“¿Qué es la verdad? Nosotros somos la verdad, una que debe ser revelada”, plantea uno de los participantes del proyecto Ampliando Horizontes. A través de música, refranes, arcilla y teatro decidieron contar su verdad, la memoria que reflejan y la identidad que han construido como individuos y como comunidad.
El proyecto Ampliando Horizontes es la experiencia de Casas de la verdad con sentido en Cúcuta. Fue liderado por la Biblioteca Pública Julio Pérez Ferrero y se realizó en el segundo semestre de 2020.
El arte fue su herramienta para mostrar sus rostros, sus verdaderos rostros, los de colombianos y colombianas que han enfrentado el conflicto y la violencia: el campesino, la mujer negra, el mestizo, el indígena, la niña, la madre. El arte reveló sus identidades e historias, así como las del conflicto, comprendiendo que “todos tenemos una historia que contar y estamos conectados por estos relatos”.
Si se pudiera visualizar Cúcuta en una sola imagen, se vería su complejidad y diversidad: el gran puerto terrestre en la frontera con Venezuela es una versión de Colombia a escala, el municipio alberga alrededor de 800.000 habitantes, procedentes de todas las regiones del país, además de migrantes venezolanos. Es una ciudad que ha tenido un papel central en las relaciones entre Colombia y Venezuela a lo largo de toda la historia republicana.
La ciudad de Cúcuta es la entrada a la región del Catatumbo, una zona selvática y biodiversa, rica en muchos recursos, entre ellos petróleo, cuya explotación desde comienzos del siglo XX marcó su rápido poblamiento y la alteración de muchos de sus ecosistemas. Desde hace varias décadas han hecho presencia en la zona guerrillas como las antiguas FARC-EP, el ELN, y EPL. En el municipio de Cúcuta se registraron al menos diez masacres entre 1997 y 2002, nueve por paramilitares del Bloque Catatumbo. Con la salida del Frente 33 de las FARC-EP, a raíz del Acuerdo de Paz, firmado en 2016, el territorio fue copado por el ELN. Como consecuencia muchas personas han sido desplazadas y llegaron a la zona metropolitana de Cúcuta.
“Yo tuve que dejar todo el entorno donde estaba mi familia, mis amistades, mi juventud, para resguardarme de las fuerzas del estado que reprimían”, mencionó uno de los participantes del proyecto Ampliando horizontes. Los diferentes laboratorios artísticos reunieron a participantes de zonas urbanas y rurales. Algunos llegaron a Cúcuta por situaciones de desplazamiento, causadas por el complejo panorama de la violencia en la región. Otros arribaron en búsqueda de mejores oportunidades. En uno de los laboratorios se trabajó con arcilla. Los participantes pudieron hablar sobre sus identidades individuales y colectivas. Amasando la arcilla expresaron su historia en común, sobre todo su interés de tener un nuevo comienzo. Jorge Acosta, otro participante, expresó: “Todos tenemos la posibilidad de cambiar el mundo”. En este relato lo que los unió fue precisamente su identidad diversa y la resistencia en común.
En los relatos de las personas participantes en el proyecto, la memoria fue el denominador común. Todos tenían, en mayor o menor grado, algo que ver con hechos de violencia, cuando no eran las propias historias, eran las de sus padres, abuelos o vecinos. Así lo plasmaron en el cortometraje Conectando historias, producto audiovisual del proyecto.
“Mi hijo José Trinidad, por necesidad de trabajo, consiguió el cargo de profesor, contratado para El Tarra, pero no le pagaron aquí, le dijeron que tenía que cobrar en Tibú. Al regreso, según cuentan, pararon el bus y lo bajaron”. Desde entonces esta madre no volvió a ver a su hijo. Las familias de víctimas de desaparición forzada luchan por esclarecer la verdad y por contar sus historias para que no caigan en el olvido.
El cortometraje también cuenta historias sobre desplazamiento forzado, amenazas y otras situaciones que enfrentaron los participantes o sus familias. El relato está atravesado por el dolor del conflicto armado. Como parte del ejercicio de memoria que realizaron estas personas fue posible un proceso de catarsis, a través del cual pudieron exteriorizar emociones y empezaron a ver en la comunidad una fuente de apoyo, pues pudieron reconocer la propia historia en los relatos de los demás.
El elemento en común más importante fue el reconocimiento de la verdad, como mecanismo crucial para reconciliarse y avanzar hacia la paz. Esto se evidenció en los cinco podcast que generó el proyecto. Los participantes señalaron la importancia de no dejar caer sus historias al vacío y darles un rostro a los hechos. “La verdad es esa puerta que nos lleva a la libertad”, mencionaron los jóvenes del proyecto.
Este grupo de personas con edades y procesos tan diferentes decidieron contar sus historias, conectándose uno con el otro para escuchar, sanar y sobre todo para afirmar que otra realidad es posible, así como lo planteó Paulo Freire en La pedagogía de los sueños posibles, en cuyas teorías se basó este proceso.
Ese es el rostro más significativo de las víctimas del conflicto: la resistencia, la vida y la paz. Más allá de las cifras, esto es lo que tratan de hacer millones de colombianos que han decidido ser lo suficientemente valientes para remover las heridas del pasado y negarse al olvido. “Hay que contar la verdad por dura que sea” concluye una de las mujeres participantes del proyecto.
En estas 25 personas que participaron en el proyecto Ampliando Horizontes en Cúcuta, y en todas las víctimas directas e indirectas del conflicto armado colombiano, hay un relato de valentía y esperanza.
Cúcuta
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