“Les vamos a enseñar a ser mujeres y hombres de verdad”

“Nos repetían a cada instante: “No se puede ser lesbiana, no se puede ser gay en estos pueblos porque van a pervertir a los niños”. Eso nos repetían a cada instante, a cada minuto, cada vez que recibíamos las amenazas. Las recibimos así: “O dejan de pervertir o se mueren, o dejan de pervertir o se van””, contó Mayra Alejandra Realpe en el espacio de escucha ‘Desarmando el prejuicio: verdades desde la diversidad sexual y de género’.

A sus 18 años, Alejandra fue víctima de violencia sexual por parte de las desaparecidas FARC-EP en Putumayo. El ser mujer lesbiana en su territorio trajo consigo amenazas, hostigamientos, desplazamiento y violaciones a sus derechos civiles, los cuales la llevaron a acatar normas impuestas por los grupos armados que controlaban el territorio, con el fin de corregir su orientación sexual.

“A mí me castigaron de la manera más cruel y viví en carne propia esas amenazas y ese castigo por no obedecer lo que ellos nos decían y querían. El castigo más cruel lo recibí por FARC-EP, llegaron a mi puerta una noche y le dieron a escoger a mi papá: “O me enseñaba él a ser mujer o me enseñaban ellos”. Mi papá tenía que defender a mi mamá y a mis otras dos hermanas. Me quedé sola en la sala de mi casa con cuatro hombres que hicieron conmigo lo que quisieron, dañaron mi cuerpo, mi vida, mi alma, mi sexualidad; dañaron todo, me ultrajaron y no me enseñaron a ser la mujer que ellos querían. Para este momento soy la mujer que me da la gana, soy la mujer que ama a otra mujer, soy la mujer que está frente a ustedes hablándoles y contándoles”, contó Alejandra durante el espacio de escucha.

La violencia por prejuicio, según la Plataforma LGBTI para la Paz, fue perpetrada por todos los actores armados del conflicto como un mecanismo de discriminación y control, tanto social como territorial. Estos ataques ejercidos contra personas del sector LGBTI estuvieron enmarcados en estrategias sistemáticas para establecer órdenes sociales y morales estrictos, con las cuales los grupos legitimaron su poder y les permitieron mantener una dominación sobre la población civil fundada en el miedo.

Por medio de su historia de vida y la de otras mujeres que vivieron con sus cuerpos la guerra, Alejandra trabaja día a día por el reconocimiento, la verdad y la no repetición: “Castigaron mi cuerpo y alma; mi vida y mi manera de amar, pero resistí a la guerra y resistí ese dolor”. Además, está orgullosa de ser profesional y poder ayudar desde su experiencia; también, hace parte de la Fundación Caracolas de Paz y acoge a mujeres y personas del sector LGBTI víctimas de violencias.

Para Vivian Fernanda Cuello Santana, Coordinadora del área de paz y conflicto armado de Caribe Afirmativo, el resistir de las mujeres lesbianas, bisexuales y trans, se ha ido transformando. Cada día son más las colectivas y organizaciones feministas de mujeres con orientaciones sexuales, identidades y expresiones de género diversas, haciendo activismo desde otros escenarios para la reivindicación de sus derechos y su transformación social.

“Con todo esto, lo que espero de la Comisión es que se retomen cada uno de estos relatos, se busquen en los patrones que se venían repitiendo los datos, los contextos y las explicaciones que se nos deben para que nadie más vuelva a sentir el dolor que hemos tenido que sufrir las mujeres, los hombres y la población diversa por orientaciones sexuales. Muchas gracias”, con estas palabras se despidió Alejandra en el espacio.

Vea aquí otros testimonios:

La violencia por prejuicios de género silenció su liderazgo ►

“Cuando uno se autorreconoce como marica vive bajo amenaza” ►

“De esa violación nació mi hijo” ►

“Les vamos a enseñar a ser mujeres y hombres de verdad” ►

“Ser diferente es una razón para ser víctima de crímenes de odio” ►