El secuestro del estero
En Colombia no solo se han secuestrado más de 38.000 personas, también se han secuestrado los esteros.
El océano está presente a lo largo del Pacífico colombiano. Mientras en el norte hay acantilados, bahías y ensenadas, en el sur está la llanura inundable, compuesta por ciénagas y esteros.
En la costa del Pacífico colombiano se conocen como esteros las zonas húmedas y pantanosas aledañas a los ríos. Estos son el hogar de un sinnúmero de especies de flora y fauna, y además son usados como rutas por las comunidades que diariamente, y desde hace siglos, navegan por sus aguas.
La esclavitud en Colombia se extendió desde principios del siglo XVI hasta su abolición en 1851. Después, con la libertad conquistada, las comunidades afrodescendientes campesinas se dedicaron a una economía extractiva. “En el Pacífico la libertad significó poder extraer oro o caucho, sin amos ni supervisores, y saber cómo vivir y moverse en la selva a través de sus ríos y esteros”, según la profesora Claudia María León.
Muchas de las viviendas del Pacífico colombiano sobresalen ya que están construidas sobre ríos y esteros. Estas casas tienen una relación directa con el ritmo de las aguas, y también están conectadas con la música, la tradición oral, la literatura, los rituales y los mitos de las comunidades.
Históricamente las regiones del litoral Pacífico han vivido un desarrollo social, político y económico al margen del resto del país. En los años noventa, con la presencia de las Farc y los carteles del narcotráfico, los esteros fueron convertidos en cementerios. Según el Centro Nacional de Memoria Histórica: “Las zonas de manglares se usaron para depositar los cuerpos”. En la década del 2000, a raíz de la llegada de las Autodefensas Unidas de Colombia a la región Pacífico, la gente no podía vivir ni transitar por esos lugares. En esa época los esteros estaban secuestrados.
A pesar del horror, la comunidad ha permanecido. “Vivir en el estero me permite ver subir y bajar la marea”, cuenta Carlos Alberto Murillo, habitante de Buenaventura.
Para esta comunidad cada cuerpo de agua es parte esencial de su historia. Y esperan que, en el futuro, el estero nunca vuelva a ser secuestrado.
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