El municipio de Ciénaga, Magdalena, está en medio del mar Caribe, el humedal más grande de Colombia que es la Ciénaga Grande y de la Sierra Nevada de Santa Marta, la montaña más alta del mundo a la orilla del mar. Es también una región muy productiva: la riqueza generada por la que entonces era la región bananera más importante del país dejó en la cabecera municipal una hermosa arquitectura de comienzos del siglo XX. Hasta hace unas décadas, la Ciénaga Grande era la zona de mayor producción de pescado en el país. Y más recientemente, las estribaciones de la Sierra Nevada han demostrado ser muy productivas para cultivos como el café.
Sin embargo, la violencia también ha estado presente en muchos momentos de su historia. En 1928 se presentó la Masacre de las bananeras, en el territorio que entonces hacía parte de la jurisdicción del municipio. En los años 80 se construyó la carretera entre Santa Marta y Barranquilla afectando gravemente la Ciénaga Grande, lo que con el tiempo se reflejaría en la disminución de la pesca.
A finales de los años setenta llegó la bonanza marimbera a las faldas de la Sierra Nevada. Esta zona estaba habitada por colonos venidos del interior del país, huyendo de La Violencia. Los cultivos de marihuana exacerbaron los conflictos entre los colonos y también con los indígenas Kogui, habitantes tradicionales de la Sierra, que ya habían sido desplazados por la llegada de los colonos unas décadas antes.
Este fue el comienzo de la ocupación de grupos armados en la zona. Durante muchos años este territorio estuvo en disputa, muchas familias tuvieron que desplazarse hacia el casco urbano u otras regiones del país. Centros poblados como Trojas de Cataca, uno de los pueblos palafíticos de la Ciénaga o San Pedro de la Sierra en las estribaciones de la montaña, quedaron prácticamente deshabitados por el desplazamiento de sus habitantes, huyendo de masacres, asesinatos y amenazas.
El proyecto Tejiendo verdades, una de las dos experiencias de Casas de la verdad con sentido en Ciénaga, Magdalena, fue desarrollado por la fundación Tejiendo Cultura Caribe y se centró en ejercicios de verdad y memoria, realizados con la metodología IAP (Investigación acción participativa).
“En las personas que participaron estaba representada la diversidad del territorio de Ciénaga: campesinos de los corregimientos de la Sierra, pescadores desplazados de los pueblos palafíticos de la Ciénaga, trabajadores agrícolas de la zona bananera, habitantes de la cabecera municipal, así como representantes de la diversidad sexual y de género”, señala Angie Yepes, la coordinadora del proyecto.
Se llevaron a cabo diez encuentros, en los que se realizaron distintas actividades, que dieron como resultado la construcción colectiva de la verdad compartida de quienes participaron del proyecto. Los productos finales dan cuenta del proceso personal por el que transitaron. En el teatro pudieron mostrar cómo el conflicto atravesó sus cuerpos, sus mentes y sus historias. En el podcast nos trasladaron a su territorio con los sonidos y en la crónica plasmaron sus testimonios con la esperanza que ninguna otra persona tenga que volver a escribir esas palabras. En otras palabras, hallaron la fuerza que tiene el enunciar, decir en voz alta, exteriorizar los sentimientos a través de la palabra.
“Queríamos investigar la forma en que la violencia había afectado a diversos grupos poblacionales de la región y a través de procesos artísticos recopilar la memoria de esas experiencias, buscando aportar para que no se repitan”, explica Yubitza Montalvo, la coordinadora metodológica del proceso. “En ese sentido, la palabra se convirtió en el eje de nuestra acción”.
“Me gusta que este tipo de hechos se recuerden para hacer memoria, es un paso importante para generar garantías de no repetición. Es decir, que hechos como estos, no vuelvan a ocurrir. Yo creo que, si no se habla de esto va quedando en el olvido, por eso debemos crear un eco de lo que pasó”, cuenta la crónica La verdad y la memoria en Ciénaga.
“Al principio, los participantes estaban un poco recelosos, porque no se conocían entre sí, pero en la medida en que se fueron conociendo, se dieron cuenta que tenían mucho en común. Pensamos que a los campesinos de la Sierra, que son más tradicionalistas, les iba a costar mucho trabajo interactuar con las personas LGBT", comenta Yepes. "Sin embargo, cuando los vimos abrazándose al final de la primera actividad conjunta, entendimos que había una empatía mayor en el hecho de ser víctimas".
En este proceso el arte se usó como herramienta para exteriorizar emociones y sentimientos a través de palabras, para transformar cada hecho victimizante en algo que pudiera llegarle a otra persona, buscando garantizar la no repetición.
“Todos reconocen la importancia de la escucha y la palabra. Sus historias particulares han quedado consignadas, no en los archivos para ser agujereados por la polilla, sino en la experiencia misma de los laboratorios y de los participantes que han formado una comunidad de memoria, es decir, los unen las experiencias compartidas y la identificación con los sentimientos del otro”, recuerda la crónica La verdad y la memoria en Ciénaga.
Después de escuchar, de pararse en el lugar del otro, de abrazar las diferencias, las personas participantes encontraron que sus comunidades han sufrido un abandono histórico por parte del Estado. Sus territorios no han recibido un apoyo sustancial que responda a sus múltiples necesidades. Ahora esperan un apoyo integral, con procesos psicosociales que realmente sirvan para esa construcción de verdades, la reparación y la no repetición.
El municipio de Ciénaga es habitado por una diversidad natural y cultural de importancia. La arquitectura de su cabecera municipal, las playas en el mar Caribe, los paisajes de la montaña y sus comunidades indígenas y campesinas, los manglares, pantanos y bosques anfibios en la Ciénaga Grande son parte de un potencial positivo que permitirá que las comunidades y visitantes de la región poco a poco logren transformar las tragedias dejadas por el conflicto armado en experiencias que construyan paz. “Queremos que el mundo venga a visitar estos sitios donde hubo violencia y que eso nos ayude a salir adelante”, comenta uno de los participantes en el video documental.
Ciénaga
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Buenaventura