Te recuerdo, Ángela
Palabras del comisionado Saúl Franco a un año del fallecimiento de la comisionada Ángela Salazar.
A un año de tu viaje al infinito de la energía, te recuerdo Ángela.
Antes de empezar a recordarte, te imagino cuando todavía no te conocía, joven, feliz y pobre, viajando sin descanso hasta cualquier rincón de Urabá donde hubiera una víctima de esta guerra para levantarle el ánimo, o una mujer violada para restaurarle su dignidad perdida, o un obrero del banano analfabeta para liberarlo con el abecedario y las palabras.
Te recuerdo en las largas reuniones del Plenario de la Comisión, contando tus historias inagotables, exigiendo el reconocimiento de los tuyos y las tuyas, y compartiendo la sabiduría de tus vivencias y las lecciones de tus luchas.
Te recuerdo con tus ropas de colores vivos, con tu caminado inconfundible y pausado, con tus comentarios sin censura, con la imponencia de tu cuerpo y la dignidad a cuestas de tu pueblo y de tus causas.
Te recuerdo hace dos años bailando como una adolescente en la plaza principal de Pasto, repartiendo alegría para ayudar a las buscadoras de desaparecidos a sobrellevar el dolor de las ausencias y el peso insoportable de la incertidumbre.
Te recuerdo, Ángela, almorzando con las compañeras del séptimo piso de nuestra sede central, riendo a carcajadas, derramando picardía y ejerciendo igualdad y camaradería.
Te recuerdo acompañándonos los dos de ida y vuelta, desde Rionegro hasta San Carlos, en Antioquia, animando el trabajo de los lugares de memoria y fortaleciendo las luchas de esa otra luchadora infatigable que es Pastora Mira.
Te recuerdo en Bogotá y en Villeta, en Cartagena y en Cabrera, en Medellín y en Buenaventura. Siempre alegre, siempre dispuesta, siempre clara y ligera de equipaje.
Y recuerdo, claro, nuestra última conversación telefónica, horas antes de morirte del mismo mal que también me puso en riesgo 100 días después, y que desde tu partida ha afectado a casi 300 de nuestros compañeros de trabajo. Recuerdo tu voz ya quebrada por el virus y la voz preocupada de tu médico tratante planteándonos las mejores opciones de manejo. Y te sentí segura de que resistirías, dispuesta a hacer lo que fuera para ganar la pelea, y pendiente todavía de que siguiéramos cumpliendo de la mejor manera la misión casi imposible de la Comisión.
Te recordaré siempre, Ángela, por tu alegría contagiosa, por tu sabiduría profunda y sencilla, por tu valor sin titubeos ni concesiones, y por tu ejemplo de compromiso innegociable – como el de Alfredo - por la igualdad, la dignidad, la no discriminación y la vida mejor para todas y para todos, en especial para los despojados del campo y los marginados del poder, la palabra y la riqueza.
Saúl
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