El Salón de la Memoria de Yolombó
Queda en la casa de la cultura de Yolombó, Antioquia. Un telón que dice “Tejemos memoria para no olvidar la historia” es la declaración de principios a la vista, en el muro del fondo.
Es un salón como los de los colegios, pero no se dictan clases. Las cuatro paredes sostienen los relatos las víctimas de Yolombó. Telares, tejidos, bitácoras, fotos, líneas de tiempo cuentan la historia de la guerra en ese municipio de Antioquia. Es una muestra de la politización de la población en el departamento, de su resistencia y determinación.
“En el 98 llegó el Bloque Metro. Llegaron a señalar de guerrilleros a los campesinos, porque la guerrilla los obligaba a guardarles cosas. Los paramilitares llegaron, supuestamente, a hacer limpieza. Que había listas de los que fumaban, robaban, vendían drogas. Eso decían. Pero luego, a las veredas, llegaron a exigir que vendieran sus tierras por muy poca plata a multinacionales para hacer minería y sembrar pinos. El 18 de noviembre de ese año fue la primera masacre”.
La que cuenta la historia es Gudiela Palacio, una de las líderes de las víctimas de Yolombó y fundadora del Salón de la Memoria. Desde el Salón que conserva esta historia, recuerda que, entre la segunda y tercera semana de noviembre de 1998, paramilitares del Bloque Metro asesinaron 14 personas y desaparecieron a otras seis en un recorrido que duró nueve días por las veredas La Cruz, La Cordillera, La Abisinia, Cachumbal, La Verduga, La Gergona, El Oso y Pantanillo.
“La segunda masacre fue a los 10 meses. Desde el 31 de agosto hasta el 2 de septiembre del 99, iban recogiendo la gente para matarla. En un montecito les hacían cavar los huecos donde los enterraron. La tercera fue el 3 de enero de 2001. Todas por la misma región. Uno de los señores que murió en estas masacres tenía una máquina de caña y mulas. Lo mataron que porque le prestaba las mulas a la guerrilla para transportar cosas. Pero eso no era porque él quería, sino que a los grupos armados todos les tenían que hacer caso. Por eso lo mataron a él y a su familia.
Después, los paracos se hicieron muy dueños del pueblo, se acomodaron en el Hotel Turismo. Ahí traían a la gente y la torturaban, la asesinaban, la desaparecían. Todo ese tiempo hubo asesinatos selectivos, no pasaban un día en que no hubiera dos o tres muertos. Muchos de los paramilitares era gente del mismo pueblo. La gente los respetaba y les temía. En la masacre de 1998, por ejemplo, había gente de la misma vereda en ese grupo paramilitar. Hubo alguien que mató a su tío, porque lo tenía que matar. Cuando esos muchachos se vincularon tenían que hacer lo que les dijeran.
Acá los paramilitares se mantenían con la Policía y los soldados de mi pueblo. En ese tiempo fue la primera promoción de los soldados campesinos. Una noche que yo iba caminando por la Plazoleta de la Espiga estaban los paramilitares, que uno ya los conocía, la Policía y algunos de esos soldados admirándose las armas. Entre los tres grupos había camaradería.
Llegó el CTI en 2002 y los hizo desocupar. No del todo, seguían en algunas veredas. En 2006, luego de tres años del asesinato de mi hijo, empecé a participar en organizaciones de víctimas. En 2008 formamos la mesa departamental de víctimas y en septiembre de 2011, la Asociación de Víctimas Yolombó Unido por la Reparación Integral y la Paz, Avyuripaz. El salón de la Memoria es una de nuestras iniciativas para no olvidar toda la tragedia que vivimos. Hace ya casi un año en la Casa de la Cultura dispusieron un salón para que lo armáramos”.
A su hijo lo asesinó alias Tocayo, Adriano Cano. No había cumplido los 24 años.
La misión de La Comisión
La Comisión de la Verdad ha priorizado la documentación de procesos de resistencia como parte de esclarecimiento y de las estrategias de sus objetivos 3 y 4: Convivencia y No Repetición.
Durante 2019, las macrorregiones de la Comisión construyeron 26 rutas territoriales de investigación que plantean temas y preguntas que ayudan a identificar los motivos del conflicto armado, la cronología de la violencia, las relaciones entre los hechos y los posibles caminos hacia la convivencia y la no repetición. El cruce de las rutas de investigación territorial permitió la identificación de núcleos temáticos que facilitan el análisis hacia la construcción de patrones y contextos explicativos del conflicto armado en el país. Uno de esos núcleos es el de Resistencias, luchas sociales y transformaciones para la paz.
Los salones de la memoria y las iniciativas de las organizaciones de víctimas para recordar lo que ha pasado en clave de no repetición es fundamental en el proceso de esclarecimiento de la verdad, la convivencia y la no repetición.
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