Un año tras la luz de la verdad en el Caribe
La búsqueda de la verdad, en el primer año de la Comisión, se desarrolló bajo la luna y el sol de las serranías, ríos, mares, sabanas y valles de esta región.
La primera vez que se oyó hablar de la Comisión de la Verdad en los Montes de María, región que conforman 15 municipios de los departamentos de Bolívar y Sucre, fue tres noches antes de la última luna nueva de diciembre del 2018, en la plaza de San Juan Nepomuceno, corazón montemariano.
“No es justificándonos como vamos a construir el nuevo país”, dijo en la tarima de bautizo de la Comisión en el Caribe, la comisionada, Marta Ruiz, quien desde este emblemático municipio bolivarense invitó a que todos los actores del conflicto, de la región, del país, de la sociedad en general “nos pongamos la mano en el corazón y digamos en qué se falló”.
Desde aquella noche de cielo alto y estrellado en que la Comisión hizo su presentación en sociedad, en el marco del II Festival de la Reconciliación de los Montes de María, inició en firme la búsqueda de la verdad en una región conformada por 8 departamentos, 7 continentales y uno insular, donde habitan unos 10 millones de seres humanos.
Un equipo de cerca de 40 investigadores, documentadores, profesionales de las ciencias sociales y humanas subió sierra y serranías; se abrió paso entre los poblados más apartados de la región; navegó en piraguas y caminó, bajo sol y agua, en busca de la verdad de las víctimas, de los actores del conflicto; la verdad de una guerra de años; la verdad del sufrimiento, pero también de la resistencia y la fe por un futuro en paz, sin el trueno de los cañones y fusiles.
En este primer año en el Caribe, los investigadores realizaron cerca de 500 entrevistas. Escucharon los relatos, las historias que, en muchos casos, estuvieron guardadas en los baúles del corazón de las víctimas y que fueron desempolvadas con la esperanza de que las nuevas generaciones no sufran este horror.
“No podemos dejar de destacar el entusiasmo que hemos encontrado de las víctimas para exponer sus narrativas del conflicto, de las masacres que padecieron, pero también de su resistencia, de cómo, a través de sus organizaciones campesinas, las de carácter municipal y regional, supieron enfrentar la violencia y disminuir el daño sobre su tejido social”, dice Arturo Zea, coordinador en el Caribe de la Comisión.
En virtud de esa búsqueda de la verdad, el equipo del Caribe de la Comisión, en pleno, con la comisionada Ruíz y los coordinadores territoriales del Cesar, Sucre y Atlántico, entre otros, desembarcó una mañana de agosto del 2019 en lo que fue hasta hace poco el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación de Tierra Grata, en la serranía del Perijá, zona montañosa del departamento del Cesar.
Cobijados por las sombras de los árboles, en los patios sofocantes de las viviendas, bajo el techo de una biblioteca o en las afueras de una tienda comunal se realizaron las entrevistas a los exintegrantes de las Farc, movimiento que firmó la paz con el gobierno.
Tras una jornada en Tierra Grata –jurisdicción del municipio de Manaure Balcón del Cesar, en el Cesar- que se extendió hasta casi las 6 de la tarde, el equipo volvió a Valledupar y, al día siguiente, otra vez estaba en carretera, esta vez para realizar otro trabajo de escucha en otro espacio territorial de las desmovilizadas Farc, en el corregimiento de Pondores, en el sur de La Guajira.
En total, se realizaron más de 40 entrevistas, en los que excomandantes y excombatientes de los 5 frentes de la Farc que operaron en el Caribe contaron sus historias, la razones por la que empuñaron las armas y sus acciones en la región.
En el Caribe también se supo de boca de las víctimas y de investigadores que han luchado contra la indiferencia de la sociedad colombiana, que en San Andrés y Barranquilla el conflicto también provocó heridas dolorosas y que aún se clama por la verdad.
Las víctimas contaron que hay una realidad bien distinta al parecer general de que la isla era un paraíso, mientras el país se desangraba en la guerra; y que en Barranquilla y el Atlántico “no pasaba nada”, que era un oasis, a diferencia de la violencia que se vivía en el resto de la geografía nacional.
Las escuchas y la búsqueda de las narrativas de quienes vivieron en carne propia la crueldad del conflicto dejó saber que hay historias por contar y hechos por esclarecer.
Mujeres en Barranquilla que documentaron más de 200 casos de desapariciones y ejecuciones extrajudiciales de sus hijos, padres, esposos o hermanos, que los desaparecieron de las calles de los barrios del sur. Fueron víctimas de hombres armados que se movilizaban en una camioneta negra que le llamaban ‘la última lágrima’. Los cuerpos aparecían en parajes lejanos del Cesar y La Guajira, acusados de pertenecer a grupos armados ilegales, vestidos con uniformes de campaña.
En San Andrés fueron decenas de jóvenes que tampoco regresaron a sus casas tras extrañas circunstancias asociadas a la relación del narcotráfico con grupos ilegales armados, que se financiaban con la droga.
