“¿Por qué los que tienen el poder siguen negando la verdad del campesinado?”
Esto se preguntó un grupo de campesinos y campesinas del Guaviare durante un encuentro en el que le contaron a la Comisión qué significa vivir y trabajar el campo en un país en guerra.
“Los campesinos de estas sabanas y de estas selvas somos como colibríes. Como colibríes, migramos. Andamos de un lado a otro en grupo, en unidad, en compañerismo. Andamos, pero porque así nos lo han impuesto. La guerra y la pobreza nos han hecho ir de aquí para allá y de allá para acá. La vida a muchos de nosotros se nos ha ido en esas: huyendo, volviendo, volviéndonos a ir, fundándonos en un lado, fundándonos en el otro. Y así siempre: marche que marche, de día y de noche; pique por aquí, pique por allá; de flor en flor, de campo en campo, de camino en camino, resolviendo lo del pan y lo del techo… Algunos nos hemos asentado en un lugar y hemos alzado pueblos -nidos- a los que nos hemos aferrado hasta con las uñas para no dejarnos sacar
Nos parecemos a los colibríes. Casi todo el tiempo vivimos pacíficos, pero, como dice la canción, a ratos también nos embejucamos. Los colibríes se embejucan cuando otro animal se les mete con su comida. Nosotros nos embejucamos cuando se meten con nuestras tierras, con nuestra reputación. Nos embejuca que el gobierno y los violentos nos traten como nos tratan: como seres indignos. Nos embejuca que la tierra se la queden unos pocos y que nos persigan, nos encarcelen y nos maten cuando salimos a reclamar que nos las devuelvan o que nos dejen en paz para trabajarlas. También nos embejuca que nos miren por encima del hombro, como si del campo no viviera el resto del país. Y nos embejucamos cuando contamos nuestra verdad y los señores del poder nos llaman mentirosos. “Eso no pasó”, “eso no existió”, “esas son falacias”, “esas son exageraciones”, dicen. Pacíficos somos. Pero, ¿cómo no embejucarnos con tanta negación?
Los campesinos, como los colibríes, somos libres. Dígame, ¿puede algún colibrí vivir en una jaula? No, señor. Si lo encierran, se muere. Igual pasa con nosotros. En jaulas no vivimos, pero en Colombia las jaulas son muy abundantes. Jaula es el destierro y la ciudad a la que nos expulsan. Jaula es el pueblo en el que quedamos confinados cuando los armados se toman los ríos y las trochas y nos prohíben andar. Jaula es la cárcel a la que nos han llevado con montajes judiciales y jaula es el estigma que nos señala como violentos, como auxiliadores del grupo de zutano o del combo de mengano. Mucha jaula nos han dado, pero la libertad la llevamos en la sangre y nunca dejamos de buscarla”.
Campesinos en el puerto de San José, a orillas del río Guaviare. Década de 1960. Foto: Cortesía CINDAP
Así habla uno de los 40 campesinos que, hace unos días, se encontraron con la Comisión de la Verdad en San José del Guaviare para conversar sobre cómo la guerra ha marcado sus vidas y sus comunidades. Algunos llegaron desde Cachicamo, La Carpa, Caño Macú, Charras, Colinas y La Libertad. Otros, desde Caño Blanco, Gualandayes, El Resbalón, Sabanas de la Fuga, Miraflores, El Retorno y Calamar, pueblos y caseríos a los que la guerra golpeó con fuerza, pero donde también se crearon importantes experiencias de resistencia y organización campesina.
“¿Qué elemento o símbolo los representa?”, les preguntó el equipo de la Comisión antes de iniciar el conversatorio. El sombrero, el machete y las botas, respondieron unos. Otros dijeron que el río, la selva y los colibríes. En estos elementos –expresaron- se condensa una historia de dignidad, de violencias y resistencias.
Durante décadas, los y las campesinas en Guaviare han construido sus propias vías de comunicación. Foto: Cortesía CINDAP
“A nosotros -como a quién sabe cuántos campesinos de Colombia- nos ha tocado ver y padecer el despojo y la concentración de las tierras -que aquí no cesa y se empeora-. Hemos visto y padecido la pelea sangrienta que han librado personas con armas y sin armas, en la legalidad y en la ilegalidad, de corbata y de camuflado, por el control del Guaviare y de sus recursos. Y hemos visto y sufrido la decadencia de la economía campesina, que se ahogó (la ahogaron) en un mar de monocultivos, de latifundios, de economías extractivas y de coca”.
“Pero el campo en Guaviare ha sido mucho más que un campo de batalla”, dijeron los campesinos durante el encuentro. Este departamento también ha sido escenario de un fuerte movimiento campesino que, ante la ausencia del Estado y los atropellos de los responsables de la guerra, ha logrado organizarse para hacer de sus territorios lugares dignos para vivir. “Las campesinas y los campesinos del Guaviare hemos luchado mucho por la reforma del campo y nos hemos movido por la sustitución de los cultivos de coca; también hemos defendido las zonas de reserva campesina para que haya desarrollo, pero no cualquier desarrollo, sino uno justo y sostenible. Nos hemos organizado en las Juntas de Acción Comunal, en asociaciones, en comités, en cívicos, en movimientos. De todo hemos hecho para tratar de vivir tranquilos. Y por organizados nos han señalado, como si organizarse fuera lo mismo que armarse”.
Las campesinas y colonas del Guaviare, indispensables en los movimientos de resistencia y en la construcción de paz en el departamento. Foto: Cortesía CINDAP
“Ya es hora de que esta historia sea reconocida”
“¿De qué sirve contar y contar verdades si la sociedad o el gobierno las niegan?”, se preguntaron los campesinos durante el encuentro con la Comisión. “Si contamos la verdad es para que nos la reconozcan, no para que nos la nieguen o para que nos digan mentirosos”, dijeron.
“Que nos reconozcan en nuestros ires y venires; en los dolores, en las tragedias, pero también en todo lo bueno: en la resistencia, en la organización, en la cultura que tenemos. Que nos reconozcan como lo que somos: el pilar que sostiene este país”.
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