“Los pescadores del Magdalena somos seres de paz y tenemos el valor de contar nuestra verdad”
Los pescadores dan a conocer de sus propias voces cómo sufrieron el conflicto. Asimismo, la Comisión les hace un reconocimiento por su legado histórico y sus aportes a la construcción identitaria, económica y ambiental de Magdalena.
Veinte pescadores y pescadoras de las ciénagas, de los ríos y del mar del departamento del Magdalena trajeron sus anzuelos y sus redes a Santa Marta para una faena distinta a la de todos sus días y sus tardes.
No vinieron a lanzarse con sus canoas al agua, vinieron a una faena de reflexión y análisis sobre la paz. Vinieron a contar su verdad, la verdad de sus caseríos, de sus familias, de su pasado.
La Comisión de la Verdad, con el apoyo de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, convocó a pescadores del norte, centro y sur del Magdalena para escuchar su voz, para conocer los impactos sociales, culturales, económicos y ambientales que sufrieron durante el conflicto armado y también para hacerles un reconocimiento a su legado histórico y sus aportes a la construcción identitaria, económica y ambiental del departamento.
“Yo vengo de un territorio abandonado y estoy aquí porque me dije que tengo que “pararme en la raya” (ser fuerte) para decir la verdad”, dijo uno de los pescadores en la primera sesión de escucha realizada en El Rodadero de Santa Marta.
Por su parte, Julio Alfonso Díaz Tapia, de sombrero vueltiao y manos callosas, proveniente de la comunidad de Palermo, Sitio Nuevo, a donde llegó con su familia huyendo de la guerra desde Bolívar, dijo: “Tengo 70 años de vida y soy hombre de paz, por eso digo que estoy dispuesto a dar mi vida por la paz y esa paz llegará cuando se acaben las desigualdades sociales en nuestras comunidades”.
Los pescadores y pescadoras tuvieron un espacio de reflexión en que expresaron sus sueños, sus dolores de la guerra, pero también sus esperanzas y fe en el futuro.
“Tiene que volver el día en que al pescador lo dejen volver a las aguas, tiene que volver el día en que no maten más líderes sociales que luchan por el bienestar de sus comunidades”, dijo uno de los participantes.
Pidieron el reconocimiento de sus derechos y el respeto de sus entornos ambientales, que son intervenidos ilegalmente –según sus testimonios- por distintos sectores que terminan contaminando las fuentes de agua donde desarrollan sus faenas.
Rafael Cantillo, perteneciente de una agremiación de pescadores, dijo: “La ciénaga Grande del Magdalena está en “cuidados intensivos”. Y no somos los pescadores los responsables, sino entidades gubernamentales y privadas las que la contaminan, haciendo que los peces emigren”.
Por su parte, Leonardo Cabana Orozco, de Ciénaga, al referirse a esta jornada de escucha, dijo que la verdad del conflicto es un paso importante para la construcción de la paz en el país. “Vivimos tiempos difíciles durante la guerra, se nos dividieron las familias, cada quien tomo por su lado para salvarse y eso generó pobreza. Apenas ahora sentimos cierto alivio, hemos sentido un cambio”.
Una de las mujeres pescadoras que participa en el encuentro, cuya familia fue masacrada en la década del 90, y quien prefirió reserva de su identidad, dijo que “la paz para los pescadores parece que no existiera. Nos domina el miedo, caminamos con el miedo, pero también tengo que decir que ponemos el pecho contra el sol para luchar por nuestras familias, para vivir con dignidad”.
Pescadores y pescadoras explicaron en esta sesión, celebrada en El Rodadero, cómo se utilizaron las aguas para el conflicto armado y cómo se agudizaron, por años, los problemas ambientales por esta situación.
El encuentro cuenta con el apoyo y participación del grupo de investigación La Oraloteca y el grupo de investigación socio jurídica de la Facultad de Derecho de la Universidad del Magdalena.
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