En Sucre se oyó la voz de las víctimas y se inició el acercamiento con empresarios y ganaderos, para escuchar su verdad de la violencia que vivieron. Se llegó a los campesinos en la sabana, ellos que sufrieron cuando las armas impusieron su terror en los montes de este departamento. Y, después de una visita a uno de los sitios del horror de la guerra en Sucre, como lo es el palo de caucho de la finca El Palmar, en la zona veredal de San Onofre, uno de los centros de operación de uno de los más despiadados jefes del paramilitarismo en el Caribe, alias ‘Rodrigo Cadena’, y donde se estima que fueron asesinados unas dos mil personas, la Comisión recibió un completo informe de los desaparecidos de esta región.
En Montería y Córdoba, la Comisión también realizó travesías por senderos aún llenos de amenazas, de miedo y muerte, entrevistando a indígenas, mujeres y hombres que siguen sin encontrar la anhelada paz completa y que duermen todavía con los corazones asustados porque, a pesar del cese del conflicto con las Farc, en sus territorios, aún rondan ejércitos ilegales sembrando el dolor.
La Comisión en Montería realizó un reconocimiento a las organizaciones de mujeres del departamento, que han resistido el conflicto y trabajan por la defensa de los derechos humanos. Igual, los jóvenes de Córdoba realizaron un documento que entregaron a la Comisión sobre la verdad que vivieron en la guerra, y que es en una experiencia única en este departamento. Y el equipo territorial participó en los 25 años del Festival de la Memoria que trabaja preparando al movimiento social de Córdoba.
La Casa de la Verdad de Valledupar, en cuyo patio fue pintado un mural de un jardín colorido con aves, mariposas y pétalos de flores mágicas, se convirtió en uno de los más reconocidos hogares de la verdad del Caribe. Este mural edénico fue el refugio de las víctimas fueron llegando cada vez más para contar su verdad.
Hubo, en su inauguración, versos de poetas y canto de compositores del vallenato que elevaron sus bienaventuranzas, sus mejores creaciones y sus mensajes en favor de la paz. Estos se propagaron por el Cesar y contribuyeron a inspirar al equipo de trabajo de esta región que desafió las condiciones adversas de la naturaleza, del terreno y las circunstancias de orden público para oír a los labriegos que han retornado a la serranía del Perijá después de tantas masacres y muertes selectivas para seguir luchando por la vida.
Hubo escuchas a ganaderos que sufrieron secuestros y extorsiones, en escenarios de diálogos entre improbables, que significó la oportunidad de perdonarse unos a otros y aportar en la construcción de una convivencia pacífica.
Los pasos siguieron montaña arriba, en búsqueda de la verdad, por el lado del Magdalena. Las historias de la guerra en la Sierra Nevada donde aún hay temores por el surgimiento de nuevos ‘Señores de la Guerra’. Los investigadores y las investigadoras de la Comisión en Santa Marta enfrentaron el reto de llegar hasta aquellos que estaban esperando la oportunidad de relatar sus vivencias, aquellos que se han sentido solos.
En la Sierra Nevada se buscó la verdad entre las poblaciones cafeteras asentadas en sus estribaciones. Se escucharon las poblaciones afrodescendientes de este departamento y el relato de las mujeres que sufrieron violencia sexual durante el conflicto. También a los campesinos de los alrededores de la Ciénaga Grande que fueron despojados de sus tierras y que hoy se atrevieron al volver y referir sus historias.
En Cartagena, en el barrio Nelson Mandela, la Comisión escuchó a sus líderes, que contaron cómo fueron víctimas después de huir de la guerra de sus lugares de origen y que se trasladó hasta su nuevo refugio.
En esta ciudad también fue el primer Encuentro por la Verdad que realizó la Comisión y que trajo a decenas de mujeres de todo el país, víctimas de violencia sexual durante el conflicto, para hacerles un reconocimiento por su valor y para que el país conociera su tragedia. En Montería, en tanto, se hizo el tercer diálogo por la no repetición, que fue un clamor nacional por la vida de los líderes de esta región que sigue estando a merced de las balas y donde lo actores armados se pasean por los patios de los ranchos de los indígenas y campesinos, imprimiendo miedo y angustias.
Lo que se inició en la víspera de última luna nueva del 2018, en San Juan Nepomuceno, puede decirse que terminó con una noche de significativa luna creciente en San Onofre, Sucre, en este fin del 2019, en la tercera versión del Festival de la Reconciliación de los Montes de María, un escenario de diálogo creado por el Espacio Regional de Construcción de Paz, que contó con el apoyo de la Comisión de la Verdad y que vio cómo uno de los máximos verdugos de estas poblaciones montemariano, el exjefe paramilitar Uber Enrique Banquez, se daba abrazos con varias de sus víctimas, reconocía sus errores, pedía perdón y sembraba, junto con otros exactores de la guerra, la semilla de la esperanza y las bases de la consolidación de un mejor vivir, con la verdad sabida y en paz duradera.
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