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Relatos del porvenir: reconocer los árboles, los caminos y pobladores como sujetos de dolor.
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Desde el litoral, caminando por los territorios en la búsqueda de la verdad del conflicto.
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Una Maleta colombiana, la experiencia del exilio colombiano y la Comisión de la Verdad.
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Los Diálogos para la No Repetición son espacios de participación y discusión social.
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En borrador: intuiciones, experiencias, llanto, canciones, reflexiones, certezas y todo aquello que sea parte de esta transición histórica.
Marchando este 25 de noviembre
Más que aeróbico, y que solo político, marchar es un ejercicio emocional colectivo, que nos lleva de la mano no al lugar de llegada sino a los aprendizajes de un viaje.
Si hoy pudiera, estaría en la marcha en el Bajo Cauca acompañando a las 3000 mujeres de la Ruta Pacífica que caminan en estos días por un territorio aún habitado por el miedo en Colombia. Cuando conocí a estas mujeres era 1996 y ellas estaban preparando una loca marcha imposible en Urabá, entonces el territorio del país donde el mucho-mucho miedo tenía a tanta gente asesinada, encerrada o huyendo. Tiempo después, la primera vez que estuve en Urabá me sorprendí al salir del bus con vidrios oscurecidos, donde el paisaje se veía del mismo color pajizo que tenían los recuerdos de tantos testimonios que había escuchado y que a la vez imaginaba, porque el verde lo inundaba todo. Iba a trabajar con una mujer que se llamaba Ángela Salazar, que andaba en otro loco proyecto, de apoyo psicosocial a las mujeres viudas de todos los lados de la guerra.
La clorofila es la mensajera de la vida. Como esta clorofila, ese verde de la Ruta camina por carreteras y veredas no solo para denunciar sino para reivindicar a tantas mujeres haciendo miles de tareas imposibles para defender la vida, en medio del abandono del Estado, del narcotráfico y la violencia de varios grupos armados. Y al caminar, reivindicar una historia compartida y su compromiso por la paz que no solo demandan, sino que muestran con esos surcos invisibles que dejan las marcas de su caminar una al lado de la otra. Trabajando con la Ruta y con otras organizaciones de mujeres, he tenido siempre la sensación de una corriente que me hace parte y que me lleva.
La Marcha por la Libertad en 1976 fue un viento fresco en los inicios de la transición política española. La Marcha de la sal, en 1930, hizo ver al colonialismo británico que la suerte estaba echada y había caído, esta vez, del lado de los colonizados, que le quitaban al poder su capacidad de controlar sus vidas y sus impuestos, tomando la sal entre sus manos.
La Marcha del profe Gustavo fue en 2007 en Colombia un acontecimiento en el que un solo hombre, que luchaba por la liberación de su hijo, soldado secuestrado por las FARC-EP y la reivindicación de un acuerdo humanitario para todos los secuestrados y sus familias, caminó por todo el país hasta Caracas, donde se le iban juntando solidaridades y víctimas. La calle, la carretera, el camino son espacios sociales de dialogo y conquista. Una especie de ágora, de plaza pública andante, de una ruptura del papel tradicionalmente asignado a las mujeres.
En los tiempos en que fui objetor de conciencia al servicio militar, hacíamos marchas a cada rato, como una forma de hacernos ver, de explicar a la gente nuestra postura, de hacer pedagogía de la NoViolencia, explicando por qué el militarismo era una escuela de violencia. El movimiento por la Paz con Justicia y Libertad que nació en plena guerra contra el narcotráfico en México en 2010, junto a Javier Sicilia y otros poquitos al principio caminando por las carreteras del país, fue juntando a miles y miles en cada marcha e hizo visible un dolor íntimo masivo pero individual, convirtiéndolo en un hecho social, enlazando la reivindicación de la verdad, la paz y la búsqueda de los desaparecidos. Las mujeres tuvieron un enorme protagonismo en esa movilización que puso la violencia de México en un mapa internacional frente al espejo en el mundo, una imagen más potente y movilizadora que el terror de los cuerpos que a cada rato trataban de extender el espanto.
Más que aeróbico, y que solo político, marchar es un ejercicio emocional colectivo, que nos lleva de la mano no al lugar de llegada sino a los aprendizajes de un viaje. Las mujeres feministas nos han enseñado a todos y todas, una libertad de verse a sí mismas que deconstruye viejos sistemas, por más de que quieran imponerse para estar de vuelta. El espíritu de la Marcha de la Sal no era solo tenerla entre las manos desde el mar hasta cualquier pueblito, era deconstruir la obediencia.
María Zambrano, filósofa lúcida y exiliada del franquismo, dice que los abismos no solo se salvan, sino que pueden ser salvadores cuando de ellos sale una verdad. Ánimo, Ruta.
Sobre el blog...
Este blog recoge experiencias del exilio colombiano, y de todos sus nombres, refugio, asilo, víctimas en el exterior, desplazamiento transfronterizo. Todo ello habla del trabajo de la Comisión de la Verdad, en esa Colombia fuera de Colombia. Ese otro país, inexistente en este otro dentro de las fronteras.
Las víctimas que tuvieron que huir. Los defensores de derechos humanos perseguidos. Los secuestrados que se fueron después de ser liberados. Los militantes políticos que huyeron detrás de las balas. Las mujeres campesinas que salieron con sus familias. Los líderes cuya vida corría peligro. Las amenazas para la vida que unen tantas diferencias de periodos históricos, responsables y afectados, incluyendo familias y comunidades.
De todas esas víctimas, sobrevivientes, historias y escuchas de las que somos testigos, habla este blog. Y ojalá dialogue con quienes lo lean.
Carlos Martín Beristain
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