“Colombia necesita la verdad de los militares de una manera inmensa”
Militares retirados y activos del Ejército explicaron por qué la institución militar se vio involucrada en la degradación de la guerra, reconocieron responsabilidades y pidieron perdón a las víctimas por lo ocurrido durante el conflicto.
La contribución a la verdad y reconocimiento de responsabilidades por parte de diez integrantes del Ejército se desarrolló como un espacio de revisión crítica al pasado para comprender de qué manera las fuerzas militares se vieron involucradas en la degradación de la guerra y en la perpetración de crímenes de lesa humanidad como las ejecuciones extrajudiciales. El fin de esta reflexión, que incluyó un análisis profundo de lo que ocurre en el presente, es avanzar hacia la consolidación de unas bases que transformen este tipo de instituciones para la paz, la convivencia y la no repetición.
El reconocimiento realizado este miércoles 1 de diciembre contó con la participación presencial del mayor retirado César Maldonado, presidente de la Fundación Comité de Reconciliación, y del coronel retirado Luis Fernando Borja, quienes dialogaron con Francisco de Roux, presidente de la Comisión, y los comisionados Carlos Martín Beristain, Marta Ruiz y Alejandra Miller. Los demás contribuyentes, entre activos y retirados del Ejército, narraron sus historias a través de cartas, audios y videos; algunos lo hicieron de forma anónima por motivos de seguridad.
De Roux inició el encuentro indicando que la degradación de la guerra creó silencios brutales que, en medio de este proceso de justicia transicional, son necesarios romper por completo. Por esa razón, ratificó que el trabajo de escucha plural adelantado por la Comisión seguirá en firme para conocer desde la voz de los diferentes sectores qué fue lo que pasó en el conflicto, por qué pasó y cómo pasó para así dar una verdadera respuesta a las víctimas.
La comisionada Marta Ruiz le siguió la palabra y en su intervención aseguró que este reconocimiento por parte de los militares es de total importancia porque ellos han acudido a la Comisión entendiéndola como un espacio en el que “se pueden reconstruir los hechos del pasado de una manera más amplia y contextualizada”, en el que emergen nuevas conciencias que le permitirán a la sociedad dar pasos hacia adelante. Además, señaló que la apuesta de estas reflexiones es que las instituciones sean más confiables y transparentes a la hora de garantizar la no repetición a las víctimas y al país.
Sobre la doctrina militar
El primer momento de la contribución estuvo enfocado en entender cómo era la doctrina y la formación militar dentro del Ejército. Uno de los uniformados arrancó su testimonio indicando que esto se puede definir como el conjunto de normas, principios y directrices que encaminan el cumplimiento de deberes y funciones en el desarrollo de la guerra y, a partir de esa explicación, mencionó que con el tiempo se dio cuenta que “la aplicación de esa doctrina al interior de la institución se dio bajo unos principios que, de una u otra forma, afectaron a la población, violaron los derechos humanos y generaron infracciones al Derecho Internacional Humanitario (DIH)”.
El militar señaló que, por ejemplo, en la institución se utilizaron personas con un alto estado de vulnerabilidad para que sirvieran como informantes y así se pudieran desarrollar con más facilidad operaciones militares. Según dijo, entre esas personas se encontraban mujeres en situación de prostitución, niños y niñas, pues “eran más fáciles de manejar por su inocencia e ingenuidad”. Además, contó que también aparecieron “operaciones de engaño, métodos de intimidación, fragmentación y difamación”.
Otro militar mencionó que, en ese momento, era difícil hablar de respeto ideológico cuando desde el primer día de la formación "se inyectaba el deseo de matar, combatir y dar de baja a un enemigo". Narró que, incluso, uno de los primeros cantos militares de la mañana indicaba: “Guerrillero mataré, su sangre beberé, con sus huesos a mi novia un llavero yo le haré”, y que los entrenaban para “ser máquinas de guerra”. Según dijo ese mismo contribuyente, si bien es cierto que la doctrina militar estaba basada en el modelo norteamericano, solo en un 10% se fijaba la atención hacia los derechos humanos. “En ese entonces estaba mal visto que en un combate se entregaran capturados, pues por lo general al enemigo se le debía dar de baja así se entregara de forma voluntaria”, afirmó.
En este punto coincidió el coronel (r) Luis Fernando Borja, quien aseguró que al ingresar al Ejército le indicaron que “todo aquel que pensara diferente era el enemigo” y, a partir de ese discurso de aniquilación del otro por sus diferencias, “se empezó a degradar y a pisotear la dignidad de las personas en medio del conflicto”. Tras esta declaración, el coronel retirado dejó claro que con estas verdades “no se está atacando al Ejército” sino contribuyendo al esclarecimiento de la verdad para conseguir una pronta reparación a las víctimas.
