Prácticas culturales: motivación, sanación y resistencia para el Pacífico nariñense
Un grupo de gestores culturales se reunió con la Comisión de la Verdad para exponer las afectaciones y resistencias que ha provocado el conflicto armado en el sector cultural y artístico de la región.
Era un 13 de enero de 2009 cuando un fuerte estallido sacudió a Roberto Payán, se trataba de un atentado perpetrado contra la población en el casco urbano del municipio nariñense que ocasionó la muerte a cinco personas (cuatro menores de edad) y dejó a otras 11 heridas de gravedad. Este hecho, que en su momento enlutó al municipio costero, llega a la memoria de Ana Iris Castillo como una de las tantas historias de dolor que le ha tocado vivir a los habitantes del Pacífico sur colombiano.
Con su mirada gacha, cuenta ante el grupo el infortunado suceso, y en medio del relato se incorpora en señal de protesta para reafirmar que “esto no puede continuar sucediendo”. Que el conflicto armado no puede seguir arrebatando la vida e integridad de sus coterráneos. “Nosotros como dueños del territorio y que nos ha tocado vivir en carne propia la guerra estamos convencidos que debemos continuar trabajando para seguir resistiendo, porque una cosa es verlo en las noticias y otra muy distinta es que yo salga a recoger a mis muertos, a los hijos de mis hermanas, de mis compañeras o a mis estudiantes,”, añadió.
Este testimonio tuvo lugar en Tumaco, donde un grupo de gestores culturales se reunió en un espacio de diálogo liderado por la Comisión de la Verdad para escuchar sobre las afectaciones y resistencias que ha provocado el conflicto armado en el sector cultural y artístico en el Pacífico nariñense. Y es que la música y demás manifestaciones culturales y artísticas han servido de motivación y soporte a cientos de comunidades en la región.
Así lo define Ana Iris Castillo, argumentando que desde entonces y después de haber sufrido en carne propia el dolor de la guerra, tomó la decisión de perdonar, de llevar a través de la fundación que representa y en cada escenario, un mensaje de paz.
Al igual que ella, con sus más de 42 años dedicados al servicio de la docencia, los gestores culturales de San Andrés de Tumaco y los demás municipios de la costa Pacífica encuentran en el desarrollo de las prácticas culturales, el camino hacia la paz.
Para Evert Peña, gestor cultural del Charco, Nariño, por medio del desarrollo de las prácticas ancestrales alrededor del arte y la cultura sí es posible apostarle a la reconciliación, a la sanación del pueblo colombiano tan afectado por este flagelo: “Nosotros que hemos vivido el rigor del conflicto, sabemos lo cruel que es. Es un proceso desalentador y desgarrador. Sin embargo, la cultura y las artes ejercen una gran fuerza en nuestras comunidades. Nosotros somos amantes de la vida, de la paz, por eso, hasta a nuestros muertos les cantamos, porque consideramos que aún después de la muerte hay vida. Somos amantes de la vida”.
Por su parte, Mailen Aurora Quiñones Estupiñán, artesana y partera del Consejo Comunitario Bajo Mira y Frontera, explicó que las afectaciones son colectivas y que los gestores culturales tienen un rol muy importante en el territorio porque son los encargados de transmitir ese legado. Para ella, lo que se le hace a alguien en el territorio termina afectando a todos y hay que buscar estrategias que permitan hacerle frente a esta situación, el sector ha sido victimizado con la llegada de los cultivos ilícitos, de la minería ilegal y con ello, la presencia de los grupos armados que vinieron a pelearse el territorio.
“El conflicto armado y la guerra nos ha causado un profundo dolor, el reclutamiento de nuestros niños, el desplazamiento forzado, la violencia sexual y el microtráfico, dejan a los artistas sin libertad para seguir construyendo”, expresó Quiñones Estupiñán.
Como parte del debate y entendiendo que el panorama parece desalentador dada la presencia y el accionar de los grupos armados ilegales en la zona, se presentaron una serie de recomendaciones que, en opinión de los cultores, podrían contribuir a la no repetición.
“Que la Comisión de la Verdad genere este tipo de encuentros es importante. Somos creedores y gestores de paz. Consideramos que estas actividades representan una de las opciones para la reconciliación en nuestro país, para sanar tantas heridas”, expresó Evert Peña.
Bajo esta premisa y con el mismo entusiasmo que le impregnan a cada una de sus acciones, continuarán, muy a pesar de la guerra, levantando pañuelos y elevando sus voces, en unísono, como fuerza que robustece la lucha y revive la esperanza.
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