos años de guerra.
Los Palmeros trabajan hoy por recuperar su vocación agrícola, así como para fortalecer sus organizaciones comunitarias.
*Nombres cambiados a petición de las víctimas.
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