“Cuando uno se autorreconoce como marica vive bajo amenaza”

Omar Meza se reconoce como marica, afrocolombiano, cartagenero y, además, considera que ha sido adoptado por los Montes de María desde hace 30 años. “Viví la violencia en diferentes contextos. En un territorio machista, ser reconocidos como maricas generaba señalamiento, discriminación, golpes y violaciones”, comenta.

“Te detienen, y para poder tener la libertad tienes que tener sexo oral o de penetración con la persona que te detiene o vivir las amenazas por parte de desconocidos simplemente por hacer las acciones positivas y visibilizar a tu población”, relata Omar, quien ha sido víctima tanto por su orientación sexual, como por sus acciones de liderazgo, pues ha recibido amenazas por marchar o relatar lo que ha vivido; tal y como ocurrió en el 2015 cuando participó en el informe ‘Aniquilar la diferencia’ del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), obligándolo a abandonar el territorio.

Omar, junto con una gran parte de víctimas del sector LGBTI de Montes de María, vivió la cruda violencia por prejuicio que el conflicto armado agudizó. Dentro de los muchos relatos que guarda en su memoria, se le entrecorta la voz al relatar una de las historias: “Nos llevaron para el aterrizaje en los Montes de María, en El Carmen de Bolívar, y nos violentaron grupos del Estado y nos dejaron en el aterrizaje, a dos horas, a 4 km del casco urbano, a las 2:03 de la mañana, para caminar nosotros solos por estos espacios. Yo creo que eso marca mucho la vida de cada uno, que la gente que ‘fue creada para proteger al ciudadano’ sea uno de los que directamente violan al ciudadano”.

Como líder social, como persona del sector LGBTI, como víctima y como afrocolombiano, él reconoce que al portar la bandera se ha convertido en un blanco para ser señalado, ultrajado y amenazado. Asimismo, que las violencias que ocurrieron, y siguen pasando, han sido ignoradas adrede por todos los sectores de la sociedad, hasta por las mismas entidades estatales.

“Escuchar las historias de mi gente al decir: “Me golpearon, casi me matan, me salvé porque la luz se fue”. Escuchar a la gente decirme: “Estoy embarazada, pero no sé quién es el padre”. Ver cómo las mismas entidades del Estado cuando te veían en un parque de un municipio nos decían: “Váyanse de aquí, no pueden estar en la vía pública, ustedes son mal ejemplo, contagian”. Que cuando tú vas a presentar la denuncia para que seas incluido dentro de la Unidad de Víctimas, la persona que toma la declaratoria te diga que tienes que llevar una prueba de que estuviste detenido para poder ser aceptado como víctima. O vivir la experiencia de estar exiliado de tu país, o fuera de tu municipio, cómo le estoy yo. Yo creo que necesitamos conocer la verdad de todo lo que pasó y lo que está pasando en el presente. La vida nos ha golpeado mucho, ya es hora de salir adelante y buscar otras opciones”, concluyó Omar en su intervención.

La violencia por prejuicios de género ha llegado a cada rincón del país. En palabras de Susana Peralta, abogada de la organización LGBTI Colombia Diversa: “La violencia por prejuicio estaba realmente en el corazón de la guerra, estuvo en todas partes, pero en cada lugar adquirió el ropaje, el olor cruel y atemorizante que cada territorio le imprimía a la guerra. La escucha activa por parte de la Comisión ayudará a comprender las causas verdaderas y complejas de la violencia contra las personas LGBT”.

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