Ángela Salazar

_{Por Sofía Helena Reyes, Investigadora, Transformaciones para la paz, Macrorregión Magdalena Medio de la Comisión de la Verdad}

Nació en Tadó, Chocó, en 1954 y su experiencia estuvo marcada por vivir de cerca la crudeza del conflicto armado que arreció en el país y en especial en los años 80 y 90 en la región del Urabá.   

Se dio a la tarea de comprometerse con los cambios cotidianos que nos unen y nos dan fuerza. Desde entregarse al trabajo de alfabetización de trabajadores, niñas y niños en la región hasta acompañar la Fundación de la Casa de la Mujer en Apartadó, Antioquia, en 1996, abriendo un espacio vital y un abanico de posibilidades de fortalecimiento para tantas mujeres urabeñas.  En ese recorrido fue también cofundadora de la Asociación de Mujeres de Apartadó en el 2000, y al año siguiente de la Red de Mujeres de Urabá, luego  fue representante nacional en la Iniciativa de Mujeres por la Paz (IMP) y cofundadora de la Red de Mujeres Públicas en 2005.  En 2007, también participó de la conformación de la Mesa Departamental de víctimas de la Sociedad Civil de Antioquia y fue voluntaria del Programa de Desarrollo y Paz Córdoba – Urabá – Darién.

Al lado de sus luchas, en especial por la dignidad de las víctimas y de las mujeres, también conocía la historia de tantos jóvenes que ella vio crecer y ser destrozados por la guerra.  En su sabiduría y claridad, buscaba que ellos pudieran comprometerse en la construcción de paz. De ahí su llamado al reconocimiento del valor de la vida y a la posibilidad de la transformación de los proyectos de vida de los jóvenes.

De esta manera su escucha y su conocimiento profundo de las realidades vividas por las comunidades, empezaron décadas atrás; son parte de su lucidez y la franqueza con la que siempre se expresó. Ella trajo esa riqueza a la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, cuando fue postulada por la Mesa Departamental de víctimas de la Sociedad Civil de Antioquia, por su liderazgo y compromiso con la voz de las regiones más afectadas, de las mujeres, de los afrocolombianos y de las víctimas.

Al escucharla hablar, sus palabras lograban trazar los mapas del conflicto, hacer los recorridos que habían afectado a las poblaciones, entre veredas, barrios, corredores que conocía muy bien, casi de memoria.  Y en su preocupación por desentrañar qué había detrás de la guerra que golpeó tan violentamente a su Chocó entrañable, a la tierra de Urabá que la acogió, no dejaba de hacer un llamado a buscar y encontrar los hilos complejos que se tejen entre la riqueza de los territorios y la manera en la que han sido desangrados en el conflicto.

Sin perder la alegría y la fe en la fuerza de la vida, quizá una de las preguntas más valiosas que Ángela Salazar nos ofreció como legado a todos los colombianos en este momento, es aquella en la que compartía su inquietud profunda sobre el esclarecimiento de la verdad en uno de los testimonios que dio públicamente al iniciar su labor en la Comisión: “Venimos es a escuchar. La reparación para nosotros es la verdad, que sea lo suficiente robusta para que repare el dolor, el llanto de las personas, y también para que las víctimas puedan decir que no quieren volver a padecer lo que sufrieron.”

El camino abierto por la comisionada Ángela Salazar, será la senda que continuarán recorriendo tanto la Comisión entera como las comunidades campesinas, afrodescendientes y las mujeres del Magdalena Medio, en su lucha por develar la verdad, para mantener la esperanza y construir paz en los territorios.