Las alianzas para derrotar al “enemigo”
El segundo punto del encuentro se centró en las alianzas que se crearon para “acabar con el enemigo de cualquier forma”. De acuerdo con el testimonio de los militares, todos al interior de la institución tenían conocimiento de los pactos con los grupos paramilitares y esa acción se entendía como algo lícito porque “eran aliados en la lucha contra la subversión, las guerrillas y el comunismo”.
Uno de los contribuyentes indicó que la estrategia era formar, entrenar, armar y utilizar organizaciones al margen de la ley en contra de “esos enemigos”, mientras que el coronel (r) Borja agregó que, prácticamente, el que no siguiera ese lineamiento “no servía en la institución”. Otro de los miembros del Ejército que contribuyeron en este espacio señaló que era normal ver que la institución no “combatía” a los paramilitares y que, por el contrario, se organizaban y hacían operaciones conjuntas para “erradicar a los guerrilleros de la zona”, todo esto bajo la premisa de que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”.
El militar aprovechó este segundo espacio para hacer la siguiente reflexión: “¿Realmente esa degradación de la guerra al interior de las Fuerzas Militares valió la pena? Ahora vemos que las otras personas que fueron auspiciadoras de la guerra y la formaron, hoy en día son hasta políticos y quienes realmente se colocaron las botas están presos, heridos o muertos, ¿nosotros sí peleábamos por una paz?”.
En este punto, la comisionada Marta Ruiz cuestionó que, a pesar de que han existido procesos de desmovilización de los grupos paramilitares, hay una alianza que permanece presente, pues hoy en día cuando se llega a territorios como el Catatumbo, Urabá, Cauca y Nariño, las personas comentan que siguen existiendo esos entramados y que por esa razón es necesaria la transformación desde la mente y el corazón. “Los nombres cambian, pero el fenómeno está ahí y con eso estamos condenamos a repetir la guerra”, resaltó.
¿Por qué la cultura institucional permitió la degradación de la guerra?
La cultura institucional que permitió la degradación de la guerra fue el tercer punto de este reconocimiento. En este espacio, el coronel (r) César Maldonado reconoció que hubo una debilidad moral y señaló que se facilitó una “cultura de la impunidad” debido a que las demás entidades del Estado fueron permisivas, validaron esas actuaciones ilegales y formaron un silencio conjunto para que la verdad no saliera a la luz. “Todas las instituciones le fallaron al Estado y al pueblo colombiano, por acción u omisión”, expresó.
Al final de este tercer espacio, la comisionada Alejandra Miller hizo una reflexión sobre este tema e indicó que, a través de los testimonios que los militares presentaron ante la Comisión, se logró evidenciar que en el país se instaló una cultura institucional que permitió la pérdida de los valores, el desprecio por la vida, la impunidad, el silencio y las formas del “todo vale” para conseguir un fin alejado al verdadero propósito: la defensa de los derechos humanos, dejando atrás el respeto por la diferencia e implementando acciones criminales como la tortura y la utilización de comunidades vulnerables para sacar provecho en la guerra.
Asimismo, Miller agradeció la contribución porque esta ayuda a romper ese pacto de silencio que se instaló y se dan pasos hacia adelante para desechar el negacionismo de las responsabilidades que tanto daño le hace a las víctimas, al país y a la misma institución militar.
El reconocimiento y la promesa de no repetición
El coronel (r) César Maldonado reconoció su responsabilidad en medio del conflicto y pidió perdón a todas las personas que resultaron afectadas por sus acciones u omisiones mientras estuvo al mando. Además, aprovechó el escenario para reconocer en las víctimas la valentía que han tenido para sostener sus gritos hasta ser escuchados y señaló que ellas pueden tener la certeza de que dirá la verdad exacta de lo que ocurrió.
A su turno, Luis Fernando Borja asumió toda la responsabilidad por los asesinatos perpetrados por las tropas de la Fuerza de Tarea Conjunta de Sucre y le pidió a sus subalternos y superiores que acepten sus responsabilidades en medio de la guerra y digan la verdad. “Ya fue suficiente de una década de mentiras, ahora necesitamos la verdad. El trabajo de la Comisión no puede quedar en el aire, se necesita seguir conociendo la verdad y ojalá que esta labor no solo termine en el informe, pues este es solo el principio”, resaltó.
Al finalizar la contribución, Francisco de Roux agradeció a los comparecientes por exponer esos testimonios ante la Comisión debido a que, a su juicio, “no hay cosa más difícil que decirse a sí mismo la verdad y mostrarse como un libro abierto para que los demás conozcan lo que uno ha sido y ha hecho”. Según dijo, quienes tienen la grandeza de hacer eso se llenan de una autoridad moral que los demás difícilmente podemos comparar. Y, además, les dijo que con su contribución “están mostrando que hay un camino” y que es necesario que no paren de decir la verdad “porque Colombia necesita la verdad de los militares de una manera inmensa”.
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