‘El asesinato de Kimy Pernía Domicó’, el tercer episodio de ‘Irrepetible’

Kimy Pernía Domicó fue un líder indígena de la comunidad embera katío en el Alto Sinú, donde luchó por la defensa de su territorio y la protección del medioambiente. Los primeros años de su vida los pasó en el resguardo indígena, en donde permaneció hasta la adolescencia, trabajando al lado de su padre, con quien recorrió muchas veces la selva virgen del municipio de Tierralta, Córdoba.

Su hija María Domicó describe a Kimy como “un gran líder que decía vamos a hacer reuniones colectivas, vamos a hacer trabajo colectivo, vamos a hacer nuestra comida colectiva, vamos a hacer todo el trabajo colectivo; corría riesgo por todo lo que hacía por el favor de la comunidad y por hacer respetar nuestros derechos”.

En los años 1995 y 1997 se expidió la licencia ambiental para la construcción de la Central Hidroeléctrica Urrá I en el territorio del área rural de Tierralta. Esta construcción afectaba gravemente la autonomía, soberanía alimentaria y supervivencia del pueblo indigena embera y representaba un alto riesgo para la supervivencia de los ríos.

Kimy se opuso rotundamente a la construcción de la represa de Urrá, su prinicipal reclamo era la necesidad de realizar una consulta previa con la comunidad indígena sobre los impactos ambientales y culturales de la represa.

En 1998, interpuso una acción de tutela para proteger los derechos ambientales y culturales de su pueblo, así como su derecho a consulta por los impactos de la hidroeléctrica. La ganó, pero empezaron los asesinatos de varios miembros de la comunidad, en especial de sus compañeros Alonso y Lucindo Domicó. Sumado a esto, se hicieron más intensas las amenazas contra Kimy.

El 2 de junio de 2001 en Tierralta, Kimy fue retenido por integrantes de las Autodefensas Unidas de Colombia y fue conducido, forzosamente, en una motocicleta, y desde ese momento no se supo su paradero.

En 2007, en el marco de Justicia y Paz, el jefe paramilitar Salvatore Mancuso reconocería que Kimy fue asesinado bajo la orden de Carlos Castaño, por oponerse a la construcción de la represa de Urrá I. Asimismo, tuvieron que pasar 20 años para que Salvatore Mancuso, jefe paramilitar, admitiera la responsabilidad del asesinato y lograra iniciar un diálogo con la hija de Kimy.

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