“No hay salud ni médicos tradicionales si nos despojan de nuestros territorios”
En este documental, un médico tradicional y un etnoeducador jiw cuentan cómo la guerra afectó la salud de este pueblo indígena que habita en el sur de Meta y Guaviare.
“Para vivir con salud y en bienestar los jiw necesitamos territorios propios donde podamos alzar casas de palma, donde nos sintamos libres de caminar por el monte para recoger los frutos, donde podamos salir a pescar y a buscar hierbas para bañarnos. Cuando nos sacaron a la fuerza de nuestros territorios perdimos todo lo que nos daba bienestar. En el territorio a donde llegamos desplazados, la yuca y el cacao ya no son iguales porque la tierra está contaminada y el agua está envenenada. Ni sembramos como antes ni comemos como antes, ni vivimos como antes, ni curamos como antes, ni sanamos como antes. Nada aquí, en el destierro, es igual”.
“Cuando estamos sanos, estamos felices. Cuando estamos sanos, madrugamos a bañarnos y a trabajar en el cultivo. Esa es la felicidad. Para curar a los enfermos, los Pinjoen o Payés necesitamos plantas de yopo y de yagé, pero aquí no hay, hemos sembrado unas poquitas, pero no es lo mismo. Aquí, en Barrancón, el lugar donde llegamos desplazados, nos las han incendiado. Necesitamos de esas plantas para soplar y sanar bien a los enfermos. Es como si los médicos no tuvieran pastillas, jarabes, inyecciones u hospitales para ofrecer a los pacientes. Sin medicinas, los médicos no podemos ser médicos”.
“Los Pinjoen o médicos tradicionales somos para los jiw lo que Jesucristo es para los blancos; es decir, un dios, pero humano, que tiene las facultades espirituales y los conocimientos para curar a los enfermos, para preparar los remedios, para rezar las hierbas y para ayudarles a las mujeres a parir. Los Pinjoen también les enseñamos a otros indígenas cómo curar. En Barranco Colorado teníamos las plantas para hacer los remedios. Aquí ya no las tenemos. Si no hay territorio, no hay hierbas para remedios; si no hay remedios, los Pinjoen no pueden curar; si no hay Pinjoen no hay quién vele por las vidas de los demás”.
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