Pescadores y pescadoras invisibles que desafiaron la tormenta
La guerra en sus múltiples maneras de mutar encontró la manera de navegar las aguas turbulentas del río Magdalena. Con lo único que no contó la violencia es que la esencia resiliente de la hicotea se hizo manifiesta.
Las mujeres y hombres hicoteas que habitan la ruralidad acuática del Magdalena
El sociólogo Orlando Fals Borda definió al hombre hicotea como el ser que habita tanto el agua como la tierra y se hace portador de un caparazón que le permite aguantar los impases de la vida.
Fue como una visión en la que mujeres y hombres se reunirían un día para asomar su cabeza por fuera de esta coraza, luego de que las balas hubieran amainado sus silbidos de muerte.
Los pescadores del departamento del Magdalena, que habitan la ruralidad del mar, el río y las ciénagas, son la perfecta alusión a esta metáfora de Fals Borda.
La guerra en sus múltiples maneras de mutar encontró la manera de navegar las aguas turbulentas del río Magdalena, pasando junto a la piragua de Guillermo Cubillos que yace dormitando en El Banco.
No contenta con ello se atrevió a intentar dominar las inquietas aguas del Parque Nacional Tayrona que custodian la inmensa Sierra Nevada de Santa Marta. A estas alturas, su paso logró posicionar en el mapa unas pequeñas poblaciones de casas que macondianamente se construían sobre las ciénagas, llamadas palafitos.
Con lo único que no contó la violencia es que la esencia resiliente de la hicotea se hizo manifiesta. Y con la piel marcada por el inclemente paso del tiempo y un robusto caparazón que los hace llevar su hogar en sus hombros, pescadores y pescadoras del Magdalena le dijeron en voz alta a la Comisión de la Verdad que ellos y ellas le apuestan a la verdad, a la paz y a la reconciliación.
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“Hemos sido víctimas de la invisibilización histórica, desconociendo nuestros saberes, conocimientos y aportes a la sociedad del departamento del Magdalena. Este desconocimiento ha propiciado la exclusión de nuestros modos de vida por parte del Estado colombiano”.
“Manifestamos que, nuestro llamado urgente a la paz es para desarrollar una actividad tranquila y sin temores, para así garantizar la subsistencia de nuestras familias y la pervivencia de nuestra cultura y modos de vida”.
“Manifestamos que la paz para nuestras comunidades, solo será posible cuando acabe la desigualdad, cuando se nos garantice la pesca como práctica ancestral y se reconozcan nuestros saberes”.
“Resaltamos el trabajo de las mujeres pescadoras en la construcción de nuestra identidad y sobre las cuales ha recaído el enorme peso de la invisibilización estatal junto a nuestras víctimas que han navegado ciénagas, mares y ríos”.
“Tiene que volver el día en que al pescador lo dejen volver a las aguas"
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