“Lo que hace una escritora es bucear en la vida y hacer las paces con ella”: Piedad Bonnett
La escritora estará en ‘Nombrar lo innombrable: conversaciones sobre arte y verdad’, Bonnett y la comisionada Lucía González hablarán de cómo se mira la realidad de nuestro país desde la escritura, desde el testimonio y la poesía.
El jueves 8 de abril a las 6:00 p.m., a través de Facebook.com/comisionverdadc, comisiondelaverdad.co y en YouTube, se realizará una nueva charla de ‘Nombrar lo innombrable: conversaciones sobre arte y verdad’, un espacio en el que los artistas colombianos hablan sobre cómo el arte ayuda a nombrar el conflicto de maneras particulares, convirtiéndose muchas veces en un testimonio y en un mecanismo de resistencia. En esta ocasión, la comisionada Lucía González hablará con la escritora Piedad Bonnett.
Piedad Bonnett (Amalfi, Antioquia, 1951) es licenciada en Filosofía y Letras de la Universidad de los Andes. Tiene una maestría en Teoría del Arte, la Arquitectura y el Diseño en la Universidad Nacional de Colombia.
Ha publicado ocho libros de poemas: De círculo y ceniza (Ediciones Uniandes, 1989, reedición de 1995), Nadie en casa (Ediciones Simón y Lola Gubereck, 1994), El hilo de los días (Norma, 1995), Ese animal triste (Norma 1996), Todos los amantes son guerreros (Norma 1998) Tretas del débil (Alfaguara, Punto de lectura, 2004), Las herencias (Visor, 2008) y Explicaciones no pedidas (Visor, 2011).
Su antología ‘Lo demás es silencio’ fue publicada en España por Editorial Hiperión en 2003, siendo la segunda colombiana en formar parte de esa prestigiosa colección –el primero fue José Asunción Silva–. En 2008 apareció ‘Los privilegios del olvido’, una antología de Fondo de Cultura Económica prologada por José Watanabe, y en 2012 ‘Fuoco fatuo’, una antología de poemas en italiano publicada por la editorial Forme libere de Trento. Toda su obra poética puede encontrarse en ‘Piedad Bonnett: poesía reunida’ (Lumen, 2016).
Además de ser una poeta muy reconocida, Bonnett es autora de varias obras de teatro y de cuatro novelas: Después de todo (2001), Para otros es el cielo (2004) Siempre fue invierno (2007) y El prestigio de la belleza (2010). En 2013 publicó ‘Lo que no tiene nombre’, un desgarrador y conmovedor testimonio sobre el suicidio de su hijo Daniel y sobre el intento de una madre y escritora de entender las razones de ese hecho atroz, y de rodear el dolor con las palabras. En ese proceso de confesión y de memoria que es el libro mismo, Bonnett concluye que hay dolores innombrables; que la palabra no alcanza, que esta apenas puede aproximarse al horror o sugerirlo; y aún así, no tiene sino la escritura.
En 2018, Bonnett publicó su más reciente novela ‘Donde nadie me espere’ (Alfaguara), que explora los motivos y los modos en que un hombre joven puede perder el rumbo de su vida en un país como el nuestro, y tras haber sufrido la muerte de su madre y de su hermana melliza. Este personaje termina en los márgenes de la sociedad, buscando de manera incesante un lugar en el mundo.
“Todos los seres a veces queremos rendirnos, abandonar, ante la realidad tan dura de la ciudad, del país, de la cotidianidad”, dijo Bonnett en una entrevista con El País de Cali. “En el fondo, con esta novela no quise reducir el conflicto a una enfermedad mental como la depresión. El conflicto se ha reducido a maldad o a enfermedad mental. Se nos despoja del contexto. Esta persona, de hecho, termina formando parte del conflicto también. Quise explorar la fragilidad en la masculinidad. Mi personaje principal tiene una sensibilidad alta y no se siente obligado a seguir un mandato de masculinidad. Los hombres evasivos son casi todos, porque se les ha enseñado que no deben mostrar el sufrimiento y los han acorazado. Mi personaje solo al escribir enfrenta el dolor de sus fracasos”.
“Buscaba escribir una novela poética, sugerente y conmovedora, pero para nada realista, y por eso metí lo fantasmagórico, porque no quiero el realismo craso de las novelas de la violencia: me interesaba mostrar cómo una ruptura desata una condición psíquica que incide en la realidad como una bola de nieve”.
Por su parte, la comisionada Lucía González ha insistido en que el arte ha sido y seguirá siendo un vehículo para nombrar y explicar las transformaciones y afectaciones a causa del conflicto armado en la sociedad y en la cultura: “Los artistas han visto de otra manera el conflicto, nos han ayudado a ver, nos ayudan a visibilizar. Y el arte nos permite hacer una reflexión que también contribuye al esclarecimiento de la verdad y, ojalá, nos ayuden a ese reconocimiento y a la no repetición”.
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