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Relatos del porvenir: reconocer los árboles, los caminos y pobladores como sujetos de dolor.
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Desde el litoral, caminando por los territorios en la búsqueda de la verdad del conflicto.
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Una Maleta colombiana, la experiencia del exilio colombiano y la Comisión de la Verdad.
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Los Diálogos para la No Repetición son espacios de participación y discusión social.
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En borrador: intuiciones, experiencias, llanto, canciones, reflexiones, certezas y todo aquello que sea parte de esta transición histórica.
Por:
Ángela SalazarCuando se camina con las víctimas se aprende a escuchar
Escuchar a los afrocolombianos, negros, raizales y palenqueros nos permitirá construir un relato representativo de lo que somos como colombianos.
Como Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad tenemos la disposición de escuchar todas las voces sin caer en el error de generalizarlas y conocer sus diferentes procesos de construcción de la memoria.
Las víctimas tienen el derecho a expresarse desde sus propias historias. Por ejemplo, a los pueblos negros se nos unifica por el color de la piel pero cuando se atienden las vivencias desde el territorio, las diferencias de cada comunidad salen a la luz.
Escuchar, reconocer y comprender el relato plural es la ruta para garantizar una explicación incluyente de los hechos atroces que las generaciones pasadas y presentes hemos afrontado y buscar que nunca más se repita.
El daño producido a la construcción de comunidad, entendida no como un municipio o conglomerado administrativo sino como la raíz misma de las etnias, sus tradiciones culturales y los roles que cumplen dentro de la sociedad, como productores, dadores de vida o custodios del conocimiento, es parte de las narrativas territoriales que afloran en este proceso de construcción social de la verdad. Estas afectaciones son agravadas por la discriminación racial y el racismo.
Cuando se camina con las víctimas se aprende a escuchar. Esta experiencia nos da la oportunidad de comprender las particularidades, las resiliencias y resistencias comunitarias, y constituye el inicio de un camino para sanar heridas físicas y emocionales muy profundas que nos ha dejado el conflicto.
Las palabras están marcadas por las violencias, trascienden generaciones. En aras del reconocimiento y la convivencia también serán necesarias acciones de transformación que nos permitan entretejer la verdad como una vivencia de dignificación.
Una de las costumbres más relevantes del pueblo negro en Colombia está en el hecho de compartir. Las maneras de entender el sentido comunitario constituyen un legado ancestral que se ha visto fuertemente afectado por el desplazamiento forzado y otros delitos. Por tanto, es indispensable volver a sus prácticas comunitarias que se han debilitado y que cobran especial valor para una sociedad en transición.
Escuchar a los afrocolombianos, negros, raizales y palenqueros nos permitirá construir un relato representativo de lo que somos como colombianos, mediante la diversificación de las voces.
Aunque el miedo persiste entre las víctimas, y cada una de ellas busca reparar desde su propia experiencia, debemos ver el panorama de las comunidades y los territorios para recuperar el camino, reconstruir una convivencia en paz y no repetir nunca más el horror de la guerra.
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