Resistencias de oro: mujeres en la Minería Artesanal
Estas 14 mujeres son símbolos de resistencia en medio del ambiente de inseguridad y una guerra que toca toda actividad generadora de ingreso.
Salero es un pueblo ubicado a orillas de la carretera que de Quibdó conduce a la región de San Juan, habitado por comunidades negras, de larga tradición minera y agrícola, y que territorialmente hace parte del municipio Unión Panamericana en Chocó. Lleva su nombre en honor a un árbol representativo de la flora chocoana, que en el pasado abundó en esta población.
Salero es un pueblo que narra resistencia, narra mujeres y narra saberes. Además, narra cómo se ponen en prácticas las creencias ancestrales y saberes que ayudan a fortalecer las relaciones interpersonales de sus habitantes, a pesar de vivir en un territorio rodeado de una guerra silenciosa.
Sin embargo, hasta este rincón escondido llegó la violencia, que las ha expuesto no solo a las dificultades inherentes a su labor y a su contexto, sino que también las ha lastimado arrebatándoles a sus hijos y despojándolas de sus tierras. Tal como lo vivieron Nora y su hijo, o doña Claudia, quien llegó desplazada desde Buenaventura.
Estas 14 mujeres son símbolos de resistencia en medio del ambiente de inseguridad y una guerra que toca toda actividad generadora de ingreso.
No solo existen las amenazas y desplazamientos, a la guerra se le suma la contaminación de los ríos y la tala de bosques para el uso del mercurio y del narcotráfico que se esconde en las selvas, evitando el ejercicio de la minería artesanal.
“Él salió un día con todo lo que yo le había enseñado, a buscar otros horizontes, en medio de la abundancia controlada por grupos armados y la minería ilegal. Se fue y no volvió sino muerto. Un trabajo en Zaragoza, Antioquia, era la razón de su partida de su tierra natal y allá me lo mataron, y así se quedó”, menciona doña. Nora, como si fuera un dolor natural.
Doña Nora María Córdoba, su hija Nora María Mosquera Córdoba y su hijo Julio César Mosquera Córdoba aprendieron desde niños la labor en el campo y la minería, viendo a su madre día a día. Entre la escuela y el trabajo de la tierra se hicieron grandes y emprendieron otros rumbos.
Nora, la hija, ha acompañado a su madre, ayudándola y aprendiendo de ella. De esa misma forma aprendió su hermano Julio César. “Un joven muy atento y educado. Para donde yo iba, él iba también. Brille para él la luz perpetua”.
La resistencia de estas mujeres, sabedoras ancestrales del ejercicio de la minería artesanal, las convierte en un referente de fortaleza para su comunidad, no solo por conservar la tradición, sino también porque a través de esta tarea diaria han creado una economía independiente y, a su vez, amigable con la naturaleza.
* Este fotorrelato fue posible con el apoyo del pueblo estadounidense a través de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). El contenido de este fotorelato es responsabilidad exclusiva de Enamórate del Chocó y no refleja necesariamente las opiniones de USAID o del Gobierno de Estados Unidos, ni de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
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