La tierra de las 'María Luisa' se pregunta por la verdad
Las galletas ‘María Luisa’ son el manjar de San Juan Nepomuceno, Bolívar. Hoy se venden a todo lo largo y ancho de este municipio enclavado en el sistema montañoso de los Montes de María.
Las ‘María Luisa’ son galletas de colores blanco y cereza que adornan las vitrinas de las panaderías y de las tiendas de los barrios, en las esquinas calurosas de San Juan Nepomuceno, poblado en el que las heridas de la guerra empiezan a sanar y donde poco a poco surge el clamor de las víctimas por saber la verdad de aquel horror.
Son de harina, con cubiertas de merengue –hecho con huevo batido y azúcar– y un relleno de dulce de leche. Tienen nombre de emperatriz romana y su venta se afectó durante el conflicto armado que azotó a este poblado.
No se sabe a ciencia de dónde viene el nombre imperial de esta galleta ni cuál es su origen. Una matrona del pueblo y una descendiente de otra repostera empírica, que ya murió, reclaman su invención.
Cada una dice que tiene la receta original. Lo cierto es que ya muchos sanjuaneros se atreven a hacerlas en sus cocinas, para venderlas o disfrutarlas en familia, ante el auge de esta galleta, cuya fama pasó las fronteras municipales y departamentales y que, en los nuevos tiempos de paz, atrae a turistas extranjeros, de Europa y Estados Unidos, que llegan hasta San Juan a saborearlas.
Sin duda, las ‘María Luisa’ son el principal símbolo de este municipio. Sus colores alegres lo visten y reflejan los nuevos días que se viven.
Pero en San Juan aún quedan historias con nubarrones de ese pasado cruel. Las víctimas saben que la verdad es indispensable para completar el círculo de este nuevo amanecer, que hizo que el miedo cesara y renacieran las esperanzas.
Claudia María Canoles Arrieta es una de las más famosas hacedoras de las ‘María Luisa’. Tiene hoy una famiempresa, integrada por mujeres que fueron desplazadas y que creen que es justo que se sepa la verdad de lo que les ocurrió.
Claudia María cuenta que su familia fue sacada por los violentos de su vereda. “En Bajo Grande hicieron salir a mi familia de la finca”, dice. Y agrega, triste: “Nos quemaron el rancho”.
La receta de la galleta, que heredaron de su tía fallecida, Felicia Rodelo, la hacía su mamá, y Claudia María aprendió desde niña a hacerla.
Después montó su empresa con sus hijas, primas y sobrinas. Durante la guerra, las ‘María Luisa’ soportaron la crisis y el riesgo de desaparecer. Claudia María explica que vendía menos de cien diarias en aquella época. Hoy es como la primavera de esta galleta; ella sola vende más de 1.000 en un día.
Hoy recuerda los días lúgubres. “Mataban a conocidos y nos echaban de las fincas. Eso nos dolió mucho”, dice. Pero agrega inmediatamente que “con la paz, se ha visto mejoría”.
Ahora confiesa que tiene la esperanza de que se esclarezca aquella vida aciaga.
“La verdad es importante, se debe investigar muchas cosas que pasaron en este pueblo, para estar tranquilos de una vez”, dice la mujer, mientras supervisa y da los últimos toques de una nueva producción de las galletas que parecen flores que engalanan los montes y las montañas.
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